Le cuentan a este Buscón que han visto por Madrid al expresidente Mariano Rajoy comiendo en la última semana en dos restaurantes de postín con periodistas y analistas, dejando caer su desazón por el "desastre" que se avecina si, finalmente, Pedro Sánchez logra que ERC dé el visto bueno a su investidura para gobernar con Pablo Iglesias y Unidas Podemos.
Ese algo hay que hacer que se oye en los cenáculos madrileños pero que nadie sabe concretar más allá de los manifiestos de 'abajofirmantes' de rigor pidiendo una alternativa constitucionalista que garantice que la unidad de España no se pone en peligro por los independentistas.
Está Rajoy contrito, le cuentan a este olfateador de noticias, porque piensa el gallego que después de él solo ha venido, si no el caos, sí una devaluación de la política como nunca había vivido este país y que esa situación está amenazando la estabilidad que ha presidido España en los últimos 40 años de bipartidismo.
Al expresidente le asombra y le preocupa que "el futuro de España" lo estén negociando dos dirigentes políticos sin apenas currículum: la socialista Adriana Lastra y el portavoz de ERC, Gabriel Rufián
Cree que quienes se dedican ahora a ese noble oficio no tienen la preparación adecuada; y pone el acento en un aspecto que no pasa desapercibido ni a él ni a otros observadores de la actualidad: que la negociación de la investidura y "el futuro de España" estén en manos de la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, sin oficio anterior conocido, y del portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufian.
No le sacaron a Rajoy los comensales maledicencia ninguna sobre su sucesor, Pablo Casado, pero en su quejío muchos quisieron ver un reproche implícito a su numantinismo en contra de un posible pacto con los socialistas. Al fin y al cabo, debe pensar, él fue investido en noviembre de 2016 gracias a la abstención del PSOE de la gestora que presidía el asturiano Javier Fernández.
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