El Buscón

El rey emérito, un cazador 'robocop'

La primavera pasada volvió a navegar. En las Rías Bajas, a bordo del velero ‘Acacia’, del armador Mauricio Sánchez Bella. Este otoño, el rey don Juan Carlos ha vuelto a cazar. Cuatro años después del incidente de Botsuana, el rey emérito ha retomado sus dos grandes aficiones deportivas: la vela y la caza.

Camina con cierta soltura, aunque aún lo hace apoyado en un elegante bastón. Viaja por medio mundo en jets privados que le ceden sus amigos de siempre. Disfruta de los restaurantes más distinguidos y descansa en los hoteles más exclusivos. Se le ve en los toros, junto a su hija, en el fútbol y hasta en la ópera, pese a su escasa afición por la música clásica. No descuida su agenda oficial. Representó a la Corona en las exequias de Fidel Castro y en la firma del acuerdo de paz de Colombia. Siempre que lo necesita, su hijo tira de él. Recibe visitas y atiende compromisos en su despacho del Palacio Real, que considera inhóspito pero al que ya se ha acostumbrado.

Está en plena forma, comentan en su círculo más próximo. Acaba de cumplir 79 años (“soy dos años más joven que el Papa”) y está mejor que hace diez, dicen estas fuentes. Vivió con preocupación los largos meses del bloqueo institucional del pasado año. Habla casi diariamente con su hijo, quien le consulta sobre asuntos de Estado, cuestiones políticas y, desde luego, incidencias de carácter personal.

Este otoño, ha vuelto a coger la escopeta. Siempre se dijo que no podría cazar de nuevo. Su movilidad no es la más adecuada para triscar por los montes, uno de sus pulmones sufrió una severa intervención quirúrgica, ha pasado catorce veces por el quirófano y, como casi todos los cazadores veteranos, está algo duro de oído. Pero su empeño y su afición pueden con todos los obstáculos. El Rey ha salido de nuevo de cacería. En plan prudente, confiesa uno de sus amigos, que le ha acompañado en alguna de estas jornadas. Lo hace con precaución. Camina lo justo. Se sienta en el puesto y aguanta hasta que haga falta. Cuando aparece la pieza, el Rey hace salir un artefacto metálico que emerge de su cadera y que le sirve de base para apoyar el brazo con el que sujeta el cañón del arma. Es su bastón para disparar.

Se trata de un curioso invento de diseño ex profeso para el Monarca ya que la debilidad de su hombro no le permite aguantar con fuerza la escopeta. Funciona a las mil maravillas y quienes lo han visto en acción comentan que el Rey se maneja con enorme soltura con este artilugio. Tiene algo de pieza ortopédica o robótica. Por eso alguno de sus amigos le llama 'el cazador robocop' o 'la escopeta metálica', para elegir. 

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP