"Rato siempre ha sido un sinvergüenza como su familia, pero es que además es una persona prepotente que se ha ganado muchos enemigos". Así se despacha en una terraza de la calle Serrano de Madrid una vieja gloria del Partido Popular, diputado durante muchas legislaturas en el Congreso, prohombre de ese primer PP que nació de las cenizas del franquismo a las órdenes de Manuel Fraga. Por respeto, protegeremos su identidad. Este hombre mantiene su relación con Rajoy, con Aznar, con Esperanza, con Gallardón, con todas las personas que han sido algo en el partido en las últimas dos décadas, gobernando Madrid y 'provincias' mientras engordaban su cuenta corriente. Alucina con el escándalo de las tarjetas 'black' pero desde el conocimiento del que ha visto cosas mucho peores. Sabe que no es más que un capítulo más en la presunta corrupción auspiciada por su partido: "Yo no he sido un santo, pero lo que pasa ahora es indecente".
"El principal problema de Rato, más que las tarjetas, son los 6 millones que le pagó Lazard que veremos cómo lo justifica"
Reparte a diestro y siniestro a todos los que han sido sus compañeros de partido durante décadas y que ahora lo tienen abandonado "con una pensión de 2.000 euros que no me da para pagar los gastos", lo cual lo obliga a pensar en soltar lastre, a tener que vender propiedades para subsistir. Cuando los gastos fijos son muy altos por el nivel de vida arrastrado, se lo comen a uno por los pies. Pero quien se lleva la palma en las críticas de este político veterano es Rodrigo Rato Figaredo y su íntimo amigo el murciano Vicente Martínez Pujalte, con quien nuestro protagonista mantiene desde años un enfrentamiento a cara de perro. "Rato tiene un problema gordo sobre todo por los 6 millones que le pagó Lazard, ese es su principal problema y veremos cómo lo justifica", asegura mientras paladea su bebida en una terraza de la ya citada calle Serrano, donde uno puede toparse con María Dolores de Cospedal y su marido, con Eduardo Inda, con importantes empresarios, apenas avanzando unos metros por sus aceras.
Este Buscón asiste atónito a la prueba de cómo la corrupción está descomponiendo al PP en las familias que siempre lo formaron, y que se mantenían unidas mientras que todo era una balsa de aceite. Ahora que la justicia persigue a muchos de los populares y parte de la ciudadanía señala con el dedo al 'capo di tutti capi' Aznar, los navajazos por salvar el trasero son antológicos en la organización. Todos saben perfectamente que el presidente del Gobierno no hará nada por ayudar a los que ya han caído, pues no es hombre de emprender guerras que sabe que va a perder. La suerte puede estar echada.
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