Pues me lo cuenta un broker de cacerías, como le gusta que le llamen, de esos que tiene un pequeño despachito en Velázquez y organiza safaris de alto copete también. Me asegura que de vez en cuando les viene algún inspector a visitar para que le pasen listas de lo que abate la gente en los viajes organizados y se teme algo parecido con las monterías; esos saraos que ahora están por comenzar y en los que se mueve mucho dinero negro. De hecho, no sería la primera vez que se presentan policías judiciales o incluso guardias civiles en alguna finca a echar un ojo o preguntar por alguna persona determinada.
Y eso que no se prevé en absoluto una temporada de monterías boyante. Ni hay dinero, ni tampoco muchas ganas de cachondeo. Tal vez el elefante monárquico de Tanzania tuvo algo de simbólico, por cuanto esa caída y rotura de cadera real haya podido significar la última gran correría, aunque haya sido en África y no en alguna de las fincas de Castilla-La Mancha, Extremadura o Andalucía. Unos tiempos felices que quién sabe si volverán. Entre otras cosas, porque sería interesante saber cuántas fincas están pignoradas, embargadas...
No hace tanto que algunos se daban de tortas por estar en las cacerías más de moda y si había que pagar 20.000 euros por un fin de semana, se pagaban. Luego, a presumir todo el mundo de que si yo he disparado con Sánchez Galán, Abelló, el juez Garzón, este o el otro.
Pero ahora, el Gobierno está como loco. “Montoro quiere sacar dinero de debajo de las piedras”, me comentaba muy contrito mi organizador, y la lucha contra el fraude pretende tener lo más controlado posible a quien realice safaris, vaya de monterías y, sobre todo, se cobre piezas. Ojito este invierno, por tanto.
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