Teresa Ribera está (demasiado) confiada. La vicepresidenta tercera y candidata del PSOE en las elecciones europeas del próximo 9 de junio se ve ya comisaria europea. Es más, habla como si lo fuera. "Cuantas más comisarias progresistas tengamos, antes conseguiremos combinar la agenda verde y social", se la escuchó decir este martes. Fuentes socialistas en Bruselas aseguran en conversación con este diario: "Eso está hecho". Uno de los grandes alicientes de Ribera para embarcarse en la carrera electoral es ese puesto. Fue la única forma que encontró Pedro Sánchez para convencerla. Incluso le traicionó el subconsciente: "Como comisaria, empezamos una década compleja", dijo en un acto en Madrid.
En efecto, el auténtico objetivo de Ribera es formar parte del Ejecutivo comunitario. Poco le importa que haya otros candidatos, como el checo Jozef Sikela, ministro de Industria y Comercio de aquel país, con posibilidades de hacerse con su codiciado puesto. Las fuentes consultadas coinciden en apuntar que Ribera tiene una hoja de servicios reconocida fuera de España, pero lo cierto es que sus posicionamientos políticos son menos conocidos. Ribera no está acostumbrada a entrar en el enfrentamiento diario con la oposición. Y la idea de hacer campaña en un ambiente tan polarizado y crispado le causa rechazo, porque cualquier error no forzado puede lastrar sus opciones de optar a un alto cargo.
Sánchez ya le propuso a Ribera la aventura, pero se negó. La titular de Transición Ecológica no veía con buenos ojos meterse en el lodazal de la política y de la campaña, aunque sí aspirar a uno de los puestos de comisaria comunitaria que, previsiblemente, tocarán a la socialdemocracia española. Será, además, uno de los pocos puestos que logre Madrid tras la llegada de la exministra de Economía Nadia Calviño a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Este quinquenio europeo, España tiene complicada la disputa por los conocidos como 'top jobs' de Bruselas.
Ella misma teme ahora que su perfil no cuente lo suficiente durante la campaña para reflotar las expectativas del partido, porque en la planta noble de Ferraz se trabaja ya con la tesis de que esos comicios serán una especie de plebiscito sobre el presidente del Gobierno tras tensionar al país con sus cinco días de reflexión y emprender a posteriori un camino de "regeneración" que apunta a los medios no afines y al Poder Judicial. Por mucho que la victoria de Illa en Cataluña haya sido un revulsivo, en el partido saben que la derecha estará movilizada y con muchas ganas de votar 'no' a Sánchez cuando se abran las urnas.
A todo esto hay que sumar el impacto de su salida de Moncloa, que decidirá el presidente. Y es que la relación entre María Jesús Montero, vicepresidenta primera, y Yolanda Díaz, segunda, se ha deteriorado en el último año. Por ello, la salida Ribera rumbo a Bruselas recrudecerá la guerra entre ambas. El presidente del Gobierno, según fuentes gubernamentales, se está pensando qué hacer: si dejar tres vicepresidencias o repartir la tarta entre la ministra de Hacienda y la titular de Trabajo. Pedro Sánchez tendrá que reestructurar los equilibrios de poder en su gabinete, en el que todo parece indicar que el socio menor de la coalición (Sumar) se quedará igual o incluso verá mermada su influencia.
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