En el viejo anuncio de un producto limpiador del hogar, un mayordomo aseguraba que el algodón no engañaba tras mostrar un trozo impoluto. Algo parecido se puede decir en las investigaciones policiales de las conversaciones telefónicas intervenidas por orden judicial. Tampoco engañan y, desde luego, aclaran mucho. La Operación Mercurio, que ha puesto contra las cuerdas a los socialistas catalanes poco después de que las urnas los hubiese dejado ya un tanto groguis, es un buen ejemplo de ello. Y su principal implicado, el alcalde de Sabadell, el todopoderoso Manuel Bustos, un buen ejemplo de 'mayordomo'. Porque aunque tras conocerse su imputación, el destacado dirigente del PSC se haya llevado las manos a la cabeza y dado golpes de pecho con su inocencia, lo cierto es que sabía desde hace tiempo que la mosca, o mejor dicho, los Mossos, estaban detrás de su oreja, literalmente.
Le cuentan a este Buscón fuentes conocedoras de los detalles de las pesquisas, que Bustos fue un objetivo de la investigación casi desde el minuto uno de las mismas y que, de hecho, el juez ordenó que se le pinchase el teléfono para poder saber con quién hablaba y de qué. Gracias a ello, los investigadores supieron detalles de sus supuestos tejemanejes, no sólo monetarios, que han llevado al magistrado a imputarle y a ordenar el registro de su despacho en el Ayuntamiento. Pero también a conocer que sus tentáculos le permitieron saber con antelación que la Justicia seguía sus pasos de cerca.
De hecho, en uno de esos conversaciones intervenidas judicialmente, Bustos le asegura a su interlocutor que sabe que le están investigando, aunque no detalla cómo ha llegado a saberlo. ¿Una filtración accidental? ¿Un chivatazo a lo 'bar Faisán'? ¿Una bola de cristal de propiedad municipal? ¿Intuición política? Aún no se sabe, pero lo cierto es que los responsables de las pesquisas se quedaron boquiabiertos al escucharle y temieron que se les vinieran abajo gran parte de los dos años de trabajo que habían realizado.
Por fortuna, el todopoderoso alcalde de Sabadell pensó que no podía pasarle nada, que era inmune a esas investigaciones --pinchazos incluidos--, y la Operación Mercurio siguió adelante. El martes, cuando se conoció su imputación, clamó por su inocencia, pero fue bastante ambiguo cuando los periodistas le preguntaron por los delitos concretos de los que se le acusaba. Bustos, que según las reveladoras conversaciones telefónicas era conocido como el capo por los otros presuntos integrantes de la trama por su poder dentro de la misma, insiste estos días en pasar el algodón a su honestidad. Alguien debería decirle que en la publicidad siempre hay truco y que los mayordomos al final siempre encuentran suciedad.
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