Si algo deberíamos haber aprendido los catalanes que no comulgamos ni con el nacionalismo ni con el independentismo es que el interés prioritario de los partidos estatales, da igual si es el PP o el PSOE, y presumiblemente cualquier otro, es alcanzar el gobierno de España. Y que en el Estado las alianzas entre partidos calificados, o auto calificados, de derechas o izquierdas es imposible, ya sea por influencia del recuerdo de la guerra civil, ya por el bipartidismo dominante.
En estas circunstancias los partidos nacionalistas, o de ámbito regional, aunque no sean nacionalistas, se convierten de facto en árbitros de la situación, muy especialmente los catalanes por el elevado número de diputados de las circunscripciones catalanas. Ciudadanos, que podría haber jugado ese papel de bisagra, desperdició, al menos transitoriamente, esa oportunidad, aunque nunca sabremos si otro posicionamiento de Rivera hubiera acabado o no de la misma manera, visto lo que estamos viviendo ahora.
Ante esa realidad las reivindicaciones de los catalanes no nacionalistas quedan siempre relegadas. Y no sólo eso, su propia existencia queda desfigurada ante la apropiación de la catalanidad por el nacionalismo. En la negociación actual para la investidura de Pedro Sánchez la imagen que vuelve a desprenderse de cara a la opinión pública es que catalanes e independentistas son sinónimos.
Ciudadanos, que podría haber jugado ese papel de bisagra, desperdició, al menos transitoriamente, esa oportunidad
Como se demuestra elección tras elección los vínculos territoriales, incluso en los territorios sin partidos nacionalistas, tienen cada vez más peso en la decisión de los electores. Tanto a derecha como a izquierda tenemos numerosos ejemplos de lo que digo. Desde Revilla, a UPN, pasando por Coalición Canaria, desde los Comunes a Compromís. El último caso el de Teruel existe. Desde el ámbito constitucionalista un partido exclusivamente catalán sólo es defendido, a día de hoy, por el catalanismo no soberanista de La LLiga y Lliures.
Como un partido de ámbito catalán de amplias fronteras está más que verde, aunque sería deseable, mientras tanto y de cara a la cita electoral presumiblemente más cercana, las elecciones catalanas, la única posibilidad de desbancar al independentismo del gobierno de Cataluña, sin que sea sustituido por un Tripartito, es una coalición electoral para las próximas autonómicas.
En la negociación actual para la investidura de Pedro Sánchez la imagen que vuelve a desprenderse de cara a la opinión pública es que catalanes e independentistas son sinónimos
Desde el PP se ha planteado Cataluña Suma, una coalición electoral entre Ciudadanos y PP. Me parece una propuesta en la buena dirección, pero insuficiente. Una alternativa puramente defensiva sin opciones ganadoras. Sobre todo, si Ciudadanos no es capaz antes de refundarse y relanzarse en Cataluña de forma significativa. Se habla también de una posible incorporación de Manuel Valls, no sabemos si partiendo de su estructura actual o previa constitución de un partido estatal de centro izquierda que ocupe el espacio dejado por el PSOE por sus pactos con Podemos, PNV y ERC.
Esa coalición, para tener opciones serias de ser una alternativa de gobierno en Cataluña, debería incorporar al partido que surja de la confluencia de La LLiga, Lliures y otras entidades catalanistas inequívocamente no soberanistas. Estamos en momentos excepcionales. Ya sabemos lo que trajeron los anteriores Tripartitos. No se trata de confundir la esencia diferenciada de cada organización. Al contrario, se trata de hacer visible la voluntad de acuerdo entre diferentes, lo que en las actuales circunstancias es un valor en sí mismo. Se trata de ofrecer a los catalanes un programa de gobierno a cuatro años que aborde las cuestiones más urgentes, y son muchas. No debería ser tan difícil dadas las circunstancias.
Si atendemos a los resultados de las últimas autonómicas, y al evidente deterioro del clima político y de convivencia en Cataluña desde entonces, una coalición de esta naturaleza podría rondar los 50 diputados, Ciudadanos y PP obtuvieron 40 diputados, presentándose por separado con la penalización que ello comporta en Lleida, Tarragona y Girona. La aportación del catalanismo no soberanista sería decisiva para alcanzar los 50 diputados y hacer que el PSC abandone sus inclinaciones tripartitas para conformar un gobierno que se dedique durante cuatro años a solventar problemas cotidianos y concretos en lugar de crearlos.
Se trata de ofrecer a los catalanes un programa de gobierno a cuatro años que aborde las cuestiones más urgentes
Nadie sabe a ciencia cierta la fecha de las próximas elecciones catalanas. Muchas incógnitas por despejar. ¿Qué pasará el día 19 con los eurodiputados en la cárcel o fugados? ¿Los dirigentes de ERC darán el paso de apoyar a Sánchez como ya han pactado, o la presión de las bases y los acontecimientos de última hora les harán flaquear? Pero, antes o después, 2020 será año electoral en Cataluña. Todas las fuerzas políticas involucradas en una coalición como la descrita tienen antes, salvo quizás el PP que ha alcanzado con Alejandro Fernández una estabilidad no prevista, que hacer sus deberes, y no son fáciles. Deben asentar su propia personalidad. Pero bueno sería que no cerrarán esta puerta de la coalición. Los catalanes no nacionalistas, ni independentistas se lo agradeceríamos. Tenemos ganas de pasar página, al menos una temporada.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación