El posicionamiento del Govern frente a la pandemia tiene un solo objetivo: publicitar el relato que con una Cataluña independiente habría habido menos muertos por cuanto la respuesta a la crisis sanitaria hubiera sido más eficaz y rápida. Este posicionamiento es el preámbulo del que va a ser su discurso en los próximos meses: la crisis económica también sería más llevadera en una Cataluña independiente. Hemos pasado del España nos roba al España nos mata y nos arruina.
Poco importa que los hechos desmientan estas afirmaciones. En Cataluña se negó la gravedad de la pandemia tanto como en el resto de España, la hemeroteca es inapelable a este respecto. Ayer mismo la portavoz del Govern decía que en una Cataluña independiente se hubieran evitado muertes y contagios, a pesar de irse a Perpiñán el 29 de febrero cuando la pandemia ya había sido declarada hacia tiempo por la OMS y se conocía el peligro de actos masivos. También en toda Cataluña se jalearon las manifestaciones del 8-M. La gestión de las residencias ha sido todo menos modélica. Se han paralizado actuaciones de la UME por motivos exclusivamente ideológicos. Los sanitarios han sido abandonados a su suerte. La distribución de mascarillas ha sido todo un fiasco. En resumen, la gestión de la crisis ha adolecido de los mismos errores que los que ha tenido el gobierno central, con el agravante de su manifiesta y constante deslealtad.
Poco importa que la solución a problemas globales, y nada más universal que esta pandemia, no sea la proliferación de fronteras, ni más aislamiento, ni más divisiones, ni más enfrentamientos. Poco importa que las soluciones sanitarias y económicas sólo sean eficaces con más colaboración, con más solidaridad, más intercambio de información, más trasparencia global.
En Cataluña se negó la gravedad de la pandemia tanto como en el resto de España, la hemeroteca es inapelable a este respecto
Los hechos no cuentan en Cataluña. El marco mental se ha consolidado durante 40 años de lluvia fina. El independentismo vive en un mundo blindado al exterior. Goza de un sistema mediático propio que lo hace inmune. El nivel de crítica a la gestión del gobierno catalán es infinitamente menor que el que sufre el gobierno español, y ello tanto en los medios catalanes como en los del conjunto de España. El independentismo aprovecha en beneficio propio que en el conjunto de España lo que prime es la guerra entre gobierno y oposición.
Ninguna de las televisiones privadas y menos TVE, dedica tertulias y programas a denunciar sistemáticamente la gestión del Govern durante la pandemia, ni a que el independentismo continúe abriendo embajadas, ni que mantenga los mayores sueldos de España, ni que aumente en plena crisis las pensiones de los expresidentes, por el contrario TV3 es una televisión al servicio del secesionismo, sin fisura alguna. Con su tradicional mezcla de victimismo y supremacismo el independentismo machaca su mantra preferido: aquí todo lo hacemos bien y todo lo malo viene de fuera. Ello les permite dedicar todas sus energías a conspirar, sin perder el tiempo en gestionar nada que no sea la agitación y propaganda.
Al independentismo catalán la democracia le importa un carajo. Para todo nacionalista el fin justifica los medios. Por eso la confrontación con el independentismo no debe basarse en contraponer banderas si no en confrontar democracia y totalitarismo. Al nacionalismo catalán no se le gana contraponiéndole el nacionalismo español, si no con un discurso alternativo al nacionalismo que conecte con la mentalidad de las generaciones más jóvenes.
Al independentismo catalán la democracia le importa un carajo
El independentismo trabaja para mantener la movilización de los suyos y la desmovilización de quienes no lo son. Piensan que las dificultades económicas que vendrán son el mejor caldo de cultivo de sus postulados. Confían en que la crisis económica hará posible que la abstención crezca entre los no independentistas y que algún despistado ,o desesperado, abrace la idea de la independencia como solución mágica a sus problemas. El objetivo es sobrepasar el 50% de los votos en las próximas elecciones autonómicas para redoblar su chantaje y sus amenazas.
En estas circunstancias los catalanes no necesitamos más emuladores de Chamberlain. La situación no va a mejorar ni con mesas de diálogo ni con concesiones que siempre serán insuficientes y sólo servirán para reforzar el poder del independentismo y legitimar sus reivindicaciones. El independentismo va a redoblar su ofensiva aprovechando la nueva ventana de oportunidad que le va a dar la profunda crisis económica que se avecina y pocos se preocupan, y mucho menos se ocupan, de afrontar el problema como demanda.
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