Pedro Sánchez está empeñado en abrir un nuevo ciclo político de larga de duración que pasa por el mantenimiento del pacto de gobierno en el País Vasco con el PNV y Podemos, y por la redición del Tripartito en Cataluña. Esta semana el pacto presupuestario en el Ayuntamiento de Barcelona fue el preámbulo de un futuro pacto tras las próximas elecciones autonómicas.
Para formalizar este nuevo pacto es fundamental que ERC gane a JuntsXCat, o lo que es lo mismo a Puigdemont. Para conseguir eso, la clave está en que el candidato republicano sea Junqueras, el autor de la teoría de “una merda, una puta merda”, escatológico pensamiento expuesto por el exvicepresidente catalán el pasado fin de semana en El País.
Sánchez tiene todo el interés del mundo en que el candidato republicano sea Junqueras porque este ofrece mayores garantías demoscópicas frente a Puigdemont que Aragonés. El problema está en que Junqueras tiene una condena en firme que incluye inhabilitación por tres lustros y, por tanto, para poderse presentar o bien le indulta en el Consejo de Ministros o bien le indultan pero disimulando, o lo que es lo mismo, cambia la ley y reforma el delito de sedición para rebajar su tipificación y pena y, en consecuencia, Junqueras salga libre por la puerta trasera de Lledoners.
Modificar la Ley es mejor para el Presidente del Gobierno que llevar el indulto al consejo de ministros de los martes. En un debate parlamentario ERC, Bildu y todos sus microaliados le harán el trabajo sucio de defender la reforma legal y él, como en el debate de investidura permanecerá impávido en su escaño. En cambio si el acuerdo fuera en el Consejo de Ministros su flamante portavoz y próxima candidata a la Junta de Andalucía debería rendir cuentas.
El principal problema de esta estrategia es que si el trámite de modificación legal es excesivamente rápido, tal como exigen los republicanos, eso pueden dificultar la retirada de la inmunidad a Puigdemont en el Parlamento Europeo y eso no conviene ni a Sánchez ni a Junqueras.
ERC entre las exigencias no escritas le ha dicho al PSOE que hagan ellos el trabajo sucio de cortocircuitar a Puigdemont en Europa. Mientras la delegación socialista maniobra para que la votación se realice en el pleno del parlamento sin sobresaltos, los republicanos se golpearán el pecho farisaicamente y luego irán al Roi d’Espagne de la Gran Place bruselense a celebrar la retirada de la inmunidad. Ya lo ha apuntado Iratxe Garcia, presidenta del grupo socialista en el europarlamento en una entrevista en El País en la que ha declarado que “la gran mayoría de los socialistas votará retirar la inmunidad a Puigdemont”.
Anular a Puigdemont y rehabilitar a Junqueras, ganar tiempo mientras se anuncian medidas efectistas como el aumento en 50 euros del SMI, el 2% de incremento del salario de los funcionarios o la revalorización de las pensiones un 0,9%; para así, ir cociendo unos presupuestos generales del Estado que permitan a Sánchez llegar hasta 2022. Cuando el pleno del congreso apruebe esas cuentas Sánchez será presa del síndrome de Moncloa y empezará el si te visto no me acuerdo.
Ese si te visto no me acuerdo por ahora solo lo sufren los votantes constitucionalistas de Sánchez, en especial aquellos que le votaron en las cuatro provincias catalanas motivados por su frase “yo traeré a Puigdemont a que sea juzgado en España”. Cuando las cuentas del Reino estén en el BOE ese mismo vacío lo notarán también sus hoy entusiastas aliados.
Ese nuevo giro de Sánchez, al igual que Obi Wan Kenobi en Star Wars, será la última esperanza del constitucionalismo y de que alguna institución del estado quede en pie tras el vendaval Sánchez.
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