Historiador y articulista, César Alcalá es uno de los mejores conocedores del carlismo. Autor de numerosos ensayos sobre Cataluña, presenta ahora Claves para comprender el independentismo. La historia continúa... (Editorial Sekotia). Una obra en la que repasa la historia del separatismo catalán desde la Renaixença del s. XIX hasta las consecuencias del juicio al procés, cuya sentencia conocimos el pasado mes de octubre. En su charla con El Liberal, Alcalá demuestra tener claro que el separatismo no desea realmente la independencia y que, a su juicio, bastarían una mejor financiación y un mayor número de competencias para desactivar el procés.
¿Debemos remontarnos hasta el s. XIX para entender lo que pasa hoy en Cataluña?
Aunque nos hayan vendido historias que nada tienen que ver con la realidad, todo empezó a mediados del siglo XIX. No es cierto que Cataluña se levantara en armas en la guerra de Sucesión para seguir siendo independiente. Todo lo contrario. Los catalanes de aquella época siempre se sintieron muy españoles. A mediados del siglo XIX, el romanticismo influyó en algunas mentes que decidieron estructurar un relato ficticio. Sobre esta base, los hombres de la Renaixença empezaron a tejer una mitología, se inventaron una historia y le dieron importancia a una lengua que muy pocos hablaban. Luego evolucionaron hacia un catalanismo racista, en el cual se autoproclamaron seres superiores al resto de españoles.
Hablamos de una Cataluña protegida por el Estado, industrial, con una potente burguesía pero también esclavista, que es algo de lo que no se suele hablar.
Cierto. Y algunos de estos esclavistas, que formaban parte de la burguesía catalana, utilizaron parte de su dinero y financiaron lo que acabo de decir. Era una distracción en un mundo en el cual el analfabetismo era muy elevado y los burgueses necesitaban distracciones.
Los hombres de la Renaixença evolucionaron hacia un catalanismo racista en el que se autoproclamaron seres superiores.
Muchos independentistas creen hoy que el franquismo tuvo un interés especial en aplastar a Cataluña. Incluso, ven la Guerra Civil como un conflicto entre España y Cataluña en el que, por supuesto, los buenos eran ellos. ¿Cómo se llega a tergiversar así la historia? ¿Tienen algo de razón?
No tienen razón. Es cierto que algunos piensan que la Guerra Civil ocurrió como consecuencia de querer acabar con Cataluña. El problema radica en la actualidad. El Institut de Nova Historia ha hecho mucho daño. Un ente subvencionado por el movimiento independentista para tergiversar la historia y para inventársela. Lo de la guerra civil, que Teresa de Ávila, Calderón de la Barca, Erasmo de Rotterdam, Cristobal Colón, entre otros, eran catalanes. Todas estas falacias han calado en una parte de la sociedad catalana hiperventilada y adoctrinada por TV3. Mire, Joan Casanovas, presidente del Parlament y miembro de ERC, quiso entrevistarse con Franco durante la guerra. Le propuso apoyarlo a condición de que Cataluña mantuviera su estatuto.
Las familias de muchos de los que hoy lideran el procés vivieron muy bien durante el franquismo y no destacaron precisamente por luchar contra el régimen. Sus descendientes niegan ese pasado pero, a la vez, demuestran unos tics autoritarios que recuerdan mucho a esa etapa. ¿Qué quieren realmente los independentistas?
El problema del independentismo es que han creado una estructura económica que ha permitido liberar a mucha gente. Eso significa que muchas personas viven del independentismo. Lo que realmente quieren es que esto no se acabe. No tienen ganas de ser independientes. Todo lo contrario. Viven muy bien del independentismo. Si se les acaba, se quedarán en el paro y será difícil recolocarlos.
Casanovas, presidente del Parlament y miembro de ERC, propuso a Franco apoyarlo a cambio de que Cataluña mantuviera su estatuto.
Aquellos hijos del franquismo hoy son independentistas porque, en el fondo, reniegan de sus principios familiares. Han encontrado una excusa para hacer algo que nunca habían hecho. Esto es, rebelarse contra el poder establecido. No deja de ser un acto de rebeldía y un intento de demostrar que son algo, que están vivos.
¿Se puede decir que el Programa 2000 de Jordi Pujol ha funcionado?
¡Por supuesto que ha funcionado! Es el documento base de lo que está ocurriendo hoy en día. En su momento pasó sin pena ni gloria. Quizás es lo que quería Pujol. Ahora bien, si uno lo va leyendo y tiene memoria de lo que ha ocurrido en Cataluña en estos últimos treinta años, verá que, punto por punto, el Programa 2000 se ha aplicado y, en algunos casos, se ha implementado.
En uno de los capítulos de su libro, usted se pregunta si Cataluña es tan independentista como nos quieren hacer ver. ¿Cuál es su percepción?
Siempre ha habido independentismo en Cataluña, pero ha sido minoritario. El independentismo nunca ha sido un tema de conversación a gran escala. En la época de Pujol, se era catalanista o nacionalista, pero no independentista. El centro derecha catalán, el que representaba CiU, consideraba que se tenía que convivir. Cataluña siempre ha sido una tierra de acogida. Diversa. Y, por eso, plural.
Habla también del Institut Nova Història. Como historiador, ¿qué opina de esta entidad que, a priori, para un profano es más bien algo esperpéntico?
No es sólo esperpéntico sino, como he dicho antes, estos pseudohistoriadores llamados Víctor Cucurull y Jordi Bilbeny han estructurado un mundo de ficción. Si Tolkien creo un mundo fantástico, estos dos han creado otro con Cataluña como centro de todo. Lo que no es catalán, no existe. Los catalanes descubrieron América, los principales descubrimientos son obra de catalanes y los grandes escritores también.
Es vergonzoso que el dinero de todos sirva para financiar cosas como el Institut Nova Història.
Le pongo un ejemplo. Parece ser que Cervantes, de origen catalán, tuvo que huir por culpa de la Inquisición. Su huida le llevó a Inglaterra. Ahí, para pasar desapercibido, cambió de nombre y pasó a llamarse William Shakespeare. Así actúa el Institut Nova Història. Es vergonzoso que el dinero de todos sirva para financiar cosas así.
Dedica otro capítulo a Tabarnia. ¿Permite el humor sobrellevar o conllevar la situación creada por el separatismo?
Las dos cosas. Hubo un momento en Cataluña, cuando la presión del independentismo fue tal que los llamados constitucionalistas estaban desamparados, en el que, si no eras independentista, no eras nada. Y apareció Tabarnia. Y la gente se aferró a ello para proclamar que eran tabarneses. "No soy independentista, soy tabarnés", decían. Esto ayudó psicológicamente a muchos y permitió que la gente saliera a la calle para manifestarse.
Tabarnia ayudó psicológicamente a muchos y permitió que la gente saliera a la calle a manifestarse.
Cuando evolucionó el movimiento, se pensó en contraprogramar lo que ellos habían creado. De ahí que hubiera un presidente en el exilio llamado Albert Boadella y todo lo que ocurrió. El movimiento Tabarnia les puso un espejo a los independentistas para demostrarles lo absurdo de sus postulados. Hay que decir que funcionó. se enfadaron, pero también se dieron cuenta de sus absurdas acciones para dividir una sociedad que nunca lo había estado.
Dice usted que "el futuro pasa por volver a la realidad, por dura que sea". ¿Cómo se logra eso?
Se tiene que hacer un punto y aparte. Lo ocurrido debe quedar en el pasado. Y es que la realidad radica en el hecho explícito de que Cataluña nunca ha sido un país independiente. Esta realidad la deben asumir los independentistas. Luego podemos hablar de otros temas que, en el fondo siempre son los mismos. Desde tiempos de Pujol, Cataluña ha reclamado lo mismo: más dinero y más competencias. Esto también pasó en la época del tripartito.
Los independentistas deben asumir que Cataluña nunca ha sido un país independiente.
Siempre es lo mismo y siempre lo han conseguido. La triste de todo esto es que el independentismo ha fracturado la sociedad catalana con una mentira para reclamar dinero y competencias. Porque ellos saben que nunca conseguirán la independencia. Otro tema que deben afrontar es el de sus sabios. Esto es, se tiene que dirigir a ellos y decirles que han mentido, que todo lo que dijeron no era verdad. Esto es duro, porque perderán credibilidad. Ya la están perdiendo con el paso de los días. En definitiva, tendrán que dar marcha atrás en muchas cosas y esto es muy duro.
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