En 2020 coinciden tres aniversarios relacionados con Jordi Pujol. Los recuerda Jordi Panyella en el Punt-Avui: el de su nacimiento, el 9 de junio de 1930; el de su investidura como presidente de la Generalitat, el 24 de abril de 1980, y el de los llamados hechos del Palau de la Música, el 19 de mayo de 1960, que le costaro tres años de cárcel.
Cree Panyella que "si este fuera un país un poco normal (…) este año 2020 habría sido declarado Año Pujol". Pues hay que decir que contribuye en gran manera a la anormalidad de este país que determinadas relaciones y transacciones hayan sido muy mal explicadas o hayan quedado sin explicar. Y eso en la más optimista de las hipótesis.
No sólo las circunstancias sanitarias harán que la efeméride sea oficialmente olvidada; lo será también porque nadie quiere recordar de dónde viene. Aún es demasiado pronto para evocar el pujolismo con la necesaria distancia y la imprescindible frialdad; ni el pujolismo ni su reflejo, el antipujolismo.
Sin duda, "sería bueno que la obra de su gobierno fuera juzgada un día en su justa medida, y que se haga de manera desacomplejada al margen de los que lo condicionan todo al epílogo que ha enturbiado la trayectoria política". Pero el epílogo, aún abierto, y la sombra que proyecta sobre los 23 años de gobierno de Jordi Pujol, siguen condicionando el presente político.
Las elecciones y sus circunstancias
Pere Martí, en vilaweb.cat, analiza la polémica de estos días sobre si conviene ya o no convocar elecciones en Cataluña.
"El problema está en que JxCat y ERC, una vez más, tienen prioridades diferentes. Todos aseguran que la prioridad es la lucha contra el coronavirus, pero ERC quiere pactar una fecha de las elecciones y el presidente Torra, de acuerdo con JxCat, considera que mientras dure la pandemia no hay nada que hablar. El debate sobre la fecha electoral rebrota porque es el síntoma de una legislatura en la que la lealtad entre los socios de gobierno ha brillado por su ausencia".
Y advierte una vez más sobre lo amenazado que está el gobierno autonómico: "El Gobierno prepara una reforma legislativa de la ley de sanidad para mantener la “coordinación sanitaria” con las comunidades autónomas. Si el Tribunal Constitucional español fuera neutral la tumbaría, pero como es parcial, la encontrará justa y necesaria".
Ante el riesgo que después de las elecciones todo siga más o menos igual, apunta: "El debate no debería ser la fecha de las elecciones sino si los dos partidos aún tienen una hoja de ruta compartida que dé sentido y fortaleza a un futuro gobierno".
Sobre la "posible inhabilitación" del presidente de la Generalitat —más bien probable— considera que deberían ponerse de acuerdo: "Será el segundo presidente de la Generalitat que destituye la justicia española y el independentismo no tiene ninguna respuesta conjunta, como ocurrió con la sentencia de los presos".
Sí que hubo una respuesta conjunta después de la sentencia: nos pasamos tres semanas con manifestaciones diarias, cortes de carreteras y sabotajes varios, y si no hubiera sido por la pandemia aún tendríamos la Meridiana cortada cada tarde.
Esto también hay que añadirlo al balance con que todas las candidaturas independentistas se presentarán a las elecciones sean cuando sean.
Pedro Sánchez, el nuevo Roosevelt
Ernesto Ekaizer rememora en el Ara el 'New Deal' del presidente Roosevelt, que, mediante "el potente estado del bienestar, el freno a la especulación del sistema bancario tras su cierre temporal y el lanzamiento del plan de obras públicas, acabó con la Gran Depresión".
Aunque en su momento algunos lo acusaron de traidor a su clase y de pretender instaurar un comunismo como el de la URSS, más adelante se impuso la idea que su presidencia fue lo mejor que le pudo pasar al país.
Haciendo una pirueta comparativa bastante arriesgada, intenta iluminarnos el momento actual: "El Crash del Coronavirus también ha acaecido en un momento de triunfo más que consolidado de la variante más extrema del libre mercado —la ideología neoliberal (…)—, y aunque sectores del establishment y del propio PSOE acusen a Pedro Sánchez de traidor al aliarse con Pablo Iglesias y Unidas Podemos, es lo cierto que un sector más sutil —alejado del Partido Popular y de Vox— cree que el gobierno actual va a tener que sostener el capitalismo al tiempo que esa tarea de apuntalar el sistema requerirá moderar la precariedad y desigualdad afloradas, si cabe todavía más, por la pandemia".
No tenemos remedio
Xavier Roig, también en el Ara, se pregunta si no hay nada que hacer. Critica el nombramiento de Patxi López como presidente de la Comisión para la Reconstrucción Económica y Social en el Congreso, ejemplo de respuesta a la pregunta por qué hacer una cosa bien si se puede hacer mal. Roig es partidario de hacer reformas, contrario al partidismo como manera de gobernar y también al peso del sector público en nuestra sociedad.
"Algunos dirán que el asunto Patxi López es característico de la España más rancia, y que en Cataluña las cosas son muy diferentes. Nos gusta engañarnos. El gobierno catalán tampoco evoluciona por mejor camino. De hecho, no evoluciona hacia ninguna parte. Nuestros partidos (…) están distraídos con la mente orientada a las más altas aspiraciones nacionales: ver si les convienen las elecciones ahora, o más tarde. Ep, y la gente, pendiente. Y es que a antiliberales los catalanes no nos gana nadie".
Su visión de Cataluña es bastante pesimista, es decir bien informada: "En los últimos años hemos pasado a creer que en Madrid todos son amigos nuestros —excepto los del PP, claro—. Y hemos ido derivando hacia una especie de ONG colectiva, enemiga de todo lo que no huela a político-social-público (…) Sólo hay que ver cómo se dan las noticias en los medios. Si se quiere significar que algún servicio es perverso, se acentúa su naturaleza de “empresa privada” (…) Todo teñido de este progresismo frentepopulista que nos asfixia".
Acaba citando a Josep Pla: "Antes pensaba que en este país todo estaba por hacer. Ahora pienso que no hay nada que hacer".
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