Natural de Jerez de la Frontera, Javier López Menacho llegó hace una década a Barcelona para estudiar un máster. Escritor y especialista en comunicación y reputación digital, suyas son obras como Yo, precario y La farsa de las startups. Pero ahora se ha sumergido de lleno en el charneguismo con el ensayo Yo, charnego. Memoria personal de la migración a Cataluña (Catarata). Su objetivo es intentar desentrañar qué fue, qué es y qué será este movimiento que, sin líderes ni fronteras, ha ido evolucionando a lo largo de los años. Su enfoque es original en una Cataluña en la que todo lleva demasiado tiempo girando en torno al procés y sus protagonistas. Una Cataluña en la que, sin embargo, muchos son los que se levantan cada día sintiéndose en tierra de nadie. Son los charnegos.
Acabas de publicar 'Yo, charnego', un ensayo sobre el charneguismo que, la verdad, sorprende por el enfoque. ¿Era necesario actualizar el término?
Me alegra que señales que sorprende el enfoque. Considero que este ensayo tiene una perspectiva de clase obrera, que analiza el legado social y cultural que han dejado tantas personas que llegaron a Cataluña a buscarse la vida. La superación de un estigma, antaño un insulto, hoy un término que o bien se reconvierte o bien desaparece, me parecía un buen punto de partida. También me servía para evaluar mi década en la sociedad catalana y contraponerla, como en un juego de espejos, con la de un viejo charnego. Qué hemos ganado, qué hemos perdido, qué conquistas nos quedan pendientes. Estaba ahí, en mi seno interno, y fue cogiendo forma poco a poco. En Yo, charnego pretendía reclamar que es solo mi visión personal y hace un guiño a un libro importante para mí: Yo, precario.
No sé si era necesario o no actualizar el término, pero desde luego ya no es lo que era y eso está bien recordarlo por el valor histórico y el aprendizaje social que trae consigo. Puede que charnego sea el único concepto peyorativo a cuenta de la procedencia que se sobrepone a su concepción primigenia y hace, como poco, el amago de resignificarse.
¿Qué queda del Pijoaparte en el charneguismo?
La aspiración burguesa es una condición intrínseca al sistema capitalista. Eso siempre estará. La pose, la necesidad de prestigio social, de reconocimiento… siguen presentes en nuestra sociedad y en las capas más bajas. Otra cosa es que la comunidad charnega tenga ya una idiosincrasia y un universo propio del que no existe el imperativo social de desprenderse. El mismo Juan Marsé, con su evolución literaria, marcaba ese camino. Del Pijoaparte al protagonista de El hombre bilingüe se ve una evolución muy clara. De ser charnego nadie se avergüenza hoy.
Dices en tu libro que "la comunidad charnega corre por la calle como un niño en libertad" y a mí esa frase me hace pensar en Gabriel Rufián.
Es señal de una democracia sana. Que las personas charnegas se expresen políticamente como consideren, al margen de su lugar de procedencia, independentistas o no, es señal de un país libre, donde los ciudadanos pueden optar por diferentes manifestaciones políticas. A Rufián, muy a menudo, se le juzga por sus ancestros, y me parece muy injusto. Rufián es él y no otras personas. Si hay que evaluarle, que sea por las políticas económicas, sociales y culturales que lleva a cabo.
A Rufián, si hay que evaluarle, que sea por las políticas económicas, sociales y culturales que lleva a cabo.
Hay una teoría según la cual los primeros charnegos fueron los franceses que emigraron a Cataluña en el s. XVII, "pobres y desolados". En pleno s. XXI, Oriol Junqueras afirmó que los catalanes están más cerca de los franceses que de los españoles. ¿Qué te parece?
No comparto esa afirmación. Me parece que la sociedad española y la catalana son indisociables, al margen del marco político y legal, de que sean uno, dos o infinitos países. Son numerosísimas las familias que se mezclan provenientes de diversos puntos de la península, que comparten tradiciones, costumbres y vínculos de todo tipo. Ese porcentaje, esa frecuencia, no existe de la misma manera en su relación de hermanamiento y proximidad con Francia, si acaso en algunas zonas del norte de Cataluña.
Relacionas el ser charnego con una situación económica no boyante, la incertidumbre, la lucha por el día a día y, a pesar de todo, el orgullo de salir adelante. ¿Hay charnegos jueces, médicos o empresarios de prestigio?
Los hay, por supuesto, pero en menor escala y con poco o nulo propósito de reconocerse como tales. Lo cual, dicho sea de paso, no veo mal. Lo charnego ha estado tradicionalmente vinculado a la clase obrera. Con el tiempo, las nuevas generaciones y el ascenso social de una parte, en mi opinión, muy minoritaria, han ido estableciéndose en diferentes sustratos sociales. Pero el corazón charnego es obrero y tiene una gran conciencia de clase.
Hay charnegos que son jueces o empresarios, pero con nulo propósito de reconocerse como tales.
Hay datos en tu ensayo muy interesantes como que el Partido Socialista Andaluz obtuvo dos diputados en el Parlament en 1980. ¿Tendría éxito hoy un partido de corte charnego?
Fue un hecho hasta entonces insólito en la historia de España y que no se ha vuelto a repetir. Hoy, los comunes hablan de "nación charnega”. Rufián se refirió a sí mismo en el Parlamento como charnego. El PSC ha aludido alguna vez a su vinculación histórica. Todos los partidos, de una u otra forma, en mayor o menor medida, se han acercado a una comunidad, no formal y de límites muy difusos, a buscar votantes. Ya lo hizo el pujolismo en su época hegemónica, tejiendo una enorme red clientelar, y ahora se hace con el marketing propio de la política 2.0. Los partidos nuevos y tradicionales buscan seducirles e integrales en su comunidad de votantes. Si atendemos al retrato robot, tiene una importancia vital, porque en un momento que dos bloques antagónicos se encuentran casi en empate técnico, cualquier desequilibrio declina la balanza política.
"La precariedad se viste de esmoquin en nuestros smartphones", aseguras en tu libro. Un amigo mío decía que nos habían hecho creer que éramos clase media cuando, en realidad, no pasábamos de obreros, por mucho smartphone que tuviéramos o viajes que hiciéramos.
No me sorprenden las palabras de tu amigo. Lo cierto es que el viejo sueño socialdemócrata creó un monstruo aspiracional que acabó por convertirse en una trampa en manos del neoliberalismo. Había, y hay, muchas personas de clase obrera que piensan que están más cerca de la clase dominante de lo que realmente están. Hoy en día, cualquier paso en falso en la vida te acerca a la precariedad y la exclusión social. La innovación se ha usado como melodía por los encantadores de serpientes, por eso en mi libro La farsa de las startups hablo del precariado geek y de la trampa del prestigio tecnológico, que termina creando nuevas fórmulas de subordinación y precariedad.
Hoy en día, cualquier paso en falso en la vida, te acerca a la precariedad y a la exclusión social.
¿Quiénes son los nuevos charnegos?
Si el término perdurara, algo que está por ver, tendría que contar sí o sí con las nuevas comunidades migrantes. Sería algo así como un charnego internacional. Hablo de la comunidad china, paquistaní, latinoamericana... que conviven con las viejas comunidades charnegas en los barrios de extrarradio tanto en metrópolis como en los pueblos de interior. Comparten buena parte de los rasgos heredados de esos charnegos clásicos, vida en el extrarradio, desarraigo, capacidad asociativa, apego a la cultura propia, trabajos precarios...
¿Qué opinas del 'procés'? ¿Estás a favor de la independencia de Cataluña?
Veo el procés como el resultado de una concatenación de fracasos por parte de la clase política. Desde que tumbaran el Estatut -para mí un momento clave para comprender la frustración social que desemboca en el independentismo-, todo ha ido de mal en peor y las posiciones se han ido enrocando cada vez más. Y en sí mismo, el procés parece más una ficción que una realidad. Te lo cuentan hace unos años y no te crees todo lo que ha pasado. Llegué a Barcelona con una Cataluña que buscaba sortear la crisis y con un plan austericida encima de la mesa. Desde entonces, la salida de Mas, la jornada negra del 1-O, la independencia interruptus, la huida de Puigdemont, los políticos entre rejas, el juicio con una tensión insoportable, la surrealista inhabilitación de Torra… el Black Mirror de la política.
El 'procés' es el resultado de una concatenación de fracasos por parte de la clase política.
En cuanto a la pregunta sobre la independencia de Cataluña, no estoy a favor, prefiero que Cataluña siga formando parte de España. Me gustaría tener un proyecto común de país con catalanes, gallegos, vascos, madrileños, murcianos, andaluces… en la búsqueda del republicanismo y la justicia social. Es un dilema en el que me siento extraño, porque para mí si hay alguna patria es tu gente. Aunque entiendo tentadora la idea de un proyecto de país lejos de los borbones y el franquismo sociológico, no creo que una Cataluña independiente mejorara mucho la vida de su ciudadanía en un contexto de auge neoliberal. Un nuevo país de la mano de la vieja Convergencia y sin un respaldo masivo supondría una fractura enorme ahora que las bajas pasiones presiden cualquier discusión social.
Acabo con otra cita de tu libro que me parece fantástica: "Los andaluces vemos en el drama una ventana a la comedia". Para algunos, eso es una frivolidad. Para mí, una virtud que nos permite afrontar el día a día.
Desde luego, cómo si no afrontar el actual día a día, a veces tan hostil. Si no le ponemos un poco de humor a todo esto, cualquiera lo resistiría.
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