Desde que comenzó la crisis del coronavirus en España, me pregunto unas cuantas veces cada día por qué están muriendo tantas personas en Italia y en nuestro país y por qué han fallecido tan pocos alemanes, un país de nuestro entorno. Por no hablar de la lejana Corea o, incluso, de la propia China, donde la epidemia irrumpió de improviso a finales de diciembre y sus autoridades no pudieron contar con la experiencia de otros países para adoptar medidas preventivas. El asunto tiene su miga porque, cuando se le ha formulado a Pedro Sánchez esta pregunta en las conferencias de prensa virtuales, el presidente se ha limitado a responder que el Gobierno ha adoptado las medidas más estrictas de todos los países de su entorno. Preocupante resultaría que, habiendo adoptado las medidas más estrictas, estemos obteniendo resultados tan fatídicos.
Nadie va a poder impedir ya que esta crisis deje en la sociedad española una inmensa estela de dolor y ansiedad emocional, así como una pérdida de bienestar económico de la que tardaremos bastantes años en recuperarnos. Pero, más allá del derecho de los ciudadanos a expresar nuestra irritación hacia un Gobierno negligente y pagado de sí mismo -al menos así lo calificaría su comportamiento hasta el 8 de marzo-, lo que ahora nos interesa a los españoles es tratar de comprender por qué las medidas adoptadas no han logrado detener el crecimiento exponencial del número de afectados en España y aprender de la experiencia de otros países para reorientar nuestros esfuerzos y frenar lo antes posible una crisis que, de prolongarse más allá de tres o cuatro meses, resultaría insoportable para nuestro bienestar, nuestra economía y nuestras ya deficitarias cuentas de las AA.PP.
Los datos
A la hora en que estoy ultimando el artículo, España aparece en la cuarta posición del ranking mundial con 64.059 casos, por detrás de Estados Unidos (85.762), China (81.340), Italia (80.589) y por delante de Alemania (47.343), Irán (29.155), Francia (29.155), Suiza (12.311), Reino Unido (11.568) y Corea del Sur (9.332). Estos 10 países suponen 82.09% de todos los casos registrados e Italia y España suman 26,16% del total de casos. Por otra parte, el ranking de muertes lo encabeza Italia, con 8.165, seguida de España con 4.858, y ambos superando holgadamente los 3.292 fallecidos en China. Los fallecidos en España e Italia suman 52,28% del total de fallecidos, una cifra muy superior al 26,16% de casos. Por último, las tasas de mortalidad o cociente del "total de fallecidos" sobre "total de casos" en los 10 países con mayor número de casos son las siguientes: Italia (10,13%), seguida de España (7,58%), Irán (7,35%), Francia (5,82%), Reino Unido (4,96%) y China (4,05%), y ya a bastante distancia Suiza (1,62%), USA (1,54%), Corea del Sur (1,49%) y Alemania (0,60%).
A la vista de estas cifras, resulta innegable que la rápida expansión de la enfermedad en Italia y España apunta a una gran ligereza e imprevisión de las autoridades de ambos países. En lo que a nosotros atañe, conviene recordar que Fernando Simón, director del Centro de Emergencias y Alertas (CEA), afirmó el 3 de enero que "no habrá en España más de unos cuantos diagnosticados" y el 13 de febrero remachó que "no existe riesgo de infectarse". Escuchando tan tranquilizadoras palabras, ningún español pudo sentir urgencia alguna de adoptar medidas para evitar el contagio. La lúgubre estadística nos permite extraer dos conclusiones. Primera, el coronavirus está siendo más letal en Italia y España que en China, el país que tuvo que enfrentarse al virus sin contar con ninguna experiencia previa. Segunda, el hecho de que la tasa de mortalidad en Italia sea 16,94 veces la de Alemania, un país de nuestro entorno y el quinto por número de contagios, y la tasa de mortalidad de España sea 12,61 veces la de Alemania, nos obliga a buscar explicaciones a unas diferencias tan enormes en las tasas de mortalidad.
Causas
Las elevadas tasas de mortalidad registradas en Italia, 10,19%, y España, 7,58%, podrían obedecer a posibles errores en la medición de las variables; o, como ya se ha apuntado, a la falta de previsión de los gobiernos de Italia y España, cuya inacción durante los meses de enero y febrero y la primera semana de marzo posibilitó que la epidemia se expandiera sin adoptarse ninguna medida preventiva, lo que provocó el colapso de la capacidad hospitalaria.
Empecemos por sopesar los posibles errores de medición. Las tasas de mortalidad se obtienen dividiendo el número de fallecidos por el número de casos y una tasa de mortalidad elevada podría producirse por sobrevaloracíon del numerador o por infravaloración del denominador. En cuanto al numerador, la cifra de fallecidos podemos darla por buena, aun sabiendo que podría haberse infravalorado, al menos en las etapas iniciales de la crisis, al imputarse algunas muertes a otras causas sin haber realizado a los fallecidos la prueba para detectar la presencia del coronavirus. Por tanto, hay razones para cuestionar la cifra del numerador, en todo caso infravalorada.
Más probable es, sin embargo, que el número de casos que figura en el denominador se haya infravalorado de manera grosera en Italia y España, al no haberse realizado pruebas generalizadas para detectar la infección en la población. Ahora bien, para que la abultadas diferencias entre las altas tasas de mortalidad de Italia y España y la tasa de Alemania se explicaran únicamente por la infravaloración del denominador, tendríamos que multiplicar el número de casos de Italia por 16,67 y el de España por 12,43. Al hacerlo, las cifras de total de casos que obtendríamos serían 1.306.647 en Italia, 16,79 veces la cifra de casos totales en China (81.285), y 807.502 en España, 9,93 veces del total de casos registrados en China. Incluso aceptando que las cifras oficiales infravaloran los casos registrados en Italia y España, paree poco plausible que las diferencias entre las elevadas tasas de mortalidad de Italia y España y la muy baja tasa de Alemania puedan achacarse enteramente a la infravaloración del total de casos en los países mediterráneos.
Previsión y gestión de la crisis
En lo que a previsión atañe, resulta instructivo examinar las medidas adoptadas por las autoridades alemanas. Apenas una semana después de tener noticia de los primeros casos en China, el Gobierno de Alemania constituyó un gabinete de crisis el 6 de enero de 2020. El Robert Koch Institute (RKI), una institución que celebró su 125 aniversario en 2016, es el principal órgano del Gobierno Federal en el campo de la biomedicina. El Institute cuenta con 450 científicos en plantilla y, entre las tareas que tiene encomendadas, figura la de "proporcionar una base científica al proceso de decisión política en cuestiones sanitarias". El informe diario (Daily Situation Report) que publica el RKI proporciona las cifras de casos confirmados en laboratorio y fallecimientos, establece áreas de especial riesgo dentro y fuera de Alemania y hace recomendaciones a las autoridades sanitarias. La estadística de casos aparece desglosada por estados (Lander), sexo y edad de la población afectada, y resulta especialmente interesante el gráfico que muestra la evolución de casos desde el inicio de síntomas y cuyas primeras entradas se remontan a la segunda semana de enero.
Contar con un buen sistema sanitario y un protocolo de detección precoz de afectados son los dos pilares esenciales para detener la expansión del contagio. La baja tasa de fallecimientos en Alemania (0,60%), al igual que las de Corea del Sur (1,49%) o Singapur (0,29%), nos obliga a preguntarnos por qué han tenido tanto éxito estos países. Un artículo publicado en el diario Los Ángeles Times (10/03/2020) menciona entre los factores que han ayudado a controlar la expansión del coronavirus en Alemania la pronta cancelación de convenciones y ferias, la extensa red de 1.900 hospitales y las 300 Oficinas de Sanidad Pública que vigilan el cumplimiento de las normas y regulaciones higiénicas y sanitarias en todos los estados. Otro artículo publicado en The Wall Street Journal (22/03/2020) apunta a que una buena parte de los infectados en Alemania eran personas jóvenes y escolares que habían pasado en muchos casos sus vacaciones invernales en Italia y Austria y que muchos hospitales alemanes administraron el test del COVID-19 a los pacientes que presentaban síntomas similares a la gripe.
Resulta obvio que caso de no haberse localizado los focos iniciales de la infección en Alemania, esas personas podrían haber contagiado al personal sanitario y a cualquier otra persona que entrara en contacto con ellos, incluidas personas que por padecer otras enfermedades o su avanzada edad podían fallecer. En cuanto al número de pruebas realizadas en Alemania para detectar la infección, el citado artículo en el WSJ afirma que "se han realizado 200.000 pruebas de coronavirus en las últimas semanas", citando como fuente la Asociación de Médicos de Alemania. Otras publicaciones cifran en 15.000-16.000 los tests realizados diariamente en Alemania.
Alemania cuenta, además, con 27.000 camas de cuidados intensivos mientras que Italia solo cuenta con 7.000 y España con 3.363. Encontrar un tratamiento efectivo va a llevar su tiempo y, entretanto, la única vía práctica de controlar la pandemia a corto plazo es seguir los pasos de Alemania: detección precoz de los infectados para evitar la expansión incontrolada del contagio y el subsiguiente colapso de la asistencia hospitalaria.
Conclusiones
La evolución de casos y tasas de mortalidad en España y el análisis del caso alemán, nos permiten extraer varias conclusiones:
1.- Aunque la falta de pruebas para detectar los casos de coronavirus en España han producido una infravaloración de casos y ello haya podido elevar la tasa de mortalidad registrada por encima de la real, el grado de infravaloración requerido para explicar la enorme diferencia entre las tasas de mortalidad de España e Italia con Alemania es demasiado alto para considerarlo plausible. En otras palabras, hay otras causas detrás de la elevada tasa de mortalidad de España, además de la infravaloración de casos.
2.- Los órganos del Estado encargados de velar por la salud pública han de tener tareas bien definidas y ejercerlas con prontitud y responsabilidad. A esos órganos les compete trasladar a la población la urgencia de adoptar medidas preventivas y prohibir cualquier actividad no estratégica que pueda ayudar a propagar la infección. La frase "si mi hijo me pregunta si puede ir, le diré que haga lo que quiera", pronunciada en la televisión pública por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad en vísperas de la manifestación del 8 de marzo, constituye un ejemplo de irresponsabilidad gravísima.
3.- El Comité de Emergencias y Alertas no solo debería haber desaconsejado la realización de manifestaciones y mítines el 8 de marzo en Madrid y viajar a Italia hasta medidados de marzo, sino que debería haber propuesto al Gobierno adquirir tests para detectar la infección y material sanitario apropiado para atender a los enfermos. No solo no lo hizo sino que su director afirmó el 13 de febrero que "en España no hay coronavirus [y] no hay riesgo de infectarse". Al no alertar a la población ni adoptar ninguna medida preventiva, la pasividad del Gobierno posibilitó que la infección se propagara en España y haya puesto en peligro la vida de decenas de miles de infectados, del personal sanitario y de todos los trabajadores que acuden cada día a sus puestos de trabajo. Hospitales desbordados, falta de material para tratar adecuadamente a los enfermos, 14,9% del personal sanitario contagiado el 26 de marzo y una tasa de mortalidad del 7,58% evidencian una pésima gestión de la crisis. Y con este panorama el presidente Sánchez se atreve todavía a lanzar esta velada amenaza a la oposición: cuando esto pase, me defenderé.
4.- Resulta prioritario iniciar la realización de tests de detección masivos para detener la expansión de la epidemia. El anuncio hecho por el Gobierno el 25 de marzo de que había adquirido en China 5,5 millones de unidades para realizar pruebas de detección rápida dio paso un día después a la noticia de que el cargamento que había llegado era defectuoso y se iba a devolver. E igualmente prioritario es suministrar equipamiento de protección al personal sanitario y los equipos imprescindibles para atender con garantías a los enfermos. Hay también urgencia de equipar a todas las personas que desarrollan tareas con alto riesgo de contagio (Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y UME, funcionarios de prisiones, empleados en residencias de mayores, empresas de seguridad y servicios de limpieza, empleados de comercio, etc). Illa, ministro de Sanidad, reprochó en el Congreso a la oposición que "nadie ha dicho que todo el mundo quiere comprar... y que el mercado está completamente loco". Lo que no dijo es que nadie le impidió aprovisionarse de ese preciado material en enero, febrero, y en la primera semana de marzo. Se precisa más material con urgencia y menos altanería y propaganda.
5.- A la vista del tiempo transcurrido en China desde el inicio de la crisis a finales de diciembre hasta el levantamiento de las restricciones el próximo 8 de abril, podemos concluir que la normalidad laboral en España no se podrá recuperar en el mejor de los escenarios antes de finales de junio y la campaña de turismo de verano está en serio peligro. El impacto de la previsible caída de actividad sobre el PIB y el consiguiente aumento del déficit público será enorme, como expliqué en mi artículo anterior. Por ello, resulta incomprensible que, con la que se nos viene encima, Escrivá, ministro de Inserción Social, Trabajo y Migraciones, reafirmara el compromiso del Gobierno de implementar el ingreso mínimo vital. Con cargo al déficit, supongo.
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