El independentismo se ha adueñado de muchas cosas. Se han adueñado de las sardanas, de los balls de bastons, de los castellers, de las universidades, de casi todo. Pero lo más grotesco y de lo que menos se habla es de la apropiación del lenguaje. No solo del catalán como lengua, sino también de conceptos que han tergiversado y que han utilizado para generar una retórica muy persuasiva. A poco que uno haya leído a George Lakoff o tenga ciertos conocimientos de lingüística cognitiva puede darse cuenta de la fuerza que tiene el lenguaje para el independentismo y del papel tan importante que ha jugado en esta lucha por controlar el relato y el marco mental de los ciudadanos.
En el conflicto que estamos viviendo una de las armas más importantes es el lenguaje, y a la vez es una de las que el constitucionalismo menos ha utilizado. El independentismo ha tergiversado el lenguaje de forma sistemática durante años. Se ha adueñado de él de una manera casi obscena y mediante su uso se ha adueñado del sentir de muchos catalanes.
Uno de los frentes que tenemos abiertos es el de la recuperación del lenguaje. Debemos empezar a recuperar, como si de territorio se tratase, palabra por palabra. La reconquista deberá ser término a término.
Si hacemos un análisis cronológico, la última tergiversación evidente de un concepto ha sido la del concepto “huelga general” utilizada por el independentismo hace unas semanas y utilizado en los medios de comunicación. Lo que sucedió tras la convocatoria del condenado por terrorismo Carles Sastre no fue una convocatoria de huelga general. La huelga es algo mucho más serio, algo mucho más digno. La huelga trata de la defensa de unos derechos laborales que se ven vulnerados. La huelga trata de corregir injusticias hacia los trabajadores, pero eso lo sabe todo aquel que me está leyendo en este momento. Lo sabe también el independentismo, pero no le importa. Pese a ser muy conscientes de que lo de hace unas semanas nada tiene que ver con una huelga general, hemos hablado todos de huelga general. Han conseguido colar el concepto que pretendían tal como han hecho de forma constante en los últimos años. El independentismo acude al debate político, tergiversa términos y luego utiliza el concepto para escudarse en él y generar cualquier tipo de tropelía sin despeinarse. En este caso utiliza el concepto “huelga general” para ocupar las calles de forma totalmente ilegal sin complejo ninguno. ¡Y lo peor es que no pasa nada! Como se te ocurra decir que utilizar el término huelga general es una verdadera memez lo que te van a decir es que no respetas un derecho básico. Y con eso juegan. Con eso convencen.
A poco que uno haya leído a George Lakoff o tenga ciertos conocimientos de lingüística cognitiva puede darse cuenta de la fuerza que tiene el lenguaje para el independentismo
Si hacemos una lista rápida de los conceptos que han ido utilizando a lo largo de estos años encontramos conceptos como libertad, dignidad, democracia etc. Se han adueñado de todos ellos siendo capaces de hacer que sus seguidores crean que si estás en contra de las acciones independentistas de turno estás, directamente, atacando a la libertad, la dignidad o la democracia. Han trabajado a la perfección el discurso emocional, y nosotros, no hemos sabido combatir en ese terreno. El otro día sin ir más lejos, en el programa especial de tv3 sobre los últimos coletazos de los altercados y disturbios que generaron en Barcelona los independentistas violentos, nos pasamos medio programa hablando de “violencia policial” y reflexionando sobre las actuaciones de la policía. ¿Quién tenía interés en introducir ese término? Sin duda los tertulianos independentistas. ¿Para que servía hablar de eso? Para no hablar de la verdadera violencia y de los verdaderos sufridores de dicha violencia. Cuando lo puse de relieve la respuesta fue la de siempre. Negar la mayor. Los independentistas no ejercían violencia porque únicamente quemaban contenedores, y la violencia se ejerce contra las personas, no contra los contenedores, así que, la etiqueta de violentos era para la policía, no para quienes ocupaban las calles y las hacían arder. Según los tertulianos aquellos jóvenes lo único que hacían era “luchar por defender sus derechos”, “luchar por la libertad”, “rebelarse por dignidad”. Automáticamente, etiquetándolos de ese modo, consiguen la asociación sencilla pero eficaz. Los buenos son ellos, hagan lo que hagan, y de ese modo justifican cualquier tipo de acción.
Los ejemplos que podemos encontrar son muchísimos. En Cataluña a nivel de lenguaje vivimos en el mundo al revés. Y lo hemos normalizado. Quienes quebrantan las leyes democráticas son demócratas, quienes las hacen cumplir son represores. Lo peor de todo esto es que han sido capaces hasta de hacer que Catalunya sea sinónimo de independentismo en la mente de muchas personas. Se han adueñado emocionalmente del nombre de nuestra tierra. Esto no lo podemos permitir. No podemos permitir que mientan a cada momento. No podemos permitir que se adueñen de todos esos conceptos que nos pertenecen. No podemos seguir pasándolo por alto en nuestras conversaciones, en nuestros debates, en nuestras tertulias. No podemos permitir que usen el lenguaje induciendo a error. La próxima vez que oigamos que utilizan términos que no se adecuan a la realidad, aunque se nos haga pesado, quizá deberíamos pararnos a hablar sobre ello.