Estos días, la Fira de Santa Llúcia, considerada la más antigua del mundo entre todas las que ofrecen artículos navideños, celebra una nueva edición a los pies de la Catedral de Barcelona. Algunos escritos sugieren que ya era una feria consolidada en el año 1786, tal y como nos explica Albert Deulofeu, artesano y propietario de dos paradas, especializadas en cuevas y paisajes, además de presidente de la Fira. “Para que te hagas una idea -comenta- el escritor Rafael de Amat de cortada, conocido con el pseudónimo de Barón de Maldà y fallecido en el año 1819, ya hacía referencia a esta feria en su publicación Calaix de Sastre”. A día de hoy, este famoso mercado navideño abre sus puertas con 283 paradas, de manos de 240 asociados, divididas en varios sectores: figuras para el belén, verde (abetos, eucalipto, muérdago, acebo, etc.), zambombas, objetos decorativos para el árbol y el resto de la casa, regalos y artesanía variada. Entre las novedades de este año destaca la exposición de nuevas figuras de animales (el mirlo acuático, la tórtola o la codorniz); cuevas que se pueden colgar en la pared como si fueran cuadros, ideales para estancias con poco espacio; los caganers con más eco mediático y político, proyectores holográficos que reproducen imágenes navideñas y guirnaldas con forma de estalactitas.
Balance incierto
En términos de facturación, resulta difícil saber con qué números cerrará la feria. Las condiciones meteorológicas -lluvia y rachas de viento fuertes durante cinco o seis días- han sido claves para que las ventas de esta campaña experimenten una recaída, en comparación con el año anterior. Además, el puente de la Constitución o de la Inmaculada, de solo tres días este año, no ha ayudado demasiado a remontar esta situación, según Deulofeu. La feria, que abrió sus puertas el pasado 29 de noviembre, cierra el 23 de diciembre con muchas incógnitas para saber si se han cubierto los gastos iniciales (alquiler del stand, iluminación, etc.) y se ha obtenido algo de beneficio. Aun así, todo hace pensar que será muy difícil alcanzar la facturación del pasado ejercicio, aunque dependerá de cada paradista. “Se comenta que la mayoría estará por debajo del rendimiento obtenido el año pasado”, lamenta Deulofeu, cuarta generación al frente del taller en el que trabaja, junto a su mujer, durante todo el año. “Aunque vendemos a algunos mayoristas, el grueso de nuestras ventas se concentra en la feria de Santa Llúcia. En enero ya empezamos a trabajar en las cuevas y paisajes de la próxima edición”, añade.
Cada cueva cuenta con figuras de belén de la artista Montserrat Ribes, quien se encargó de la escultura con la que se obsequió a las principales autoridades políticas y deportivas, como el ex alcalde Pascual Maragall y el desaparecido Juan Antonio Samaranch entre otros, durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
Santa Llúcia, la feria con más paradas temáticas alrededor de la Navidad (221 más o menos), también hace sus reivindicaciones, aunque no son fáciles de conseguir. “La mayoría de las catedrales extranjeras, no solo europeas, están iluminadas de noche. No entendemos porqué la de Barcelona no lo está. Me parece preciosa, con una fachada restaurada pocos años atrás”. Sin embargo, parece que iglesia y ayuntamiento de Barcelona no se ponen de acuerdo y se pasan esta “patata caliente”, el uno al otro. La iluminación de la Catedral haría más atractivo el espacio ferial y captaría más visitantes. “Y si viene más gente, también aumentarán las compras”, concluye.
Incertidumbre política
La Fira de Nadal de la Sagrada Família cuenta con cinco presidentes distintos, en función del sector de artesanos que exponga en la misma. Joan Santiño representa a todos aquellos que fabrican y/o venden figuras del belén, casetas y adornos. Desde la década de los años 60, este mercado navideño se sitúa a los pies de la famosa basílica, con una media de 83 paradas, más o menos constantes, aunque esta edición ha descendido ligeramente el número de expositores de verde (abetos, musgo, muérdago, etc.). “Este año va a ser muy flojo en ventas. El tiempo ha sido uno de los factores determinantes, aunque hay otros. No veo la alegría ni las ganas de comprar de la gente el año pasado”, asegura. Preguntamos cuáles intuyen que podrían ser los motivos de esta apatía: “La gente está preocupada por la situación política que se vive en Cataluña: no saben cómo acabará todo. Incluso dejan de poner el belén en casa y prefieren esperar al año que viene”, reconoce. El bloqueo político en el Ejecutivo Central también es motivo de preocupación entre compradores y, por ende, entre los paradistas.
Como novedades de esta edición, llaman la atención las nuevas figuritas de belén italianas, los centros decorativos con muérdago, acebo, flores y fruta deshidratada y las guirnaldas exteriores a pilas o solares.
A una venta algo floja, se suman los gastos de inversión, demasiado elevados según Santiño. Por ejemplo, una parada de 4 metros en la Fira de Nadal de la Sagrada Família obliga a abonar un alquiler de 1.450 euros por un mes de trabajo, sin contar gastos de luz, seguridad, impuestos municipales, etc. “Nos gustaría que hubieran más paradistas en el centro de la plaza. Y que el ayuntamiento nos echara una mano, en general, a todos los feriantes. Nos vemos obligados a asumir unos gastos muy altos y la venta no está nada boyante”, reivindican. Y es que si algo caracteriza a los feriantes que visten de Navidad nuestras calles son las ganas, a pesar de las dificultades, y la devoción que sienten por lo que hacen, más allá de un mero trabajo y un modo de ganarse la vida. “Yo me lo paso muy bien cuando vengo aquí. A mí me ayuda a recordar mi infancia”, nos dice un feriante.
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