“Sea cual sea el sector en el que operes, debes incluir a China en tu agenda”. Así de contundente se ha mostrado Alfons Cornellà, fundador del Institute of Next by Infonomia, firma de servicios de transformación e innovación para empresas, durante la charla Explorar la nueva China, celebrada en el edificio DayOne, de Caixa Bank, el 17 de diciembre. El inicio de la aventura de Cornellà en China se remonta a principios de este año. El azar quiso que TusStar Spain, red de incubadoras de startups que deriva de la universidad china Tsinghua University (THU) y el Institute of Next firmaran un acuerdo para colaborar en la construcción de puentes entre los ecosistemas de innovación chinos y españoles. Cornellà pasó seis semanas en China, estancia que le permitió conocer, de primera mano, lo que él llama “milagro chino”.
El repunte de la clase media
En general, cuando se habla de China no se la ve como un país, sino más bien una civilización con una visión propia del mundo. "Esta percepción va más allá de la idea de estado y sus fronteras. Los chinos se sienten orgullosos de su origen, aunque con el tiempo se hayan desplazado hacia el sudeste asiático", ha añadido. Un continente en sí mismo, con 1.400 millones de personas en 10 millones de km2. China tiene las mismas dimensiones que Estados Unidos, y prácticamente las mismas que Europa, muy parecidas a las de la India, aunque con 1.400 millones de habitantes. La población china duplica la europea, Rusia incluida, y triplica la americana en el mismo territorio.
La economía china se concentra en el norte y la costa del país, sobre todo el Delta del río Yantgze y el Delta del río de La Perla, aunque están apareciendo grupúsculos en puntos centrales. Desde el año 1980, un total de 600 millones de personas han emigrado de las zonas rurales a las ciudades, que no han dejado de crecer desde entonces. Hoy en día, se contabilizan 19 grandes polos de ciudades que compiten entre ellas de “forma extrema”. “Si te interesan los negocios bio, te instalas en Beijing (Pequín), capital de la República Popular de la China. Por el contrario, si prefieres el sector digital, entonces debes optar por Shenzhen”, ha explicado.
Sin embargo, el gran éxito del gobierno chino actual es la disminución de la pobreza, especialmente extrema (menos de dos dólares diarios). Desde la década de los años 90, se ha pasado de 750 a 10 millones de pobres. Es cierto, que el gobierno autóctono ha contribuido a estas buenas cifras, pero sin duda lo que le ha dado la vuelta a la situación ha sido la presencia, cada vez más importante, de la empresa privada, especialmente durante el periodo 2005-2008, cuando se confirmó la crisis financiera global. Ese binomio público privado ha disparado la renta per cápita, que ha pasado de 200 a 8.000 dólares. “En solo 29 años, la clase media ya es la mitad de la población china. Una clase media que se permite tener apartamento, automóvil y viajar de vez en cuando”.
La revolución económica iniciada por Deng Xiaoping, casi 30 años atrás, hizo posible la aparición de la empresa privada, la exportación masiva y la industrialización, generando un superávit económico que no se gastaba. El gigante asiático vendía y cobraba en divisas, almacenando ese dinero o ahorro público/privado. Un ahorro que se invirtió en infraestructuras y la creación de un sistema económico propio, muy cerrado, que ha generado más riqueza y favorecido a la clase media. Ahora, este estrato social, ávido de consumo, empieza a gastar al ritmo de países occidentales: “El gran cambio que se experimenta hoy en día, es la transformación de una economía industrial orientada a la exportación a otra orientada al consumo. Y también el comercio exterior con valor añadido. No es lo mismo vender plásticos que automóviles eléctricos”, ha puntualizado Cornellà.
"El binomio público privado ha disparado la renta per cápita, de 200 a 8.000 dólares. En solo 29 años, la clase media ya es la mitad de la población china: se permite tener apartamento, automóvil y viajar de vez en cuando”, ha asegurado Cornellà.
Primera economía del mundo
Desde el año 1993, China experimenta, por primera vez, un escenario económico de déficit. Algunas fuentes creen que se empieza a gastar demasiado; otras que los 150 millones de personas que han salido del país, por viaje u ocio, han desequilibrado la balanza comercial. Aun así, el PIB nominal (a precios de mercado o corrientes) es de 14 billones de euros, es decir 14 trillones de dólares, por debajo del líder, Estados Unidos. El PIB real (a precios constantes) es de 27 millones, lo que sitúa al gigante asiático como la primera economía del mundo. Para hacerse una idea, desde la década de los años 90 hasta el cambio de milenio, se observaban crecimientos anuales del 10% del PIB. Hace ocho años, empezó un proceso de descenso que culminó en el 6,6% del pasado ejercicio. “Y ya empiezan -ha recalcado el experto- a sonar las alarmas. Un crecimiento anual del PIB chino del 6% es problemático. Parece que el sistema no lo podría soportar, aunque este año se puede cerrar con un porcentaje similar”.
El PIB nominal chino es de 14 billones de euros, es decir 14 trillones de dólares, por debajo del líder, Estados Unidos. El PIB real es de 27 millones, lo que sitúa al gigante asiático como la primera economía del mundo.
La primera economía del mundo cuenta con dos polos de captación de talento joven, como el Delta del río Yangtze y el Delta de la Perla, donde conviven 70 millones de personas en 56.000 km2. Talento de 27 años de media y una renta per cápita de 21.000 dólares, especialmente en Yangtze. La intención es versionar el Silicon Valley estadounidense en esta zona asiática, en opinión del fundador del Institute of Next by Infonomia. La meta de “progresar” y aumentar el valor del territorio está por encima de los derechos sociales, como la conciliación familiar, por ejemplo. Aun así, el régimen 9/9/6 (trabajar de 9 a 21 horas durante los seis días de la semana) se empieza a tambalear entre las startups de reciente creación, más de 150 en el Gigante asiático.
La “energía” de la empresa privada
Por lo tanto, a la China actual se ha llegado tras dedicar dos terceras partes del crecimiento a inversión pura durante tres décadas: construcción de 125.000 kilómetros de autopistas, edificios, puentes estratégicos como el de Hong Kong Macao y todo tipo de infraestructuras. Por ejemplo, el país ha desarrollado su propia industria de trenes de alta velocidad, muy competitiva, en solo 12 años. La industria automovilística china vende 28 millones de coches anuales, cifra que ha contribuido al colapso de tráfico que se experimenta en las ciudades. Pero esto no ha supuesto un problema para los chinos, quienes han empezado a potenciar el transporte público. “En solo cuatro años pueden construir 50 estaciones de metro. Esto es posible gracias a sus estándares técnicos y de procesos de fabricación que abaratan cualquier obra pública”, ha especificado.
Durante los últimos 10 años, el progreso chino ha sido posible, sobre todo, gracias a la “energía” de la empresa privada que le ha arrebatado el liderazgo a la pública (más de 150.000 en el país, algunas muy deficitarias). Y al esfuerzo de empresarios atrevidos y arriesgados como Li Bin, fundador de Nio, firma de automóviles eléctricos de gama alta, cuyo precio medio ronda los 45.000 euros. De hecho, algunos de los billonarios más relevantes del mundo son chinos.
Ese fenómeno empresarial ha evolucionado en cuatro etapas:
Años 80: todas las empresas son públicas, aunque ello no garantiza su funcionamiento u operatividad. Al frente se situaban directivos provenientes del partido. El ejemplo más claro es Haier, principal fabricante de electrodomésticos del mundo.
Años 90: se empiezan a crear empresas que faciliten esa exportación masiva, como Sf-express. Firmas que generan servicios para esa economía industrial.
Año 2000: la economía digital empieza a dar sus primeros pasos. Ali baba crea el sistema de pago vía móvil Alipay.
Año 2010: surgen las primeras empresas chinas con tecnología propia, como Xaomi (fundada en el 2011). Estas compañías funcionan a través de un modelo de negocio orbital que invierte en startups, buena parte de ellas creadas por sus propios empleados. El objetivo está claro por parte de las firmas locales, pero también del gobierno chino: no depender de ninguna multinacional o compañía foránea desde el punto de vista tecnológico. Por ejemplo, Huawei ya invierte en I+d más que Samsung y Apple, lo que le ha permitido crear su propio sistema operativo bautizado como Harmony. De ahí que se empieza a abrir paso una nueva generación de compañías chinas que se sirven de tecnología propia o “indígena”.
China gestiona una tercera parte de las patentes mundiales, especialmente desde la crisis financiera y económica que sacudió a la mayoría de los países. Aunque todo está por ver, su propósito es el de crecer en ciencia básica, uno de sus puntos débiles, y tecnología a lo largo de los próximos años. Y atraer talento chino de entre los seis millones de licenciados que finalizan sus estudios en las universidades de élite chinas. Es decir, 120 millones de personas graduadas, el 60% en ciencia y tecnología, durante las próximas dos décadas. ¿Y dónde colocarán tanto talento? La respuesta es fácil: emprendeduría en masa, sobre todo con el apoyo del gobierno, mediante la creación de startups, incubadoras y centros de investigación, algunos provenientes del exterior. En la actualidad, ya existen 2.000 centros de investigación de compañías extranjeras interesadas en el mercado chino. “Con estos números, y si la economía se mantiene, lo que puede suceder de aquí a unos años es inimaginable”, ha reflexionado Alfons Cornellà.
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