Lluís Llach (Girona, 1948) todavía salía únicamente en las páginas culturales de los diarios a mediados de 2012, año en el que se sitúa el inicio del proceso soberanista de Cataluña. Una causa solidaria, recaudar fondos para la lucha contra el sida, lo llevó a arropar con su música unos versos de Miquel Martí i Pol [Tot està per fer i tot és posible] leídos por Pep Guardiola en un acto público en Barcelona.
Transcurridos siete años, Guardiola y Llach son dos activistas del procés que apoyan en público los actos del último grito independentista: Tsunami Democràtic, un movimiento capaz de movilizar a miles de personas a las puertas de la terminal de un aeropuerto internacional como El Prat, mandarlos después a casa y terminar la jornada con un mensaje televisado de apoyo del técnico de Santpedor; un movimiento capaz de promover que cientos de separatistas se planten una fría mañana de un lunes de noviembre en la frontera de La Jonquera con la intención de bloquear el paso de vehículos.
Llach se ha sumado este lunes por la tarde a la protesta de los independentistas que han bloqueado durante horas la autopista AP-7 a ambos lados de La Jonquera, frontera entre España y Francia en territorio gerundense.
Llach ha ido a la concentración con la intención de entretener a los concentrados en medio de la autopista con sus viejas canciones reivindicativas. Algunos no se lo creían. El ídolo de sus padres se había sumado a la protesta e iba a tocar para ellos.
Icono de la cançó catalana
En el escenario que el movimiento separatista Tsunami Democràtic ha montado sobre la autopista que conecta Francia y España, el cantautor catalán ha interpretado L’Estaca, canción compuesta en 1968, durante la dictadura franquista, para llamar a la unidad de acción contra la represión y para obtener la libertad.
L’Estaca fue el sonido de la revolución tunecina de la Primavera Árabe de 2011 y el himno no oficial del sindicato polaco Solidarnosc.
Éxitos internacionales como esa canción, traducida a varios idiomas, llevaron a Llach a consolidarse como el máximo icono de la cançó catalana y en uno de los músicos catalanes y españoles más reconocidos del siglo XX.
Camp Nou, 1985: Más de 100.000 asistentes
Llach consiguió llenar el estadio del FC Barcelona, algo al alcance de pocas estrellas del pop. Fue el 6 de julio de 1985, y 100.000 personas se congregaron en el Camp Nou para asistir al concierto del músico gerundense. Llach pisó las tablas y recibió una cálida ovación antes de arrancar un espectáculo planificado hasta el detalle.
El público había empezado a llegar al Camp Nou tres horas antes del concierto. “LIenar el estadio [del Barça] demuestra que la canción catalana no está en declive", declaró después Llach a El País. “Después de un acto como éste, tardas horas en recuperar la lucidez […] Veía a cada uno de ellos, con sus velas que, desde mi puesto, parecían estrellas. Y constaté que el diálogo no se establecía tan sólo conmigo, sino entre el público".
Más de 34 años después de su mítico concierto en un Camp Nou en el que no cabía un alma más, Llach es un ex político, un empresario acaudalado del sector del vino (una fortuna de 1,3 millones de euros) y un músico y cantautor retirado (desde 2007) dedicado a apoyar como activista al movimiento independentista catalán.
Pancarta y barricada
Llach ha llevado recientemente a cabo acciones insólitas en su trayectoria como recuperar en el balcón del Palau de la Generalitat una pancarta sobre la libertad de expresión junto al tertuliano Antonio Baños o actuar entre barricadas y sacos de dormir para un grupo de manifestantes que corta una carretera que conecta Francia y Cataluña.
A mediados de 2013, su nombre emerge en la sección de política de los periódicos. La reivindicación soberanista leva a Llach a aceptar una invitación de Òmnium Cultural para actuar sin cobrar en el Camp Nou dentro de un concierto subvencionado por la Generalitat al que asisten 90.000 personas que sí pagan su entrada.
Diputado de Junts pel Sí
Llach tocó en el Concert per la llibertat junto a otros artistas para que “la voz del pueblo catalán sea escuchada” y para “reclamar el derecho a decidir”. Habían pasado casi 28 años desde el día en el que llenó el Camp Nou de fans de la música.
En su tránsito de la cima de la música al activismo independentista de pancarta, Llach ha sido diputado del Parlament de Catalunya en una de las épocas más convulsas que se recuerdan en la política catalana reciente. Desde entonces, refiere un conocido suyo, Llach sueña con la independencia de Cataluña “más que nunca”.
La primera sesión de trabajo de la Comisión de Estudio del Proceso Constituyente del Govern de Carles Puigdemont sirvió para que el diputado de JxSí Lluís Llach fuese nombrado presidente, en sustitución de la fallecida Muriel Casals.
Un año después, su actividad parlamentaria le jugó una mala pasada cuando manifestó que el Govern planeaba recoger a refugiados a través de barcos o aviones, o que lo barajó aunque no tiró adelante porque no tiene competencias.
Agasajado por el soberanismo oficial
Pese a estar retirado, Llach sí se ha subido al escenario con fines políticos, como cuando homenajeó a finales de septiembre de 2017 en Terrassa (Barcelona) al ex conseller Josep Rull, encarcelado por el 1-O. Aquella jornada, acusó al Estado de ser “demofóbico”.
Perdoneu l'abús. Fa uns dies a Terrassa, en homenatge a en Josep Rull i demés damnificats-des per un estat demofòbic. ? pic.twitter.com/d7C9plCIby
— Lluís Llach (@lluis_llach) September 12, 2018
Durante su etapa como diputado del parlamento catalán, Llach fue agasajado en público por Puigdemont, Oriol Junqueras, Carme Forcadell y otros consellers del bloque independentista. El autor de L’Estaca había pasado de vivir rodeado de artistas a ser un integrante de la clase política catalana.
Duró poco tiempo: ante la división independentista posterior al 1-O y a la aplicación del artículo 155 de la Constitución, Llach renunció en noviembre de 2017 a repetir como candidato, pero Quim Torra lo recuperó para el activismo separatista un año después al situarlo al frente de un espacio ciudadano.
Contra la mediocridad política
Hasta el momento, Llach ha preferido no condenar los disturbios ni actos vandálicos acaecidos en Cataluña en respuesta a las condenas a los presos del procés. ¿Su excusa? La actuación “violenta” de los Mossos d’Esquadra y la Policía Nacional.
De vuelta al mágico concierto de 1985 en un Camp Nou repleto. Poco antes de concluir el pase, Llach propuso la “utopía” como “la mejor de las terapias" ante "la mediocridad política".