Llevamos dos años viviendo a medio gas, con el freno de mano echado. Dos años de profilaxis, de camisa de fuerza, de descafeinado. La fatiga pandémica nos arrastra a la misma velocidad que la ola de ómicron y parece decirnos que esto no tiene fin, que no acabará nunca. Pero no es así. 2022 puede ser el año que digamos adiós a la pandemia, tal como creen diversos especialistas en Biología y Epidemiología. Pero las certezas con el coronavirus no existen, y la incertidumbre sigue imperando en un amplio sector de la Salud Pública. Eso sí, hay consenso en que lo peor de la pandemia lo hemos pasado ya.
La variante ómicron, más leve y contagiosa, será dominante en los próximos días. Esta tendencia, apuntan los expertos, es la que se prevé que siga el virus en los próximos meses y que, en caso de que aparezcan nuevas variantes, sean más débiles. José Martínez Olmos, exsecretario general de Sanidad y profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública, explica que "lo que se espera que pase es que con el paso del tiempo la covid sea más leve. Pero es difícil pronosticar lo que va a suceder".
El coronavirus nos tiene acostumbrados a sorpresas, y pocos podían ver que estas Navidades, con un 90% de la población vacunada, los hospitales y UCI se sigan llenando. Tampoco tiene mucha explicación por qué regiones del norte de España, como País Vasco, Navarra y Castilla y León, con una densidad muy pequeña de población, repitan en cada ola encabezando contagios. Otra de las incógnitas es por qué ómicron está generando más colapso en UCI que en la planta de hospitalización general.
En definitiva, el coronavirus nos pone en una tesitura a la que se está poco acostumbrado en estos tiempos de certezas y exactitud: la incertidumbre. Y la ciencia, tantas veces mencionada como si del nuevo Oráculo de Delfos se tratara, conlleva, mal que nos pese, incertidumbre.
Ildefonso Hernández, catedrático y miembro de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas), sostiene que "no sabemos cuándo va a acabar la pandemia. Lo que si está claro es que la pandemia ha apuntado algunos de los déficits de buen gobierno que padecen todos los niveles de la sociedad mundial. Ha señalado que hay un problema de gobernanza global.
Si queremos acabar con la pandemia, la gestión de las vacunas tiene que ser distinta. Si hay que tomar medidas que afecten a la propiedad privada, pero que pueden solucionar el abastecimiento de vacunas en países subdesarrollados, tienen que tomarse. Si el acuerdo Covax no basta, hay que encontrar nuevos mecanismos. El efecto que provoca que las vacunas no lleguen a estos lugares es que el virus siga circulando y que aparezcan nuevas variantes en el futuro".
Para este especialista es fundamental la reducción de desigualdades sociales para atajar la pandemia. En muchos países, el problema no es la falta de vacunas, sino de medios para poder transportarlas y almacenarlas. Se trata de un problema muy arraigado y que afecta a las estructuras económicas y políticas de estas sociedades.
A nivel nacional, el representante de Sespas cree que hay que acelerar todo lo posible la creación de la Agencia Estatal de Salud Pública. "Hay problemas de organización entre el Ministerio y las comunidades autónomas que son patentes. Los estamos viendo en esta sexta ola". El proyecto de Ley que servirá de base para su creación está todavía en fase de redacción.
Razones para el optimismo
Al margen de la incertidumbre, lo cierto es que hay razones para el optimismo. José Luis del Pozo, jefe de Enfermedades Infecciosas y Microbiología de la Clínica Universidad de Navarra, explica que la tendencia natural evolutiva de un virus nuevo que salta al ser humano es transmitirse mucho y matar poco (eso cuesta años de interacción). "Por eso es muy difícil que virus como el ébola, que mata mucho y se transmite relativamente mal, ocasionen una pandemia".
Sin embargo, explica Del Pozo, los virus respiratorios como los coronavirus o los virus de la influenza son los candidatos perfectos para ocasionar una pandemia ("esto lo sabemos desde siempre. A esto se suma el hecho de que jamás el ser humano había tenido tanta movilidad a través del planeta"). "Es decir que la evolución natural del SARSCoV2 primigenio nos está llevando a un virus muy transmisible que ocasiona infecciones graves fundamentalmente en pacientes vulnerables, inmunosuprimidos o sin inmunidad... Las vacunas evitan ingresos y muertes, Pero la solución de la pandemia necesita que el virus evolucione y se generen variantes menos letales, que consecuentemente se van a transmitir más y mejor".
"No sé si será ómicron o las siguientes variantes (que las habrá), pero parece claro con los números en la mano que esta variante se transmite mucho y mata menos, que no poco. Es decir que nos estamos acercando a la situación de equilibrio natural", concluye.
El presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Rafael Ortí, coincide en ser optimista: Veremos las olas de otra manera desde la sexta ola. Hay que empezar a tratar a la covid como un resfriado. Puede que tardemos uno o dos años en que se produzca esta transición, pero creo que esta será la última ola fuerte que suframos. Ómicron nos lleva a un escenario donde hay que cambiar la forma de abordar la pandemia".
Ortí lamenta que no se haya aprovechado la pandemia para "hacer los deberes" y dar a la Salud Pública el protagonismo y enfoque que merece. "Somos cebras cruzando un río en el Serengueti. Todos los años vamos a pasar por ahí cuando llegue el invierno. Los cocodrilos seguirán estando en el río y no hemos construido un puente. A los débiles o con mala suerte se los seguirán comiendo los cocodrilos".
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