¿Hay que considerar delincuente a Norman Mailer porque clavó un cortaplumas a su mujer en medio de una discusión? ¿A Álvaro Mutis por defraudar dinero a Standard Oil y gastárselo con sus amigos artistas? Estas preguntas se las hace el autor madrileño José Ovejero en su último libro, en el que recopila y estudia la vida de autores que han estado tras las rejas.
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La enumeración es tan atractiva que hasta podría resultar frívola: politoxicómanos, alcohólicos y pendencieros; novelistas que en su adolescencia machacaron un cráneo por celos; poetas yonquis que mataron a su mujer mientras jugaban a ser Guillermo Tell. Escritores delincuentes (Alfaguara, 2011) parpadea con la furia de las cosas raras, algo usual en la literatura de Ovejero, que en esta oportunidad sobrepasa con elegancia el crimen y se posa, con puntería, en lo literario.
“Los escritores que he seleccionado no son interesantes sólo por su biografía. Lo verdaderamente interesante es la relación entre su biografía y su obra... Si al principio me fascinaba el acto violento o tan sólo ilegal, después me fascinaba su representación, y cómo esa representación acaba”, dice el propio Ovejero en la introducción del volumen.
Hay, sí, delitos, pero también los personajes que los cometieron. Y su importancia radica no en el puñado que puedan llegar a juntar como anécdota o curioso dietario criminal, sino en el hecho de que todos los autores reseñados por Ovejero acaban escribiendo sobre sí mismos, aunque existen excepciones, como la escritora británica Anne Perry o de O.Henry.
“Llegué al tema de los escritores delincuentes porque me interesó, sobre todo, esa mezcla de biografía y literatura. He visto una literatura que une dos cosas muy difíciles: la realidad externa y contarse a sí mismo. Las emociones y la sociedad. Ellos, por su situación especial tienen la necesidad de expresar lo que les hay pasado y al mismo tiempo, denunciar la sociedad que les rodea”, explica desde Bruselas el autor de Añoranza del héroe (1997) y Mujeres que viajan solas (2004).
Lo significativo de la selección de Ovejero es el amplio registro de épocas, personalidades y nombres que en él coinciden: desde Miguel de Cervantes, quien conoció en la cárcel la jerga delincuencial que usaría en muchos de sus escritos; William Burroughs, autor de Almuerzo desnudo, ejemplo junto a Neal Cassady, de la intersección entre alcoholismo, drogas y delito; pero también Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Jean Genet, entre muchos otros.
En ese amplio reparto resultan curiosos, por ejemplo, casos como el del escocés Hugh Collins, que tuvo un largo historial de alcohol, drogas y cuchilladas y tras 15 años en la cárcel por asesinato logró su excarcelación debido al fervor con que se dedicó a la escritura en un programa de reinserción.
Tampoco es un libro de reformados y adorables psicópatas travestidos en poetas. No. Sobre eso, justamente, ha hablado Ovejero en muchas ocasiones, sobre las posibilidades que ofrece el libro. Y sobre eso profundizará el próximo sábado 15 de octubre en la cárcel de Valdomoro, donde tendrá un encuentro con los presos que han leído su libro. Lo hará también, en un escenario algo menos enrejado, en la IV Edición de Getafe Negro, el Festival de Novela Policíaca de Madrid que comienza hoy y termina el próximo 23 de octubre.
Delincuentes y policías. La receta perfecta de la novela negra. La pregunta para José Ovejero y sus delincuentes, en ese caso, sería: de quién hablamos cuando hablamos de novela negra. “La novela negra es novela social al menos buena parte, y en lugar de hablar del delincuente, interesa hablar de quien la vive. Es la primera vez voy a Getafe Negro y quiero centrarme en los delincuentes reales que ha escrito autobiografía negra que en los de ficción. Obviamente, el autor de una autobiografía negra no está interesado en el suspense, él ya conoce el final, el supense está en cada momento trágico de esa vida”.
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