Franck Biancheri (Niza, 1961) es de esos personajes cuya biografía, atestada de mil quehaceres, abruma a primera vista. Con 26 años convenció a François Mitterrand de la necesidad de un programa europeo de becas al que, un cuarto de siglo después, se han adherido cerca de tres millones de estudiantes. A partir de ahí recibió numerosos encargos de la Comisión, fomentó las relaciones entre la UE y otras regiones geográficas, fundó un partido político paneuropeo, creó el think-tank Laboratorio Europeo de Anticipación Política (Leap/Europe 2020) y ahora, alcanzada la cincuentena, analiza con lucidez las perspectivas de la economía mundial y recibe premios por su aporte a la construcción europea.
Sus primeros vaticinios auguraron el “no” a la Constitución Europea. Pero pronto, a finales de 2005, pronosticó algo más gordo: la crisis financiera e inmobiliaria. Le Nouvel Observateur le tildó de “Mr. Apocalypse”, pero, sorpresivamente, Biancheri acertó en todo cuanto apostó. Y en ello continúa. Su lobby, con 5.000 abonados y su web, con 10 millones de visitas mensuales, les convierte en uno de los pocos grupos de presión verdaderamente independientes de todo poder. Biancheri acaba de publicar un libro (Crisis Mundial: encaminados hacia el mundo de mañana) y sigue con las advertencias: desaparición de casi una quinta parte de la banca occidental, fin del dólar como divisa de referencia, quiebra de Estados Unidos…
¿Grecia y el euro son el problema de la crisis europea?
No. Es evidente que tenemos un problema si, como se sabe ahora, Goldman Sachs ayudó a Grecia en 2002 a falsear los datos para entrar en el euro y si, al arreciar la tormenta, no contábamos en Europa con un organismo eficaz que gestionase bien la moneda común. Pero Grecia y el euro solo son el disfraz con el que los medios anglosajones siguen camuflando el verdadero mal: las deudas de EE UU y del Reino Unido. Wall Street y la City. No es el sistema monetario europeo, sino el internacional, encabezado por el dólar.
Ustedes abogan por una nueva divisa de reserva internacional.
Lo hacemos desde 2006, cuando empezamos a advertir la crisis. Es la única salida posible. El dólar es incapaz de ser la divisa de referencia. La comunidad internacional, los países occidentales con monedas fuertes y muchos de los emergentes tienen que decir: el dólar se ha acabado, tenemos que acordar una nueva divisa de referencia basada en las principales monedas, el euro, el yen, el yuan, el real, el rublo, el propio dólar….
¿Qué consecuencias puede traer eso?
Para Estados Unidos, la quiebra. El dólar no es capaz de asumir el peso del sistema monetario mundial y el mundo no puede seguir manteniendo sus reservas en dólares. Nuestras compañías, nuestros mercados, nuestras relaciones comerciales con los socios no necesitan esa divisa. Su tiempo tiene que concluir en seis meses, un año…
¿Y qué papel jugará Europa?
Uno fundamental, ya que la Eurozona está entre los anglosajones y los emergentes. Europa declinará en el G-20 la balanza del lado de los BRIC. Y no solo en el G-20. También en el Consejo de Seguridad y en otros organismos internacionales.
¿Existe esa voluntad de cambio?
Hay un año fundamental: 2012. Durante ese periodo México, Francia, Corea del Sur, China, Rusia, India, Italia y, quizás, Estados Unidos y Alemania cambiarán de gobernantes. Una hornada de líderes elegidos durante la crisis que tendrán esa oportunidad.
¿Qué opina de la recapitalización bancaria?
Un mero discurso que camufla a dos partes enfrentadas. Por un lado está el eje Londres-Washington, apoyado por Nicolas Sarkozy, que quiere recapitalizar la banca con dinero público como se ha venido haciendo desde 2008; por otro, hay un frente encarnado por Alemania que se niega. Hay que recapitalizar la banca, dicen, pero lo cierto es que los Estados no tienen dinero ni para financiar sus propios recursos. En los próximos meses, entre un 10% y 20% de bancos van a desaparecer.
¿Y no hay forma de evitarlo?
¡No! ¡No hay dinero suficiente! Hemos asistido a la desaparición de decenas de miles de millones de activos financieros virtuales en los últimos años. Virtuales en teoría: en realidad no existían. De golpe, nos hemos encontrado con que no hay suficiente dinero para sufragar las necesidades de los sistemas financieros público y privado. Tampoco hay dinero para financiar el euro.
¿La austeridad es un remedio?
No, aunque creo que va a remitir próximamente tras la locura de los últimos años. En cambio, lo que es seguro es que tenemos que comprometernos con políticas de estímulo en el campo educativo, científico, social, de infraestructuras. También hay que aumentar los impuestos a las transacciones de capital y a las grandes fortunas. Con eso habrá dinero para financiar esos planes.
¿Es usted de izquierdas?
No. Tampoco soy liberal. Políticamente no me encuadro en ninguna ideología. Tratamos de analizar lo que va a ocurrir de forma extremadamente metódica. He ahí el éxito de nuestros pronósticos sobre los diferentes acontecimientos de esta crisis sistémica.
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