Cada vez que el Gobierno ha tenido un tropiezo serio con Alemania, hay ministros que han recordado la torpeza que perpetró Zapatero un año después de llegar a La Moncloa cuando con los comicios aun calientes en los que la CDU apenas superó en unas décimas a Schröder, el presidente español enfatizó el fracaso de Ángela Merkel en la creencia de que su contrincante conservaría el Gobierno germano gracias a las alianzas postelectorales. Zapatero pidió disculpas con retraso, la diplomacia alemana tomó buena nota de lo sucedido y cuatro años después llegó el fallido asalto de E.on a Endesa, compañía que finalmente terminó en manos italianas.
Mariano Rajoy y quienes le asesoran en el PP han tomado buena nota de todos estos desgraciados episodios, conscientes también del papel protagonista que desempeña Merkel en Europa desde el inicio de la crisis. Los contactos del PP con la CDU son permanentes y se espera que faciliten una buena interlocución con el Gobierno alemán en un momento en el que la mayoría de las facturas heredadas de la etapa Zapatero se consideran ya pagadas.
Si se confirman las encuestas y el PP gana el mes que viene las elecciones, el futuro Gobierno desarrollará una ambiciosa agenda de reformas que compaginará con la elaboración de los Presupuestos de 2012. Las cuentas estatales estarán listas en marzo. El primer mensaje que se emitirá a los mercados pasará por un compromiso riguroso con la estabilidad presupuestaria, lo que acarreará severos recortes en las políticas de gasto. A ello se sumará una urgente reforma laboral, acompañada de la consolidación del sistema financiero.
Según las mismas fuentes, Rajoy piensa trasladar a Merkel la necesidad de darle a España una tregua para encarar todos estos ajustes hasta conseguir que la confianza vuelva a los inversores y los mercados retornen a una cierta normalidad. Pero esta tarea se quiere hacer sin sentir una tutela que resulte asfixiante. En el PP se considera que en estos momentos hay que tener con Alemania una relación de respeto mezclado con la máxima firmeza, después de todos los ajustes por los que ha atravesado la economía española y de una reforma constitucional exprés que no ha sido secundada por muchos países europeos.
La debilidad y la tibieza con la que Zapatero ha defendido hasta ahora los intereses de España en los foros comunitarios no solo preocupa al PP sino que ha provocado también sarpullidos a su propio partido. Felipe González ha emplazado en diversas ocasiones al presidente del Gobierno a plantar cara a Alemania sin mayores miramientos, haciéndole ver los esfuerzos que ha hecho España para reducir el déficit y la falta de contrapartidas que ha recibido por ello.
En el mismo contexto, para el PP es básico conseguir que el Banco Central Europeo siga comprando durante un tiempo deuda española mientras los mercados sigan cerrados a cal y canto como consecuencia del actual clima de incertidumbre económica. De ahí que afronte la inminente llegada de Mario Draghi a esta institución con cierto optimismo. Según estas fuentes, Draghi, nacido en Roma, está llamado a convertirse en uno de los principales aliados de España para la salida de la crisis, pues a su profundo conocimiento de los vericuetos financieros y de los mercados se suma el hecho de que Italia haya pasado a estar en la misma diana que ocupó España hace solo unos meses dentro de la vorágine de la deuda soberana.
Con un peso internacional muy devaluado, un prestigio bastante diezmado en las instituciones europeas y huérfana de representación en algunos organismos hasta ahora desconocidos pero de enorme importancia para el futuro, como la Autoridad Bancaria Europea, España necesita tiempo hasta que pase la tormenta, insisten las mismas fuentes, y solo se lo pueden proporcionar Alemania y el BCE.
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