Mientras los líderes del G20 se reúnen en Cannes, la sombra de la recesión global se cierne sobre ellos por segunda vez en tres años, siendo más necesaria que nunca una coordinación económica internacional, lo que en sí mismo constituye la auténtica razón de ser del G20. Además, esta vez como asuntos menores, se tratarán una serie de temas recurrentes, que van desde los desequilibrios comerciales, hasta la regulación y supervisión financiera, pasando por el sistema monetario internacional.
Tanto la OCDE como el FMI han revisado a la baja sus previsiones económicas para 2012. A su vez, la FED y el BCE han recortado sus previsiones de crecimiento de Estados Unidos y Europa, respectivamente, para 2012. En este contexto, dentro del G20, habrá, como suele ser habitual, una discusión sobre que “policy mix” o mezcla de políticas económicas será la más apropiada para hacer frente a la desaceleración económica, y evitar así una nueva recesión.
Siempre hay una vana esperanza de que los países con grandes superávit comerciales, como China, Alemania, Japón, y los exportadores de petróleo como Rusia y Arabia Saudita, ayuden a la demanda global mediante la promesa de expandir sus economías nacionales. Y que además muchos de ellos también inviertan en el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).
En pleno desafío griego, se abordará qué pasará con la zona del euro. El plan de rescate europeo plantea dudas sobre ciertos detalles y cuestiones que se deberían perfilar. El período previo a la cumbre del G-20 ha sido testigo de la actividad frenética en la cumbre de la Unión Europea para restablecer la confianza de los inversores. Pocos días antes de la reunión de Cannes, los líderes de la eurozona han acordado una estrategia basada en tres puntos. Poner las finanzas públicas de Grecia sobre una base sostenible, con el fin de fortalecer los balances de los bancos europeos, utilizando el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) como un vehículo de rescate multifuncional.
Los desequilibrios mundiales en las balanzas por cuenta corriente siempre ha sido una de las principales preocupaciones de los políticos antes de la crisis financiera mundial en 2008. Dentro de una posible coordinación de políticas económicas, podría abrirse de nuevo el eterno debate de como disminuir de manera coordinada el déficit de EE.UU. y los superávits de China, Japón y algunos otros países. Y es aquí donde Brasil, China, y otros mercados emergentes, que siempre han tratado de limitar la apreciación de sus monedas, podrían reabrir la eterna guerra de divisas, que tal como señala el ministro de hacienda brasileño, Guido Mantega “en absoluto está fuera de la agenda".
Finalmente, dentro del proceso de regulación y supervisión del sistema financiero, y, como ha puesto de manifiesto las recientes discusiones para recapitalizar la banca europea, banqueros y reguladores están en desacuerdo, sino enfrentados. En los meses previos al G20, los ejecutivos de la banca mundial han orquestado un ataque frontal contra las reformas de Basilea III, que obligará a las instituciones a tener más capital y activos líquidos.
El éxito de la sexta cumbre del G20 dependerá de que finalmente se produzca una auténtica cooperación internacional, desde la mezcla de políticas económicas, incluida la cambiaria, hasta en temas como la regulación, supervisión y recapitalización bancaria. En caso contrario, como suele ser habitual, la cumbre no habrá servido para nada.
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