La semana ha sido dramática para España en los mercados. Nuestra deuda por fin se ha situado en cotas de rescate, de intervención, de no retorno o como se quiera llamar. El pasado 11 de noviembre, el bono a 10 años finalizaba en un plácido 5,85%, conforme señalan los datos de Infobolsa, lejos de una Italia que se situaba en el entorno del 7%, cota que llegó a tocar en esa semana. El Banco Central Europeo (BCE) estaba tratando mejor a nuestra deuda, que, además, estaba siendo menos presionada, en detrimento del país transalpino. Pero, una vez se confirmó la dimisión de Berlusconi y la llegada al poder de Mario Monti, los mercados se fijaron en España y el BCE demostró una pasividad que en muchos ámbitos creen deliberada.
Si alguien pensaba que España llegaba a las elecciones generales con aire, se equivocaba. Todas estas semanas han significado remar para morir (o casi) en la orilla. El primer día de la era post-Berlusconi, el 10 años español se hundió, elevando su tipo de interés hasta el 6,10%, y eso que el BCE al final frenó un poco la sangría. Pero no evitó que, al día siguiente, las Letras a 6 y 12 meses tuvieran que colocarse por encima del 5%, una cota no vista desde 1997 y que pone mucha presión tanto en el Tesoro como en la banca, que empieza a ver casi imposible la captación de depósitos.
La sangría continuó, por lo que el jueves, la institución de que dirige Soledad Núñez, hizo saltar las alarmas a la comunidad financiera internacional, al subastar bonos a 10 años al 7,2%, una cifra claramente de rescate, muy superior a la que fijaba el mercado secundario. Además, el Tesoro no logró colocar todo el importe previsto, lo que demostró las enormes reticencias de los mercados a tomar activos españoles.
Jueves y viernes fueron dos días infernales en los mercados, con la deuda disparándose hasta el entorno del 7%, los 500 puntos básicos de diferencial e igualando a Italia en prima de riesgo y tipo de interés.
Dos facciones
El BCE intervino con una cierta languidez, dejando que la sangre llegara al río para relajar algo las cosas a última hora, entre protestas lideras por Merkel, en las que insistía que el organismo emisor no está ni para comprar bonos en el mercado secundario ni el primario. Esas voces fueron contestadas por algunas otras díscolas: desde Jean-Claude Juncker, que parece uno de los pocos sensatosque hay en las altas esferas, al británico David Cameron, pasando por un José Luis Rodríguez Zapatero que se ha mostrado muy valiente a 48 horas de entregar la cuchara.
El todavía presidente insistió en que la UE y el BCE deben ayudas a los países en problemas, que por algo los países han cedido su soberanía monetaria. Pero fue duramente contestado desde Bruselas.
Continúan, por tanto, las serias discrepancias sobre el papel del organismo que preside Mario Draghi. Los países periféricos están enfurecidos, ya que tienen la sensación de que les generan la crisis desde Bruselas (o mejor, Alemania), y, una vez llegada la crisis a una situación de no retorno, Ángela Merkel impone elecciones y reformas de gran severidad.
Pero, a cambio, hay muy poca claridad sobre las ayudas. No hay un Fondo de Rescate establecido, ni un planteamiento de actuación por parte del BCE, la UE o, siquiera, del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Así las cosas, el nuevo presidente llega muy presionado pidiendo tiempo muerto de antemano. Tal vez por eso esté planteándose ya soltar lastre en el país, con operaciones como la venta de Paradores, que aportarían varios miles de millones de euros a las arcas del estado.
Aun así, tiene razón Rajoy cuando dice que no hay nada que celebrar. Los mercados le aguardan con la guadaña muy afilada y con el enemigo en casa, que no es otro que Ángela Merkel.