“En Europa se habla alemán”. La frase de tintes chovinistas fue formulada por Volker Kauder, jefe del grupo CDU-CSU en el Bundestag (Parlamento), y ha causado cierto revuelo dentro y fuera de Alemania. Kauder, del partido de la canciller Angela Merkel, no pretendía evocar el terrible pasado nazi ni el futuro lingüístico de la UE; “se refería”, puntualiza el Berliner Zeitung, “al dictado alemán de una política europea de estabilidad y ahorro, o dicho de otro modo, de la política de austeridad”.
Sopla el viento a favor de Merkel: triple A en las agencias de calificación, un déficit a la baja, una tasa de paro del 6% y una balanza de pagos excedentaria. Con semejante armonía, ¿por qué no aleccionar al resto?
“Compartimos moneda, pero unos disfrutan de muchas vacaciones y otros de muy pocas”, dijo la jefa de Estado en mayo. “Ha recibido de su pueblo un mandato claro para decidir y poner en marcha rápidamente las reformas necesarias”, indicó, casi ordenó, el lunes al electo Rajoy. Estas y otras orientaciones, vistas por no pocos como ínfulas de superioridad, llevan a preguntarse: ¿de verdad predica Berlín con ese ejemplo de economía modélica del que hacen gala frau Merkel y sus acólitos y que riega de populismo el norte de Europa con relación a los países del sur?
A la pregunta, hasta Der Spiegel, Handelsblatt o el Berliner Zeitung, todos ellos diarios germanos, responden negativamente. Para empezar, el Pacto de Estabilidad de Maastricht –deuda pública del 60% del PIB, 3% de déficit- fue incumplido en 2002 por Berlín, infracción a la que se sumó París un año después. A las dos economías más fuertes del continente nadie las sancionó, pero el 8 de noviembre pasado, a instancia de ambas potencias, el Ecofin elevó la multa a quienes rebasen los indicadores del pacto a partir de 2013.
¿Y la deuda actual? La previsión de la Comisión Europea para este año (ver gráfico) es reveladora. Si bien Italia acabará con una deuda del 120% del PIB, los pronósticos para Alemania son del… 81,7%. Bastante por delante de España (69%). “Alemania tiene deudas más elevadas que España. Pero aquí nadie quiere saberlo”, criticó hace días Jean-Claude Juncker, el primer ministro de Luxemburgo –país que cerrará el ejercicio con una deuda de solo el 20%-.
Calidad a bajo coste
Además, como criticaba ayer Der Spiegel, el balance primario de Berlín –diferencia entre ingresos y gastos del Estado, descontando los intereses- tampoco es portentoso. “Los supuestos rescatadores esperan que los rescatados generen superávit en este indicador” y así aborden mejor los pagos de deuda. “Irónicamente”, añade el diario, “Alemania rara vez ha cumplido con sus propios estándares en el pasado”. Entre 2002 y 2006, el país incurrió en déficit.
¿Y qué hay de esa austeridad –en sueldos, en gasto público, en vacaciones, en lo que sea- dirigida a los “vagos” del sur? Según Der Spiegel, creer que ésta se da de Bonn a Dresde es caer en la ingenuidad. A pesar del ahorro que pregona la coalición –CDU, CSU y liberales-, “lo cierto es que Merkel y Wolfgang Schaüble [ministro de Finanzas] han abandonado el objetivo de consolidación presupuestaria”. El presupuesto federal, que ya ha aumentado para este curso, puede ascender, según apuntan varias partes, hasta los 300.000 millones de euros en los próximos años. El déficit desciende, sí, pero a costa de “acumular ingresos fiscales más elevados de lo previsto” en los últimos 18 meses, con lo que además se infla el PIB.
La conclusión del Spiegel es lapidaria: “Si el made in Germany es tan preciado en el extranjero es sobre todo gracias a los empleados alemanes, que fabrican productos de calidad a costes relativamente bajos.”