Entre sus primeras dos novelas y Tiempo de vida (2010), el libro reconocido con el Premio de Nacional de Narrativa, transcurrieron cinco años. Con ellos el desgaste, la enfermedad y la muerte de su padre, el pintor Juan Giralt, cuya historia nos entrega el escritor, tejida a la suya.
En un libro que no pretende ser confesional, ni autobiográfico, que no pretende nada excepto la propia literatura, Marcos Giralt sorprendió con una prosa sencilla, directa y poderosa que el ganador del Premio Herralde en 1999 y autor de Los seres felices y París no había mostrado antes.
“El hecho de que parezca sencillo no quiere decir que haya sido fácil escribirla. El límite fueron 150 páginas. Me había propuesto renunciar a artificios literarios y conseguir una prosa lo más parecida a mi propia voz”, comenta el autor a Vozpópuli sobre el Premio que nos permite trazar un recorrido por la obra de Giralt.
Después de escribir dos novelas basadas en el conflicto familiar de sus personajes, Tiempo de vida fue un libro que le permitió a Giralt reconciliarse no sólo con la figura de su padre –con quien llegó a tener una relación complicada y distante- sino también con su propia escritura, que a partir de ese libro experimenta un resurgir que conquistó a lectores y críticos.
“Aunque el libro no hubiese recibido el Premio Nacional, el saldo habría sido tremendamente positivo. La victoria fundamental de ser capaz de escribir un episodio tan personal, trasplantarlo de modo literario y que además fuera reconocido por los lectores, es un premio sí mismo”, dice Giralt sobre un premio que ahora recibe mucho más liberado, porque entre Tiempo de vida y el Premio Nacional, ha escrito otro libro, El final del amor (Páginas de Espuma, 2011), una colección de relatos escrita con posterioridad -y publicada este año- con la que obtuvo el Premio Narrativa Breve Rivera del Duero.
“Cuando las cosas salen muy muy bien, sientes inmediatamente el peso que te produce el miedo a no ser capaz, a no estar a la altura y ese peso y esa responsabilidad la conjuré en El final del amor”, dice Giralt.
Uno de los temas que Marcos Giralt retrata con mayor sensibilidad en Tiempo de vida tiene que ver la creación y el árido camino de los méritos literarios y artísticos, muchas veces sometidos más a las circunstancias que a la calidad de una obra. En ese sentido, el Premio Nacional se suma como un asterisco más dentro de la sustancia de Tiempo de vida.
“Mi padre, que era un maravilloso pintor, nunca obtuvo el Premio Nacional de Pintura por su obra, a la que se le escatimaron los reconocimientos. De hecho, todavía me cuesta que se le haga una exposición; mientras un un libro sobre él va y lo tiene todo. No es fácil y ahora mismo me siento afortunado, justamente por eso”.
El Premio Nacional de Narrativa lo han ganado autores como Miguel Delibes, en 1999, por El hereje; Juan Marsé, en el 2001, por Rabos de lagartija; pero también Camilo José cela (1984), Francisco Ayala (1983) y además, Gonzalo Torrente Ballester. ¿Significa algo para Marcos Giralt haber obtenido el mismo premio que su abuelo?
-“Soy bastante sincero, no siento ningún tipo de rivalidad ni de peso por la figura de mi abuelo, tampoco coqueteo ni he coqueteado con la idea de que me podía haber perjudicado, como creo que mi trayectoria ha sido seria y consecuente no necesito ganar el premio que ganó … Si tuviera que quedarme con algo, me quedo con la alegría de que gané un premio que se le negó a mi padre”.