La decisión de Esperanza Aguirre de defenestrar a Francisco Granados por pérdida de confianza y blindar al partido en Madrid, tiene muchas claves internas. Por un lado, la intención de un sector de Génova de acabar con el control absoluto que la presidenta de la Comunidad de Madrid ejerce sobre la organización territorial del partido, por otro, el deseo de acallar a un Granados al que los colaboradores de Aguirre atribuyen buena parte de los rumores que giran en torno a la Puerta del Sol, entre otros, el abandono de la política de la propia Aguirre.
El comité ejecutivo nacional del PP acordó en su reunión del pasado 21 de noviembre, en plena resaca de la ‘borrachera’ electoral del 20-N, convocar congreso nacional los días 17, 18 y 19 de febrero. A diferencia de hace cuatro años, se tratará, sin duda de un paseo militar para Mariano Rajoy y los suyos. Tras esa cita, los estatutos obligan a que se celebren en cascada los congresos regionales y provinciales, que culminarán como muy tarde en el mes de junio. De este modo, la dirección popular aprovecha para tener el partido perfectamente engrasado al objeto de afrontar una Legislatura dificilísima y, ya de paso, rendir los últimos focos de resistencia interna.
No solo Madrid está en el punto de mira. Asturias también necesita abordar un proceso de renovación después de todos los acontecimientos que se desataron en torno a la posible candidatura de Francisco Álvarez-Cascos, que luego no fue tal, pero sí reveló con toda su crudeza las profundas divisiones internas de los populares asturianos.
Madrid es, sin embargo, otra cosa. No se discute tanto el poder que Aguirre ejerce sobre el partido regional como el hecho de que ejerza ‘todo’ el poder, sin fisuras, constituido por un grupo de personas de contrastada lealtad ‘aguirrista’. Y eso se ha reforzado, sin duda, con la defenestración de Granados, ya caído en desgracia hace meses. El nombramiento de dos incondicionales como Ignacio González para la secretaria general del PP de Madrid y de Javier Fernández Lasquetty como vicesecretario de Acción Política, dan una foto fija que chirría en las plantas más altas de la sede de la calle Génova.
El primer piso de Génova (donde se ubica la sede regional del PP de Madrid) es percibido por muchos dirigentes nacionales como una especie de Fort Apache independiente, ajeno al resto de las directrices del partido, con vida y decisiones propias. Es precisamente la celebración del próximo congreso regional el momento propicio que ven para intentar introducir una ‘cuña genovesa’, esto es, incorporar a la dirección regional del partido en Madrid a alguien de confianza Rajoy y los suyos, según ha podido saber Vozpópuli.
En cambio, fuentes del entorno de la presidenta de la Comunidad niegan la capacidad de maniobra de la dirección nacional “salvo que decidan presentar en el congreso regional un candidato alternativo a Aguirre. Que lo hagan. ¿Una cuña? Eso lo tienen más difícil. No se le puede imponer tal cosa al partido” alegan bajo el argumento de que Aguirre tiene todo el derecho a elegir su equipo. El PP de Madrid, añaden los mismos medios consultados, “es más aguirrista que Aguirre y eso lo sabe Cospedal. Aguirre ha conseguido una organización muy sólida en torno a ella”, es decir, todo lo que teme Génova.
Futuro de Aguirre
No obstante, niegan tajantemente que la decisión tomada en torno a Granados tenga que ver con un deseo de ‘blindar’ el partido –aunque eso es lo que se ha hecho—o de abrir el camino hacia el ‘delfinato’, esto es, hacia la sucesión de Aguirre en la persona de su vicepresidente, Ignacio González. Primero porque insisten en que es cierta la alegada “pérdida de confianza” en la persona que llegó a ser consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid, hasta el punto de que atribuyen a Granados en buena parte, aunque no sólo a él, el extendido rumor de que Aguirre podría abandonar la política en unos meses. Es algo recurrente en los mentideros madrileños, sobre todo, tras la enfermedad de la presidenta, pero la gran mayoría de sus colaboradores creen que “su intención, hoy por hoy, es agotar la legislatura. Otra cosa es que ya lleva tres legislaturas seguidas y pueda creer culminada esta etapa”.
En cuanto a una hipotética sucesión de Aguirre para la Comunidad de Madrid ahí sí ven las distintas fuentes consultadas por Vozpópuli capacidad de maniobra de Mariano Rajoy para evitar ‘delfinatos’. Admiten los ‘aguirristas’ que Génova tendría la última palabra y no parece que los gustos de la planta séptima pasen, precisamente, por proponer una candidatura de Ignacio González. Esa es una batalla que se da por perdida de antemano.