De contra mudanza anda estos días el equipo del nuevo presidente del Senado, Pío García Escudero, con todo empaquetado en cajas sin poder instalarse en los nuevos despachos que deben ocupar junto a su jefe. Y es que una vez respaldado por 180 votos a favor frente a 81 votos en blanco para ser el presidente de la Cámara Alta, García Escudero y los suyos iniciaron el traslado a sus nuevas dependencias. Nada que objetar sobre cómo ha dejado el socialista Javier Rojo el despacho del representante de una de las más altas instituciones del país. Pero no se puede decir lo mismo sobre las estancias que deben ocupar las personas de su gabinete, de prensa y secretarios.
Y es que a decir de muchos de ellos "aquello no se ha debido reformar en los últimos sesenta años". Lo que más les ha llamado la atención han sido los agujeros del entarimado del suelo donde se hace hasta peligroso andar con tacones. Pintura, lo que se dice pintura, no han conocido demasiado las paredes de esas estancias ni tampoco los vetustos radiadores. El caso es que, sin deshacer las cajas de la mudanza, han tenido que sacarlas de nuevo para dejar paso a acuchilladores y pintores, con el deseo de que en pocos días aquello pueda ser habitable.
Lo cierto es que en la Plaza de la Marina Española, donde está radicada la Cámara Alta, conviven dos Senados: uno nuevo, el de la ampliación, el que acogió en sus tiempos un aljibe contra incendios convertido en piscina con luces perimetrales que no se usa. Luego está el otro, el antiguo, el que alberga el antiguo salón de plenos, --reservado para actos muy concretos--, donde está una de las bibliotecas más bellas de Madrid, pero también cuajado de viejos despachos poco funcionales.
García Escudero y su equipo venían del primero, pero el ascenso a veces tienen estas cosas.