En la anterior legislatura, los nacionalistas arañaron del Gobierno Zapatero varios centenares de millones destinados a dotaciones para infraestructuras en el País Vasco y también para inversiones en investigación y desarrollo por parte de un centenar de empresas de esta comunidad. Buena parte de estas contraprestaciones correspondieron al cambio de cromos con el que el PNV se cobró su apoyo a los Presupuestos estatales de 2011.
Al ver los retrasos que se producían por parte de Hacienda en algunos de estos pagos, Urkullu visitó La Moncloa antes de la salida de Zapatero para recordarle que el País Vasco todavía no había recibido 112 millones de los prometidos porque Elena Salgado había metido en la nevera antiguos compromisos y Miguel Sebastián, con el que el PNV tenía una pésima relación, había decidido bloquear parte de los recursos destinados a I+D.
Zapatero se puso en marcha y liberó algo más de la mitad de este dinero, destinado en parte para la Y vasca y el puerto de Pasajes. Pero 50 millones pensados para reforzar la investigación y el desarrollo del tejido industrial vasco quedaron en el alero y parte de ellos forman parte de créditos no consignados. Este es el problema que Íñigo Urkullu intentará trasladar el próximo martes a Rajoy al que, según fuentes del PNV, recordará que se trata de acuerdos institucionales que hay que respetar.
A los nacionalistas vascos les fue bien con el PSOE en la anterior legislatura debido a que Zapatero carecía de mayoría absoluta. Su apoyo a los presupuestos estatales de 2009, 2010 y 2011 les sirvió para completar el grueso de transferencias pendientes previstas en el Estatuto de Guernica relacionadas con las políticas activas de empleo, la inspección de trabajo, las políticas de formación, el transporte marítimo y el profesado de religión.
Gracias también al respaldo dado por los nacionalistas vascos a otras leyes económicas promovidas por Zapatero en la segunda parte de la legislatura, tuvieron también otras contrapartidas, entre ellas la entrada del PNV en la Comisión Nacional de la Energía y la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones.
Ahora, la situación ha cambiado de forma radical ya que el PP no necesita los votos nacionalistas para coronar sus reformas. La relación se sitúa a otro nivel y descansa en la buena química que hay entre Mariano Rajoy e Íñigo Urkullu, así como en la colaboración que ambos han decidido mantener para acelerar el fin de ETA.