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Un Andy Warhol parcial y algo incompleto visita Zaragoza

Cuando Truman Capote escribió su primera novela, en 1948, Andy Warhol aún no había llegado a Nueva York. Era, como el Truman que se  describe a sí mismo en el prólogo de Música para camaleones,  un joven provinciano con aspiraciones artísticas. Un chico de pueblo que hacía sus prácticas en el arte del escándalo, la disciplina estética que dominó con mayor maestría.

Cuando Truman Capote escribió su primera novela, en 1948, Andy Warhol aún no había llegado a Nueva York. Era, como el Truman que se  describe a sí mismo en el prólogo de Música para camaleones,  un joven provinciano con aspiraciones artísticas. Un chico de pueblo que hacía sus prácticas en el arte del escándalo, la disciplina estética que dominó con mayor maestría.

A la manera de una Polaroid, es posible admirar a ese proto-Warhol que irá gestándose en la década los 40 gracias a la exhibición Andy Warhol. Portraits, una muestra que reúne 99 obras del museo dedicado al artista Pop en Pittsburgh desde 1940 hasta 1980. 

La exhibición, patrocinada y organizada por Ibercaja,  está comisariada por Jesse Kowalsky, director de The Andy Warhol Museum,  y  Dolores Durán, curadora adjunta. El montaje, construído por capítulos cronológicos,  abre y cierra con dos retratos de Truman Capote hechos en 1979 que funcionan a la manera de prólogo y epílogo de lo que Warhol llegará a ser en el mundo del arte durante cinco décadas.

En una muestra que adolece de ciertas piezas icónicas o referencias locales como la visita del artista Pop a Madrid en los 80, es posible sin embargo observar otros aspectos también interesantes. Es posible ver, por ejemplo, los dibujos de sus años de formación, en los años 40, hasta su paso en 1950 a Nueva York, una sección de la muestra  especialmente atractiva.

En ese entonces, Warhol tenía 20 años y deseaba la fama tanto como el dinero. Fue a esa edad cuando superó  su admiración algo kitsch por Shriley Temple -cuya foto autografiada está incluída- por otra no menos empalagosa.

La fascinación que sentía por Capote, y probablemente debido a su empeño por abrirse paso en determinados círculos intelectuales y burgueses a los que el escritor tenía acceso,  llevó a Warhol a dedicarle al autor de A sangre fría su primera exposición en Nueva York en la Hugo Gallery, en 1952.  Se llamó Quince dibujos basados en las escrituras de Truman Capote.

De esa época se incluye también el primer autoretrato de Warhol así como sus colaboraciones  para Harper's BazaarNew York Times y Glamour.  Se aprecia un Warhol aún no del todo obsesionado con la repetición, como ocurriría con sus serigrafías de los sesenta, sino centrado en técnicas como la línea manchada, dibujos y acuarelas.

El Warhol de los 60 y los 70

A pesar de la sencillez del montaje -la mayoría de las piezas son de mediano y pequeño formato, excepto las de 1980- resultan destacables algunas obras  como los fotomatones con los que Warhol comenzó a trabajar el retrato en la década de 1960.

De esos años, se incluyen también serigrafías icónicas como las que dedicaría a Marilyn Monroe o Jackie Kennedy. Estos retratos fueron hechos por Warhol a partir de fotografías de prensa que éste coleccionaba.

Se echa en falta sin embargo en este tramo  piezas referenciales de los sesenta. Fue en esos años cuando Warhol tuvo su primera individual en la galería californiana Ferusel y comenzó a desarrollar las serie de las latas de sopa Campbell, las botellas de Coca Cola o los billetes de dolar, a las cuales no se les hace siquiera un guiño.Tampoco se menciona ni se hace referencia a la colaboración de Warhol con la banda The Velvet Underground, liderada por Lou Reed.

Si bien es cierto toda exhibición supone una selección, se echa de menos al menos la referencia histórica en sala al álbum The Velvet Underground and Nico. Y resulta curioso porque el álbum se edita un año antes de que Warhol cree su revista Interview, de la que sí se hace mención.

No sería hasta 1970, con la aparición de su gerente Fed Hughes, cuando Warhol comenzó a pintar a personajes ricos y famosos. En esos años cambia la técnica del fotomatón por las polaroids, instantáneas contrastadas que transferían muy bien a la serigrafía.

La muestra incluye, correspondiente a este período, retratos de Yves Saint Laurent, que le introdujo en la alta sociedad parisina; Liza Minelli, Arnold Schwarzenegger o Pelé. Son los años de la discoteca Studio 74 y de los retratos a Carolina Herrera, Elizabeth Taylor John Lennon, Diana Ross, Brigitte Bardot, así como su serie dedicada a Mao. 

Los años de La Fábrica y las omisiones de su visita a España

Si bien su feudo creativo La Fábrica existía ya en los sesenta, será en los años ochenta cuando ésta alcanzará el máximo nivel de febril actividad. Es la época en que Warhol tuvo una segunda juventud para la crítica,  gracias al contacto con lo que en aquel entonces fueron las figuras más jóvenes del arte como Jean-Michel Basquiat, Julian Schnabel o David Salle.

A las omisiones antes referidas, en este capítulo se suma una especialmente curiosa. En ningún momento se hace referencia al viaje que hizo Warhol a Madrid, en 1983, cuando fue recibido por unos jóveenes y antusiastas Pedro Almodóvar y Fabio McNamara, pero también por los March o Isabel Preysler. 

En la muestra, irregular en ese sentido, tampoco se hace siquiera alusión en sala al retrato que hizo Warhol de Miguel Bosé para la portada del disco Made In Spain. Estas omisiones locales dan la impresión de que el peso de la selección recayó completamente en el criterio de Kowalsky y la poquísima participación de la comisaria adjunta, Dolores Durán.

Al ser consultada sobre determinadas ausencias, Amber Morgan,  conservadora del Andy Warhol Museum de Pitssburgh presente en la presentación a la prensa, manifestó que la estructura de la muestra ofrecía otras posibilidades que tammbién debían de ser consideradas, pero sobre las ausencias de, por ejemplo, la visita de Warhol a Madrid no dio otras razones.

Este tipo de detalles debilitan la exhibición, que resulta hasta cierto punto algo divulgativa e incluso escolar, sin que eso desmerite el esfuerzo de difusión, que igualmente queda algo pobre de cara al  público español.

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