Los presos etarras e yihadistas siguen sometidos a un control especial en las cárceles españolas, pero desde los últimos meses éste es mucho menos estricto de lo que era hasta ahora. El Ministerio del Interior ha dado recientemente instrucciones a Instituciones Penitenciarias para que se relaje el concienzudo seguimiento que se hacía sobre las actividades de estos reclusos a través de los llamados Grupos de Control y Seguimiento integrados por funcionarios de prisiones. La orden es que ahora gran parte de sus esfuerzos se centren en los internos relacionados con el crimen organizado, sobre todo mafiosos y grandes narcos.
Así lo han confirmado a Voz Pópuli fuentes penitenciarias, que añaden que el cambio de estrategia sobre el control a estos presos terroristas ha venido provocada por la "considerable reducción de la información que se obtenía de ellos", sobre todo, en el caso de los presos de ETA, tras el anuncio de la tregua. "Con los yihadistas nunca funcionó bien este seguimiento porque la diversidad de dialectos del árabe impedía traducciones fiables de muchas de las grabaciones que se les hacían", añaden estas mismas fuentes, que recalcan que "ahora interesa mucho más, policialmente hablando, la información que generan los capos mafiosos y los grandes narcos encarcelados".
Un grupo de poco más de 200 funcionarios, los 'pata negra', realizan el exhaustivo control desde el año 2008
Los encargados de realizar este estricto control seguirán siendo los llamados por sus propios compañeros como "pata negra" o "espías", un grupo de poco más de 200 funcionarios (entre 3 y 5 por prisión, más un grupo en la sede de Instituciones Penitenciarias) que se incorporaron a estos Grupos de Control cuando se crearon en el verano de 2008, hace menos de cuatro años. Estos funcionarios, según se detalla en la instrucción confidencial que fijó su estructura, deben elaborar fichas de cada uno de estos presos, en los que se detalla la dieta que sigue, si modifica su aspecto físico, si pide cambios de celda, cuáles son sus relaciones familiares, si tiene personas cercanas también encarceladas y un largo etcétera.
Controlar qué leen y qué visten
Para ello, Interior facultó a estos funcionarios a registrar exhaustivamente sus celdas y controlar cualquier detalle que apareciese en las mismas: desde las publicaciones en su poder, de las que se deben anotar "títulos y autores de las mismas, posibles anotaciones manuscritas en libros, revistas, periódicos, hojas más desgastadas por el uso o marcadas", hasta las prendas de vestir que tiene y los artículos de higiene y limpieza que posee. Instituciones Penitenciarias incluso ha instruidos a dichos funcionarios para que tomen nota de las "frases manuscritas en el panel de corcho y en cualquier otro lugar de la celda" y que se registren los barrotes.
A estos presos se les extrema también la vigilancia sobre las comunicaciones orales, escritas y telefónicas a las que ya se les somete bajo control judicial y se hace especial hincapié en el registro minucioso de los paquetes postales que reciben o envíen "para detectar la posible introducción de documentación o notas manuscritas ocultas". También se somete a control todas las actividades que participen dentro de la prisión, ya sean "deportivas, educativas y religiosas", y se vigilan sus "relaciones con otros internos". Incluso se les somete a una revisión permanente su peculio (la cantidad de dinero del que pueden disponer en prisión) y en qué lo gastan en el economato del centro. Toda la información que recaban es volcada en una base informática de acceso restringido, a la que pueden acceder determinados responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
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