Desconozco si María Fernanda Álvarez, la abogada defensora de José Enrique Abuín, ha leído Anatomía de un asesinato, la novela de Robert Traver en la que el escritor narra su experiencia como abogado de un hombre acusado de un crimen. Traver era el seudónimo de John D. Voelker, un exitoso letrado, ejemplo del buen defensor, encarnado por James Stewart en la película de Otto Preminger de mismo título que el libro.
La media hora de exposición que ha hecho hoy la letrada del presunto asesino de Diana Quer no solo merece una épica secuencia cinematográfica, sino que debería exhibirse en las facultades de Derecho como ejemplo de buen hacer en una sala de Justicia. En treinta minutos, la abogada que el turno de oficio asignó a Abuín, ha lanzado una declaración de intenciones que ha hecho removerse en sus asientos a los miembros del jurado y a sus compañeros de la Fiscalía y la acusación particular, que se han presentado en el salón de bodas del juzgado de Santiago de Compostela –escenario del juicio– con la actitud del equipo que piensa ganar un partido por goleada sin bajarse del autobús.
“Desinféctense –ha pedido la letrada al jurado–; la Justicia debe ser aséptica, porque si no es así, se convierte en linchamiento”. La infección a la que se refería Fernanda Álvarez es la provocada por los medios de comunicación, que desde el inicio del caso hemos dado como buena la versión de que Abuín secuestró, violó y mató a Diana Quer, que es exactamente lo que dicen fiscal y acusación para poder pedir para el acusado la prisión permanente revisable. “Me siento como una cirujana que tiene que operar con un material quirúrgico infectado”, ha explicado muy gráficamente la abogada, antes de asegurar que “no hay una sola prueba, porque no hay delito”.
Antes del final de la sesión, el dolor irrumpió en la sala. El dolor de Juan Carlos Quer y de Diana López Pinel, los padres de la víctima, que contaron las devastadoras consecuencias de la muerte de su hija
Y de esto va lo que ocurrirá en Santiago de Compostela en las dos próximas semanas. Ya no es tiempo de platós televisivos, ni de suposiciones; es la hora de las pruebas. Para la defensa de 'El Chicle' no hay una sola que haga tambalear el relato que en la sesión de hoy hizo el acusado durante su declaración: mató involuntariamente a Diana Quer, metió su cadáver en el coche y lo arrojó al pozo donde fue hallado 500 días después. Para la fiscal y la acusación, Abuín es un depredador sexual, que secuestró, violó y mató a la joven. Y anunciaron al jurado que en los próximos días verán pruebas de ello.
El acusado contestó con corrección a todas las partes. Reconoció que robaba gasóleo, que sustraía muebles de la nave donde abandonó el cuerpo de Diana, que trapicheaba con cocaína y hasta que fue infiel a su mujer. Pero negó en varias ocasiones haber secuestrado, amordazado, maniatado, violado o asesinado. La desnudó –dijo– por si en su ropa habían quedado restos de la tapicería de su coche y dijo no saber nada de un elemento que será clave en este proceso: la brida que fue hallada en el pelo del cadáver. Una brida que, según anunció su abogada, ha sido destruida.
Antes del final de la sesión, el dolor irrumpió en la sala. El dolor de Juan Carlos Quer y de Diana López Pinel, los padres de la víctima, que contaron las devastadoras consecuencias de la muerte de su hija. Él, sereno, calmado y contundente. Ella, confundiendo la sala con un plató de televisión. Pero el salón de bodas de los juzgados de Santiago es una sala de Justicia, con mayúscula.
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