Para que la operación Sumar salga bien, esto es, que el Gobierno de coalición de izquierda repita y Pedro Sánchez siga en La Moncloa tras las elecciones generales de diciembre, la nueva formación liderada por la vicepresidenta Yolanda Díaz tiene que superar a Vox como tercera fuerza sí o sí. Eso es, precisamente, lo que, hoy por hoy, no está nada claro, según los sondeos conocidos tras la presentación de la candidatura de la vicepresidenta; y, por si fuera poco, ya habría arrebatado al PSOE medio millón de votos.
Diversas fuentes socialistas confiesan a Vozpópuli ”sorpresa” tanto por la fortaleza que presenta Díaz en estos sondeos preliminares, sin existir siquiera recuerdo de voto -clave para calcular-, como por la resistencia que está demostrando la formación de Santiago Abascal después de la moción de censura protagonizada el 21 de marzo en el Congreso por el nonagenario ex dirigente comunista Ramón Tamames.
Aparentemente, esa moción iba a desinflar a sus promotores y a proporcionar un balón de oxígeno a un presidente del Gobierno acosado por el fiasco de la Ley del solo sí es sí -mil rebajas de sentencias a violadores y más de un centenar de excarcelaciones- y por la polémica derogación del delito de sedición y la rebaja de la malversación. Tanto presumía que iba a favorecerle, que el inquilino de La Moncloa se permitió “el lujo”, dice ahora con pesar algún dirigente socialista, de lanzar ahí su ticket electoral con Díaz para disgusto de Podemos; un Podemos que en ese momento ya estaban negociando con ella a cara de perro los términos del acuerdo.
La realidad es tozuda: a mes y medio de las elecciones autonómicas y municipales, Vox aguanta en el 13/14% de voto y mantiene la tercera plaza por detrás de PSOE y PP, con Sumar y Podemos por detrás tanto en voto como en escaños
Pero la realidad es tozuda: a solo mes y medio de las cruciales elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, VOX aguanta en los sondeos en el 13/14% de voto y mantiene la tercera plaza por detrás de PSOE y PP, con Sumar y Podemos por detrás tanto en voto como en escaños la próxima legislatura en el Congreso.
Así que, a la espera de que una cada día menos probable alianza entre Díaz y los de la también ministra Ione Belarra, vista la ruptura de las candidaturas municipales en la Comunidad de Madrid, de momento los tres partidos a la izquierda del arco parlamentario bajan sus expectativas de diputados como consecuencia de repartirse ahora entre tres el electorado que antes se repartían entre solo dos, socialistas y morados:
Esa rebaja de expectativa es vivida con preocupación en el PSOE, verdadero muñidor de la operación Sumar. Ve que Yolanda Díaz quita electorado a Podemos, pero con quien la vicepresidenta competirá de verdad por el voto si no hay acuerdo entre ella y los morados, es con Sánchez, dado el “perfil institucional” y ”presidencial” de ambos; nunca con la ministra de Igualdad, Irene Montero, si finalmente ella es la elegida cabeza de cartel de un Podemos decidido a ir solo a esas elecciones generales.
“En el ciclo electoral de 2019, estaba claro que un votante socialista no iba a votar a Pablo Iglesias, que había intentado destruir al PSOE, pero ahora hay mucho votante nuestro que sí está dispuesto a votarla a ella y no a Pedro, que está muy desgastado”, avisa un alto cargo de una federación socialista en la misma linea que hace dos semanas el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page: ”Conozco gente que duda entre votar a Pedro Sánchez o a Yolanda Díaz”.
Es casi imposible que en la España menos poblada, particularmente las dos Castillas, donde Podemos no consiguió arrebatar a los de Abascal numerosos escaños en 2019, Sumar vaya a lograrlo en diciembre de 2023 junto con Podemos o por separado
Y, además, advierten varias de las fuentes consultadas, es prácticamente imposible que en numerosas provincias de la España interior, particularmente las dos Castillas, donde Podemos en las dos convocatorias generales de 2019 no consiguió arrebatar a los de Abascal numerosos escaños, Sumar vaya a lograrlo dentro de ocho meses; ”vayan en lista conjunta con Podemos o no”, matiza un dirigente de uno de esos dos territorios.
Un ejemplo: en la repetición de las elecciones generales el 10 de noviembre de 2019, Vox se quedó a solo 200 votos de lograr por Cuenca su escaño 53. Logró 52 diputados y representación en 32 provincias españolas frente a 18 que había obtenido sólo seis meses antes. ”Con la irrupción de Sumar, ese escaño se lo lleva en diciembre porque nos quita voto a nosotros”, vaticina alguien del PSOE de Castilla-La Mancha muy conocedor del territorio.
Por eso Page está alertando a Ferraz del peligro de coquetear con una Yolanda Díaz claramente competidora dentro de otro meses; y por eso esta semana el que fuera director de gabinete de La Moncloa y gurú demoscópico de Pedro Sánchez hasta su salida, en julio de 2021, Iván Redondo, ha advertido que ”el presidente no puede aparecer como el jefe de campaña de Sumar”.
Unas elecciones generales en España en realidad son 52, una por provincia y cada una un mundo, debido a las diferencias de población, que determinan lo que cuesta en votos el escaño. En las circunscripciones de la España rural, las dos Castillas, Aragón y alguna provincia como Jaén o Badajoz, donde Vox tiene fuerte presencia junto a PP y PSOE, es donde los de Abascal pueden sacar ventaja a Sumar y a Podemos, o las dos siglas de la izquierda unidas.
El último ejemplo de la penalización electoral que sufren partidos sin implantación homogénea como Sumar se dio en 2019: Ciudadanos, con 1.637.540 votos, logró diez diputados mientras que el PNV, con la cuarta parte, 377.423 votos, obtuvo siete escaños
Es en esa España rural donde reside la fuerza de Vox, mucho más que en las grandes áreas metropolitanas, donde Podemos y Yolanda Díaz tienen más músculo pero el diputado cuesta más votos; de hecho, en la repetición de las elecciones generales de noviembre de 2019 a Santiago Abascal le costó solo 70.001 votos cada uno de sus 52 diputados y a Unidas Podemos/En Comú Podem 88.491 votos cada uno de sus 35 diputados; es decir, Pablo Iglesias pagó la friolera de 18.000 votos más por diputado que Abascal.
Y es que los pequeños partidos nacionales, antes Izquierda Unida, hoy Ciudadanos y en diciembre probablemente Sumar, pagaron y pagan el peaje que impone la proporcionalidad de la Ley d´Hont. Un sistema que penaliza no tener para esas 52 elecciones generales un electorado homogéneo en todas las provincias, como sí tienen socialistas, populares y Vox, o tan concentrado solo en algunas como los nacionalistas catalanes y vascos.
Los electorados naranja o el de Sumar provienen en su mayoría de provincias pobladas donde, precisamente por eso, el diputado sale más caro. El ejemplo más reciente se dio en la repetición electoral de 2019: Ciudadanos, con 1.637.540 papeletas, obtuvo diez diputados mientras que el PNV, con 377.423 votos en el País Vasco, la cuarta parte que C’s en toda España, logró siete; y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), con algo más de la mitad, 869.934 sufragios, logró trece escaños.
La historia que no fue
Si España fuera una circunscripción única la Ley d’Hont hubiera otorgado a Inés Arrimadas más de veinte escaños, no diez, y probablemente no se habría podido formar el actual gobierno de coalición de izquierdas apoyado parlamentariamente por ERC, Bildu, PNV, Compromis, Más País y Teruel Existe… Pero esa ya es otra historia que no fue: la del fallido pacto PSOE/Ciudadanos tras los comicios del 28 de abril de 2019 (180 diputados sumaban).
Lo que está claro a día de hoy, según admiten diversas fuentes socialistas, es que su partido y Yolanda Díaz se pueden encontrar en diciembre con el siguiente escenario: aunque Sumar y Podemos se acerquen o casi empaten con Vox en voto, la formación de Abascal podría obtener bastantes más escaños como para seguir tercera; y por un puñado de papeletas, por ejemplo, arrebatar al PSOE ese diputado por Cuenca que hace cuatro años se llevó un Pedro Sánchez que ”hoy compite también con Díaz”.
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