Las investigaciones en torno a José Manuel Villarejo han permitido descubrir las actividades de este comisario ya jubilado en el seno de la Policía Nacional, que se extendieron durante décadas bajo el paraguas de los sucesivos responsables del Cuerpo y del Ministerio del Interior. Pero para ello necesitó de un primer apoyo, un padrino. Esa figura la desempeñó el que fuera hombre fuerte de la Policía durante el Gobierno socialista de Felipe González, Agustín Linares, subdirector general operativo entre 1987 y 1994.
Según cree la Fiscalía, Villarejo -actualmente en prisión por diversos delitos- acabó encabezando un “clan policial mafioso” que “infectó” el Cuerpo. También que compaginó su actividad como funcionario público con el desempeño de negocios privados por los que recibía grandes cantidades de dinero. Para ello usaba presuntamente su influencia y contactos en la Policía. Son ya varios los policías investigados en la causa por su relación con este exmando.
En su descargo, Villarejo alega que se limitaba a cumplir órdenes de sus superiores. Según publicaba este jueves el diario El Mundo, Linares y otros dos ex directores operativos han remitido sendos escritos a la Audiencia Nacional refrendando esa versión en defensa del excomisario y empresario. Según esta información, no lo han hecho a iniciativa propia, sino a instancias del abogado del mando encarcelado.
"Gran nivel de confianza"
Vozpópuli ha tenido acceso a un documento firmado por el propio Villarejo en el que sitúa a Linares como su primer valedor ante los ámbitos de poder de la seguridad del Estado, una esfera que ya no abandonaría hasta su jubilación. “Desde hace bastantes años y por tener un gran nivel de confianza con el subdirector general de Operaciones, Agustín Linares, incrementé estas relaciones con el Ministerio del Interior con actividades solicitadas que en muy escasas ocasiones fueron retribuidas”, dejó dicho Villarejo en un texto de 7 folios escrito a máquina en enero de 1995 que lleva su firma.
En ese momento era Inspector jefe y decía estar “en activo, destinado en la UCI (Unidad Central de Inteligencia)” dependiente de la Comisaría General de Información. En concreto, aseguraba estar “enclavado en el concepto de ‘Departamento de liberados’ (con cobertura, incluso, ante los demás funcionarios al dedicarse a actividades privadas y sin la obligación de concurrir a dependencias oficiales en horario normal)”.
El texto era en realidad una queja ante la intención de cesarle de ese puesto y destinarle a la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Para evitarlo reivindicaba sus servicios prestados y su alto nivel de interlocución con Linares, incluso después de que éste fuese cesado y sustituido por Miguel Ángel Alonso, ya fallecido. Cordobés de nacimiento igual que Villarejo, Linares fue durante siete años lo que hoy sería el director adjunto operativo de la Policía, el máximo puesto uniformado en la institución. Fuentes policiales detallan que antes había sido jefe superior de Policía de Cataluña donde desarrolló parte de su carrera.
Estas fuentes precisan que fue el principal responsable de que Villarejo volviese a la Policía -si es que alguna vez se fue- tras una década de excedencia en la que aprovechó para iniciar un conglomerado de empresas. Así lo explicaba el propio Villarejo en el citado documento: “Al existir un proyecto de creación de Brigada Central de Inteligencia encargada de la captación y análisis de información pura, se me planteó la integración en dicho proyecto ya que era de interés disponer de personal de la más absoluta confianza”.
La consigna: "no informar a nadie"
Su papel era realizar actividades “aparentemente al margen de la Comisaría General de Información y que dispusiera de infraestructura en funcionamiento, empresas o negocios dedicados a las más diversas actividades”. “Toda actividad se llevaba a cabo con autorización expresa del subdirector general operativo (Agustín Linares)”, añadía Villarejo. La “consigna fundamental” era “no informar absolutamente a nadie, ni siquiera a los compañeros”.
Siempre según su versión, el sustituto de Linares, le dijo que se iba a “replantear” esta situación. Pero Villarejo siguió actuando como hasta entonces, incluso mantuvo la relación con Linares como nexo de unión con la cúpula policial y el Ministerio. “Continué relacionándome por razón de amistad con Agustín Linares, quien me transmitía noticias y contactos con la nueva cúpula del Ministerio de Interior (...) interpreté que se había decidido que mi línea de colaboración se hiciera a través de mi antiguo superior”, expresó.
El nuevo responsable del Ministerio era Juan Alberto Belloch y la secretaria de Estado de Seguridad, Margarita Robles, hoy ministra de Defensa en el Ejecutivo de Pedro Sánchez. En el marco de sus trabajos, Villarejo destacó la información aportada en torno a un traficante de armas llamado Al Kassar y “una organización mafiosa” integrada, entre otros, por “funcionarios de Policía, al parecer con la aceptación (posiblemente no voluntaria) de alguien de Justicia, entre otros el juez Garzón”.
"Blasillo"
Añadía que uno de los policías implicados en esa trama respondía al nombre “Blasillo”. Según todas las fuentes policiales consultadas, ese fue uno de los primeros alias de Enrique García Castaño, el Gordo, actualmente investigado en el caso Tándem por su relación con Villarejo. Su amistad ha experimentado diversas fases a lo largo del tiempo. Villarejo llegaba a decir en el texto que “Blasillo”pidió su cese cuando se enteró de que le investigaba.
Garzón y García Castaño serían grabados amigablemente años después por Villarejo en la comida mantenida en 2009 a la que asistió la actual ministra de Justicia, Dolores Delgado, tal y como desveló Moncloa.com. Actualmente la relación entre ambos comisarios está rota, según confirman fuentes de su entorno.
Como servicios destacados, Villarejo incluía también la alerta “urgente” a Linares de que Garzón iba a detener al director general de Seguridad, Julián Sancristobal, condenado años después por el secuestro de Segundo Marey y por malversación de los fondos reservados. “Con posterioridad a estos acontecimientos continué informando y colaborando con Agustín Linares”, proseguía el escrito, según el cual, su principal valedor en la Policía luego daba cuenta de sus pesquisas al ya exministro José Luis Corcuera.
Villarejo se opuso a firmar su baja (razón por la que fue expedientado) y como párrafo final dejó escrita una amenaza velada: “No deseo, en principio, dar cuenta ni publicidad de todos y cada uno de los trabajos que antes de excedente y después en la situación atípica en activo he realizado para el Ministerio del Interior”.
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