Los resultados de Ciudadanos en las últimas citas electorales marcan una peligrosa tendencia a la baja. La amenaza de una upydeización, según la terminología de los analistas, que se cierne sobre el partido naranja empieza a sonar con demasiada frecuencia en los propios círculos de catedráticos e intelectuales que apadrinaron el nacimiento de la formación en 2006 y su salto al ruedo ibérico en otoño de 2013. La constitución de un gobierno del PP -al que apoyó en la última investidura- sería un alivio, pues evitaría así exponerse a otras elecciones. Incluso ello podría catapultarle si entra en ese eventual Ejecutivo.
No ha transcurrido tanto tiempo desde que en octubre de 2015, en precampaña de las generales del 20-D, el barómetro del CIS colocara a Ciudadanos como tercera fuerza, por delante de Podemos, con una intención de voto del 14,7% de los sufragios. Hubo sondeos privados posteriores, publicados en prensa a finales de noviembre, que incluso situaron al partido de Albert Rivera en empate técnico con el PSOE, con un respaldo por encima del 20% y en una horquilla de entre 76 y 80 diputados en el Congreso.
Ciudadanos no lanzó en el 26J ataques certeros a su exsocio. Ahora, con Sánchez sentenciado, se ve como un error de bulto
Sin embargo, la organización naranja tiene ahora mismo 32 escaños en la Cámara baja, permanece atascada en la cuarta posición y continúa perdiendo adeptos, como publicaba ayer una encuesta del diario Abc (le daba 25 actas con un 11,95%). Además, no celebrará su próxima Asamblea General, con más de un año de retraso, hasta que haya gobierno. El diagnóstico reza que la formación centrista no consigue recuperar el voto de centro-derecha que dejó marchar en las elecciones del 26J. Tampoco está aprovechando la crisis del PSOE para ganar terreno en el espacio de la socialdemocracia. Aquí cuatro decepciones de Rivera que conducen a un retroceso de Ciudadanos:
-El ‘abrazo’ con un Pedro Sánchez hoy dimitido. El mayor éxito en la política española atribuible al recién cesado exsecretario general del PSOE es el haber estrechado la mano del presidente de Ciudadanos para suscribir un pacto de legislatura con el que presentarse a una investidura. Aquel abrazo con el defenestrado Sánchez a finales de febrero se vuelve ahora en contra del partido naranja. Y pesará como una losa para sus futuros intereses electorales.
El partido centrista no celebrará su próxima Asamblea General, con más de un año de retraso, hasta que haya gobierno
El acuerdo que Ciudadanos tejió con el PSOE resultó más ambicioso y grandilocuente, tanto en la letra pequeña como en la puesta en escena, que la alianza alcanzada por populares y naranjas el pasado agosto. Y esto permanece en la retina del votante que reclama garantías para la estabilidad del país. Las 100 medidas consensuadas con PP y PSOE en sendos pactos, y el mérito –porque así se lo atribuye- de impedir que Podemos llegara al Gobierno de la mano de los socialistas quizá no sean suficiente bagaje para evitar un posible descalabro en unas terceras generales.
-El resultado del 20D, muy por debajo de las expectativas. Ciudadanos se estrenó en aquellos comicios con la intención de arrebatar el centro político al bipartidismo, pero la campaña se le hizo demasiado larga. Concurrió con el argumento de que “no tenemos techo” para contribuir a la movilización del voto emergente moderado, del “cambio sensato” frente a las fuerzas tradicionales y al “radicalismo” de Podemos. El aire favorable de las encuestas llevó a los estrategas naranjas a pensar que los 80 diputados no eran un objetivo imposible. Sin embargo, las urnas le otorgaron la mitad (40 actas) y la experiencia dejó dentro una sensación agridulce, sobre todo cuando se había apuntado más alto.
El partido naranja no consiguió mantener su senda positiva en Cataluña, donde había sido segunda fuerza el 27-S. Quedó en quinta opción, por detrás de En Comú Podem, ERC, PSC y antigua Convergència, y sólo por delante de PP. De los siete diputados (15%) que esperaba, obtuvo cinco (dos menos y apenas un 13%). Alguno que otro traspié comunicativo, como no saber explicar su propuesta para combatir la violencia de género, le hizo ser el centro de los ataques del resto de fuerzas. La sensación de no haber aprovechado al máximo los dos debates electorales televisados y cierta condescendencia con Podemos, evitando chocar con este otro emergente, hicieron el resto. Además, tampoco funcionó el giro de último hora, cuando Rivera anunció que facilitaría la investidura del candidato del PP o del PSOE mediante la abstención.
-La pérdida de casi 400.000 votos el 26J. La alta abstención que trajo la desafección política -algo que C’s había tratado de combatir dando el sí a Pedro Sánchez- y la ineficacia en conservar el voto de centro-derecha arrancado al PP en los anterior comicios pasaron factura al partido de Rivera. En esta contienda, el tono empleado contra el entonces candidato socialista, hoy apartado por los suyos tras llevar al partido a mínimos históricos, fue de perfil bajo. No hubo ataques certeros al proyecto del exsocio de investidura y esto ahora, con Sánchez sentenciado en su propia casa, se puede entender como un error de bulto.
Rivera pasó de descartar la abstención a apoyar a Rajoy. Tal vez demasiadas idas y venidas para la comprensión del indeciso
Además, Rivera también se vio obligado aquí a corregir el tiro sobre su posición ante Rajoy. En la primera semana de campaña, durante un desayuno organizado por El Periódico, descartó que C’s pudiera abstenerse para hacer presidente al líder del PP. Sin embargo, al martes siguientes, cinco días antes del 26J, reculó y dijo que estaba dispuesto a sentarse con Rajoy (y con Pedro Sánchez) a negociar la formación de gobierno desde el 27 de junio. Luego vendría, tras la victoria del PP, su entendimiento con los populares y el pacto de los 170 diputados. Tal vez demasiadas idas y venidas para la comprensión del indeciso.
-El pinchazo en las elecciones vascas y gallegas. Los malos números de Ciudadanos en los comicios del 25-S, fracasando en su propósito de entrar en sendas cámaras autonómicas, dieron a Rivera su peor noche desde ese salto a la esfera nacional en 2013. De nuevo, errores de comunicación en Galicia y una chirriante apelación al legado de UPyD en el País Vasco (la formación magenta tenía un diputado) estuvieron detrás de este varapalo. En el voto de la nueva política volvió a verse superado por Podemos y no mordió ni al PP ni al PSOE. Y eso que el socialismo vasco y gallego viven sus horas más bajas.
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