"Gallardón, ya no toca lo de ser el progre del PP, estamos en otra etapa", le espetó ayer la vicesecretaria socialista, Elena Valenciano, al titular de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, a cuenta de la reforma de la Ley del Aborto. En cierto modo, tiene mucho que ver con la opinión de un antiguo dirigente popular al señalar que con esta reforma, el otrora díscolo Gallardón busca reconciliarse "con el macizo de la raza" popular, ese sector para el que el hoy ministro tenía sospechosas tendencias izquierdistas al tiempo que le reía las gracias a la prensa más crítica con el PP. No deja de ser más que una caricatura de alguien que consiguió mayoría absoluta tras mayoría absoluta tanto en la Comunidad de Madrid como en el Ayuntamiento, aunque es indudable que levantó siempre, y sigue levantando, muchas suspicacias entre los más conservadores del partido.
"Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores", rezaba la página 108 del programa con el que el PP se presentó a las últimas elecciones generales. En definitiva, con la reforma de la Ley del Aborto del 2010, Gallardón no hace otra cosa que cumplir un compromiso electoral, pero no sólo eso. Veintiocho años después de que su padre, José María, recurriera ante el Tribunal Constitucional la despenalización de la interrupción del embarazo en tres supuestos, él ha vuelto a coger una bandera que le acerca, tras muchos años, al sector tradicional del partido. Aunque estratégicamente le aleje de un electorado más moderado, no deja de ser el partido el que pone y quita candidatos, y en el PP son pocos los que dudan que en un escenario de sucesión, que, eso sí, ahora mismo nadie ve ni por asomo, Gallardón pueda tener opciones.
Hombre valorado por su capacidad, nunca ha sido "muy querido en el partido" y la reforma de la Ley del Aborto le puede servir para acercarse al sector más conservador sin alejarse de los moderados
Además, un elemento esencial para un partido que no distingue entre líder y candidato, dado que una cosa va íntrinsecamente unida a la otra, es que no provoque rechazo generalizado en una familia significativa del partido, y la reforma de la Ley del Aborto de 2010 le puede servir para "lavar su imagen" ante el sector más conservador sin que eso le aleje de los más moderados del partido. El ministro pudo comprobar lo duro que es tener a un partido en contra cuando, a través de Manuel Cobo, quiso disputarle a Esperanza Aguirre el liderazgo del PP de Madrid, apuesta en la que fracasó estrepitosamente. Hombre valorado por su capacidad nunca ha sido, sin embargo, "muy querido en el partido", según fuentes populares.
Gallardón tiene otra cosa a favor. A diferencia de lo que pasó con el matrimonio homosexual, que contribuyó a abrir una brecha interna dado que no eran pocos en el PP los que consideraban un error presentar batalla en el Constitucional por este asunto, entre otros, la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, la ley de plazos de Rodríguez Zapatero provoca un rechazo más generalizado en Gobierno y PP, aunque de forma modulada. Así, las posturas van desde la oposición frontal al aborto del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, de profundísimas convicciones religiosas y para quien la mejor Ley del Aborto es la que no existe, a posiciones también muy críticas como la del democristiano José Manuel García Margallo o Ana Mato a más moduladas como la de Luis de Guindos, que aunque declarado católico y contrario al aborto no ve necesario cambiar la legislación actual. En todo caso De Guindos no es militante del partido. La ministra de Sanidad también tiene que decir mucho en esta reforma, que están estudiando conjuntamente ambos ministerios. Su departamento prepara, además, cambios en el acceso a la píldora postcoital, muy cuestionada por la ministra.
Oreja y Trillo, detractores del aborto tienen ahora poca capacidad de maniobra interna. El que más se mueve es el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz
También muy crítico con la Ley del Aborto es Jaime Mayor Oreja, de la familia democristiana, a la que pertenece asimismo el vicesecretario de Política Autonómica y Local del PP, Javier Arenas, que ha intentado, eso sí, no entrar mucho en esta cuestión. Federico Trillo es otro de los que ha encabezado la postura más dura. Existe una especie de reparto de tareas entre los distintos sectores del PP. A los liberales corresponde marcar las líneas económicas y a los democristianos las sociales, y fue cómo, muy presionado por este sector, Rajoy llevó el matrimonio homosexual al Tribunal Constitucional, que lo ha dado por válido.
Pero a diferencia del matrimonio de personas del mismo sexo, Rajoy siempre dejó muy claro que en el tema del aborto legislarían sin esperar una nueva sentencia del Constitucional. Eso sí. Justicia se niega a dar plazos, los suyos, para tener culminada la reforma. Incluso se especuló con la posibilidad de que la reforma se retrasara para evitar una nueva movilización social en un momento de gran conflictividad en la calle. Sea como sea, Gallardón tiene un instrumento para reivindicarse ante los sectores conservadores del partido, aunque corre el riesgo, en caso de que no lo use bien, de que acabe enfadando a todos.
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