El exvicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra cree que lo que ocurrió en torno al golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 se conoce "en lo fundamental", y considera que las sospechas lanzadas desde algunos ámbitos sobre el papel que desempeñó el rey Juan Carlos son fruto de la "malevolencia".
A sus 80 años, el histórico dirigente socialista y exdiputado por Sevilla recuerda en una entrevista con Efe "aquellos angustiosos momentos" que se vivieron en el hemiciclo hace cuatro décadas y de los que extrae como enseñanza la necesidad de mantener una clara consciencia de la "fragilidad" del sistema democrático.
PREGUNTA.- ¿Ha cambiado su recuerdo de aquellos hechos con el paso del tiempo? ¿cómo evoca lo acontecido en el hemiciclo y todo lo que rodeó aquel episodio?
RESPUESTA.- En lo fundamental el recuerdo de aquellos hechos no ha cambiado. En todo caso, la memoria actúa como válvula de suavización del dramatismo de los acontecimientos que, con el paso del tiempo, va debilitando sus aristas, pero la mente conserva los rasgos trascendentales de aquellos angustiosos momentos. Contemplabas el intento de un grupo de nostálgicos de la dictadura franquista de destruir la reciente democracia con la secuela de represión y muerte. Aquello no se olvida.
P.- ¿Le parece que la sociedad española de hoy es consciente de la trascendencia que la intentona de golpe de Estado tuvo para la consolidación de la democracia en España?
R.- El intento de golpe de Estado funcionó como una suerte de 'vacuna' en defensa de la democracia; todos fueron conscientes de la fragilidad de la democracia, de la necesidad de estar continuamente alerta ante los intentos de destruirla. ¿Se puede pedir un grado semejante de prevención a la conciencia de los jóvenes que no vivieron aquellos acontecimientos? Lo cierto es que la mayoría de los jóvenes desconocen aquellos hechos de febrero de 1981. En la escuela no acostumbran a estudiar los hechos más recientes.
La sociedad está necesitada de una asignatura de educación para la ciudadanía que facilite el conocimiento de los valores en que se fundamenta la democracia.
P.- Cuarenta años después ¿es deficiente la calidad de la democracia como apunta el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, junto a las fuerzas independentistas?
R.- La declaración del vicepresidente no es más que la infamia de un "figurón". España vive en una democracia como la de los países de mayor calidad; claro que toda democracia es mejorable, pero no fue esto lo que dijo el vicepresidente.
P.- ¿Cuál es la mayor lección que, con la perspectiva del tiempo, se puede extraer de lo ocurrido en el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981?
R.- La lección más importante es la necesidad de mantener una clara consciencia de la fragilidad del sistema democrático. La sociedad deposita su confianza en un grupo de gobernantes y entrega el uso de las armas a sus ejércitos. Se hace necesario tener un buen sistema de controles para evitar la destrucción de la convivencia y que puedan terminar con la libertad de los ciudadanos, y una legislación clara sobre los golpes contra la democracia, sea por métodos violentos o por la ruptura de la estructura constitucional.
P.- La reciente difusión de conversaciones mantenidas en una red social por un grupo de militares en la reserva ha reavivado el fantasma del golpismo en España. ¿Existe este riesgo en la España de 2021?
R.- Mi opinión es que son ejemplo de la utilización de las redes sociales para descargar la ira y el descontento de unos pocos con la democracia, sin que comporte riesgo real de pronunciamiento. En todo caso, las autoridades deben estar atentas ante cualquier movimiento antidemocrático que se produzca por insignificante que parezca.
P.- Persisten aún incógnitas en torno al golpe ¿son tantas como sostienen algunos? ¿se sabe, en lo fundamental, la verdad de lo acontecido?
R.- En lo fundamental se conoce qué fue lo que pasó y quiénes estaban detrás. Pocos días después, el 13 de marzo, tuve una reunión con la dirección del CESID, hoy CNI, en la que tuve información de todos los pormenores, incluyendo los implicados en la trama civil, datos que he hecho público repetidamente.
P.- ¿Qué no conocemos? Las conversaciones que se produjeron entre los golpistas que ocupaban el Congreso y los que, desde el exterior, se comunicaban con ellos. Hay que suponer que esas conversaciones fueron grabadas aunque nunca se encontraron las cintas.
Francisco Laina, quien se hizo cargo del llamado Gobierno de los subsecretarios -mientras el Gobierno estuvo secuestrado en el Congreso- ha manifestado en varias ocasiones que esas grabaciones no existieron, que son fantasías, pero pocos días después del golpe, el día 7 de marzo en una larga entrevista en el diario ABC, el mismo Laina confesaba: "Hemos ido cortando líneas telefónicas, de las ochenta que hay en el Congreso, ya solo quedan cuatro o cinco. Los psicólogos nos han recomendado no darles sensación de aislamiento total para no provocar su nerviosismo. Al final solo dejo una línea, pero intervenida por nosotros; de modo que cuando Tejero quiere hablar o recibir una llamada ha de hacerlo por nuestra aduana". En otro momento dice: "Otra conversación, que se produjo antes, y tenemos grabada en cinta, es la del sindicalista García Carrés con Tejero". Es decir, que controlaban las llamadas y que eran grabadas en cinta. Su conocimiento revelaría algunas cuestiones que aún no se han publicado, si es que esas cintas no han sido destruidas.
P.- Son recurrentes las sospechas lanzadas desde algunos ámbitos sobre el papel que desempeñó el rey Juan Carlos ¿Están en su opinión motivadas las dudas sobre su actitud en defensa de la Constitución?
R.- Esas sospechas son fruto de la malevolencia. Todos sabemos que si el entonces rey Juan Carlos hubiese mostrado la menor inclinación de apoyo a los golpistas, estos hubiesen triunfado, haciendo retroceder a España a una dictadura con una grave represión política y social. Mezclar sus asuntos financieros con el servicio a España y a la democracia que rindió el rey en la noche del 23 de febrero apoyando la Constitución es utilizar un bulo lanzado entonces por los golpistas en un intento de implicar al rey, y que curiosamente ahora hacen suyo algunos de la extrema izquierda. El país no está para esa burda maniobra que choca frontalmente con los datos de la realidad y que no tiene más finalidad que la de desestabilizar la democracia española.
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