Ana Botella secundó la demencial propuesta de la Comunidad de Madrid de instalar una gran pantalla de vídeo en la Puerta del Sol para que las aficiones del Real Madrid y el Atlético vieran la final de la Champions juntos, algo que motivó la prohibición de una estupefacta Cristina Cifuentes, que en esto del sentido común parece llevar la delantera a los responsables madrileños.
Más allá de que juntar sin más a miles de aficionados con posiciones totalmente enfrentadas al 50% sea un ejercicio de riesgo casi imposible de controlar, conviene recordar que en febrero la alcaldesa se quejó de esas manifestaciones que tanto afeaban la emblemática plaza madrileña.
Para ello, se esgrimió entonces que la plaza era Bien de Interés Cultural (BIC), lo cual facilitó que se prohibieran unas manifestaciones que, en su mayor parte, están promovidas por progres y perroflautas. Una vez más, el concepto BIC demostró ser tan elástico como fuere menester; véase sino la Operación Canalejas o el Edificio España. Y que sirve para los intereses que sean precisos, incluido ampliar la protección a la sede del PP en Génova.
Pero resulta que si en febrero no valían las manifestaciones, en mayo sí vale un megaencuentro de aficiones rivales. Cifuentes lo abortó, y esta vez no ha sido sólo por la enorme rivalidad que reina entre la alcaldesa y la delegada del Gobierno. En este caso se trataba de una cuestión de lógica, aunque Botella declarara ante las cámaras, encantada, que "estoy segura de que las dos aficiones de Madrid, que son un exponente de cómo son los madrileños, acogedores, dialogantes, se van a portar muy bien".
Vean, vean las declaraciones ante la prensa, que no tienen desperdicio. Con semejante panorama, Botella parece ponerle la alfombra a Cifuentes en su anhelada carrera por el consistorio.