“No ha dado el perfil”. La frase no es de la oposición, es de uno de sus concejales, pero sería rubricada por la mayor parte de los ediles del PP, tanto de los que eran de Esperanza Aguirre como de los de Ruiz-Gallardón. Todos coinciden en privado: ha sido un desastre. Nadie esperaba que se presentara a las elecciones. Ha hecho un servicio al PP, decían este sábado en el Ayuntamiento, que esperan la decisión de quien será el elegido para suceder a la alcaldesa de Madrid.
Fuentes cercanas a la alcaldesa indicaron que había decidido hace meses que no se presentaría tras hablar con su familia. Las mismas fuentes indicaron que tienen aún mucho trabajo hasta el mes de mayo “y se van a seguir haciendo cosas en beneficio de los ciudadanos”. Pero personas cercanas a la familia aseguraron a Vozpópuli hace meses que Botella estaba teniendo un desgaste personal “que no se merecía” y que le había llevado a tomar la decisión de dejar el Ayuntamiento al final de la legislatura. “Pero quiere dejarlo todo bien y va a hacer un esfuerzo para mejorar la ciudad hasta el último día”, añadieron. "Siento el deber cumplido y doy por cerrada una etapa de mi vida", dijo en su declaración de renuncia, sin preguntas, en una de las salas nobles del nuevo Ayuntamiento de Madrid.
Ana Botella entró en la vida municipal por la puerta de atrás. No tenía vida en el partido y entró directamente en los primeros puestos de las listas del PP. En aquellos años se dijo que la decisión de Aznar para que Ruiz-Gallardón fuera el candidato para Madrid iba incluida que Ana Botella debía ser concejala.
Fue edil de Servicios Sociales y Medio Ambiente y no llamó excesivamente la atención. Su oportunidad vino cuando Mariano Rajoy llamó a Alberto Ruiz-Gallardón para que fuera ministro de Justicia. La oposición se frotaba las manos cuando el alcalde se fue. Sin embargo, la nueva regidora, con perfil bajo, se mantuvo sin llamar mucho la atención. “Cuando tenga el primer problema veremos el nivel de su incapacidad”, dijo por entonces a este diario el portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, Jaime Lissavetzky.
Noche trágica
Y así fue. La noche de Halloween acabó con la vida de cinco jóvenes en el Madrid Arena, pero también con la carrera política de la alcaldesa de Madrid. Estaba en Portugal, volvió a la capital de España y regresó al lujoso spa portugués. Mientras, en Madrid dos niñas agonizaban y se iban conociendo detalles de la nefasta gestión del Ayuntamiento con el Madrid Arena, de propiedad municipal. Botella había nombrado como número dos a Miguel Ángel Villanueva, un fiel de Gallardón, que nada más producirse la tragedia hizo unas declaraciones en las que parecía más el jefe de prensa del empresario que un servidor público.
Desde entonces se puede decir que comenzó el declive de Ana Botella porque tuvo que gobernar. Se descubrieron numerosas irregularidades en la empresa municipal que gestionaba el pabellón y un presunto trato de favor en la concesión en los actos del Madrid Arena. La opinión pública no le perdonó que se volviera al spa cuando la ciudad estaba conmovida por la tragedia. Botella no ha sabido liderar al PP en el Ayuntamiento de Madrid y tampoco ha sabido liderar la ciudad.
Gallardón tenía muchos críticos, pero transmitía ganas de hacer cosas, y de cambios, decía este martes un edil. Cuando el hoy ministro desapareció, sin despedirse por cierto de sus concejales, Botella ni hizo equipo, ni lideró, ni transmitió ninguna ilusión a la ciudadanía ni a los suyos, añade.
El ridículo
La gestión para la candidatura de Madrid 2016 se hizo con discrepancias con el Comité Olímpico Español. Se llegó a decir que no se hablaba con los responsables del COE. El siguiente paso fue la presentación en Argentina y el fiasco de la derrota. Nunca un discurso dio para tanto ridículo. Sus palabras, por las que se pagó un buen dinero a una consultora, pronunciadas en inglés provocaron la burla de los ciudadanos. Su “relaxing cup of café con leche” se estudiará en las escuelas de presentaciones para saber cómo no hay que hacerlo. Incluso los niños han hecho meses burlas de su inglés, mientras otros miembros de la candidatura hablaban en español.
Una sentencia le quitó a dos de los pilares de su Gobierno: Juan Antonio Gómez Angulo, un gran negociador, y Fernando Villalonga, un hombre de la Cultura. Pero para entonces sus concejales ya se habían dado cuenta de que Ana Botella no iba a ser candidata y dejó de ser referencia. Era respetada, pero sabían que no era el futuro y que tarde o temprano renunciaría. “Nunca he visto tan mal el Ayuntamiento”, decía un miembro de su equipo.
De la huelga de basura dijo que era un problema de las empresas, pero las calles estaban llenas de porquería y era un asco para ciudadanos y sobre todo para turistas que se llevaban una fea impresión de la ciudad.
La Princesa
Antes de esos dos incidentes, Ana Botella había protagonizado un hecho sin precedentes. La Comunidad de Madrid estaba enfrascada en el proceso para convertir el Hospital de la Princesa en un centro especializado en mayores. Los médicos y sanitarios se rebelaron junto con los pacientes y la alcaldesa firmó contra los planes de la Comunidad. “Fue un golpe bajo”, recordaban fuentes del Gobierno regional.
Después vino la huelga de limpieza, que durante nueve días ensució, más si cabe, las calles de la capital. Ése fue el tiempo que tardó la alcaldesa en reaccionar y ofrecer un plan a los ciudadanos, que no fue otro que un ultimátum a los sindicatos para solucionar el conflicto en 48 horas bajo amenaza de denunciar a los trabajadores por incumplir los servicios mínimos.
Lo último ha sido la crisis de los árboles. Dos personas han muerto en los últimos tres meses a causa de la caída de ramas. Unos lo achacan a un problema del tiempo. Otros a la falta de cuidados al haber recortado de los gastos de mantenimiento. Nunca se había producido un hecho así en Madrid.
Frente a todas estas situaciones críticas, la alcaldesa ha mejorado la quiebra en la que dejó Alberto Ruiz-Gallardón las cuentas de la ciudad y ha anunciado una bajada de impuestos que ella ya no aplicará.
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