Que Ana Mato está atravesando un auténtico calvario personal nadie lo duda ya en el Partido Popular, a pesar de la aparente firmeza con que la ministra mantiene, este miércoles lo hizo todavía en el Congreso, que no piensa arrojar la toalla. Varios cañones apuntan a ella, unos para cobrarse una pieza mayor que no ha podido caer, de momento, con los cuadernos de Bárcenas, y otros para frenar en seco su posible carrera al cartel electoral madrileño. La ministra ha dado todo tipo de explicaciones a Mariano Rajoy de su situación personal, ha analizado también con el presidente el contexto político en el que sufre esta ofensiva por hechos que se conocieron y quedaron aclarados hace más de tres años y, lo más importante, ha recibido el pleno respaldo de Rajoy, reacio a gestionar una crisis de Gobierno al dictado de un medio de comunicación y del acompañamiento que pueden estar haciendo de él los socialistas, se comenta en el PP.
Lo que más duele a la ministra de Sanidad es la refriega interna en su partido, que la ha vuelto a colocar en la diana
Pero lo que más duele a Mato y a su entorno es la refriega interna que está destrozando su estado de ánimo y que proviene, sobre todo, del PP madrileño. Esperanza Aguirre, aún presidenta del partido en la región, no se ha mordido la lengua y se ha retratado en una reunión interna asegurando que, si ella hubiera estado en La Moncloa, Mato estaría cesada. En defensa de la ministra han salido la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y también la cúpula del PP, pues en su sede nacional de Génova se tiene la certeza de que detrás de la actitud de Aguirre se esconde su intento de frenar cualquier posibilidad de que Mato pueda convertirse en cartel electoral de los comicios de 2015 previa escalada a la presidencia del PP madrileño.
Dentro del partido se recuerdan dos precedentes que pueden servir para comprender la actitud de Aguirre. Uno es el de Francisco Granados, destituido de forma fulminante de la secretaría general cuando en noviembre de 2011 ya estaba muy extendida la operación que se preparaba desde la dirección nacional para arrebatar el control de la organización a su todavía presidenta. El otro es el del hasta hace poco vicealcalde de Madrid Miguel Ángel Villanueva, jefe de campaña de Aguirre en las elecciones autonómicas de 2003 y antiguo ‘número dos’ en las listas del PP a la Asamblea de Madrid. Después de salir derrotada, sus relaciones con Villanueva se enfriaron, tanto que éste se pasó a las filas de Alberto Ruiz Gallardón en el Ayuntamiento. El ‘caso Madrid Arena’ le ha dejado en el paro sin que nadie del partido, y menos aún Aguirre, haya dado la cara por él.
La destitución de Granados y la caída en desgracia de Villanueva se ven como precedentes de la ofensiva contra Mato
“Ella solo sabe exigir que limpien a las personas que le hacen sombra”, comenta un alto dirigente del PP nacional en referencia a la presidenta regional madrileña. Y Ana Mato se ha colocado en su diana porque, en opinión de la misma fuente, había calado que la actual ministra de Sanidad era la elegida de Mariano Rajoy, su “niña mimada” para convertirse en la nueva lideresa, sin por ello ser un verso suelto. Ahora lo tiene mucho más difícil.
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