Andalucía

“Que no cunda el pánico”: piden tiempo desde el laboratorio a cielo abierto contra el virus del Nilo

Un pequeño ejército de biólogos batalla contra los mosquitos en Guadalquivir, piden calma pero advierten que no existe el riesgo cero

Los vecinos de la Puebla del Río se han visto privados de su momento favorito del día. El atardecer junto al Guadalquivir es el punto de encuentro cuando afloja el calor en torno al quisco y el parque. Pero este verano es el de la fiebre del Nilo, el de los mosquitos. El año en el que las calles están más vacías de la cuenta, las ventanas pertrechadas con mosquiteras y el olor a repelente todo lo inunda.

En la provincia de Sevilla van ya cinco víctimas mortales y los contagios ya han saltado al norte, a Extremadura. Plataformas ciudadanas vienen expresando su malestar desde inicios de verano en las localidades ribereñas de la Puebla, Coria del Río o Isla Mayor. La Junta de Andalucía anuncia que asumirá todos los roles posibles de cara al próximo otoño, cuando hay que trabajar sin pausa para prevenir las muertes del próximo verano.

Hacer frente al virus del Nilo (VNO) es una labor sin fin, “este virus ha venido para quedarse y hacerle frente es una labor que exige actuar continuamente”. Quien dice estas palabras es una de esas personas que está al pie del cañón: Rubén Bueno, doctor en Biología y entomólogo, está especializado en control de vectores de trasmisión y llevas año siguiendo el rastro de especies que, por zoonosis, trasladan patógenos a los humanos.

Actualmente, Rubén Bueno ejerce como director técnico de Lokímica, empresa que desde el Bajo Guadalquivir forma parte del engranaje europeo con el que se hace frente a nuevos retos sanitarios como la fiebre del Nilo. Acostumbrado a la alerta ciudadana por contagios que salpican la actualidad sanitaria, incluso con 5 víctimas mortales como las de Sevilla, recalca que “no debe cundir el pánico. Este virus no es nuevo, ya lleva muchos años entre nosotros y lo estudiamos desde hace años en regiones del sur de Europa”.

Consciente de la preocupación en el Bajo Guadalquivir se esfuerza en reseñar que el 80% de los afectados por el virus no desarrolla dolencia alguna que las personas infectadas por el VNO que enferman gravemente no llegan al 1%. Nos encontramos ante un virus de origen africano que probablemente llegó al sur de España con la migración de aves que contagiaron a mosquitos que, en cuanto tuvieron una densidad suficiente de infección, contagiaron a equinos y posteriormente a personas.

”Pero no podemos olvidar que estamos ante un evento accidental, los humanos no somos huéspedes naturales para este virus”, continúa haciendo pedagogía para que la ciudadanía calibre el riesgo y adopte medidas de prevención oportunas. Recalca que las administraciones deben seguir ofreciendo información sobre monitoreo y transparencia en las acciones acometidas, sobre todo en “puntos calientes” como el Bajo Guadalquivir que, “sin embargo, no es único en Europa”. El año pasado, en Grecia hubo 162 casos con 23 fallecidos y en Italia 29 víctimas dentro de un grupo de 336 infectados. Por suerte, aún estamos lejos de esas cifras.

Bueno detalla que el año de más incidencia del virus del Nilo en Europa fue 2018, cuando hubo más de 2.500 positivos en todo el continente, “curiosamente ese año apenas hubo incidencia significativa en España. Por eso estamos acostumbrados a la recurrencia de alarmas sociales regionales”. El trabajo de investigadores con botas de barro como Bueno es lidiar con esa alarma con un trabajo de fondo que permita “reducir la densidad del mosquito, teniendo en cuenta que el virus ya está entre nosotros, ha venido para quedarse y, por lo tanto, no hay riesgo cero”.

Define las labores de invierno y primavera como esenciales. Su equipo viene monitoreando en el Bajo Guadalquivir todo tipo de ambientes con observación sobre el terreno que incluye el alcantarillado o zonas inundables de regadío, hasta observación aérea de hectáreas de arrozal o densa vegetación. “Con esta crisis, la intervención aérea con drones es nuestra principal novedad, no está permitiendo acceder a zonas de cría de larva más recónditas”.

Las aguas estancadas tan propias de esta región son el hábitat idóneo para la cría de los futuros mosquitos. El equipo de Bueno está interviniendo con productos específicos como una bacteria biológica que actúa contra las larvas que más tarde transmitirán la fiebre del Nilo. El trabajo de Lokimia se beneficia de la investigación de la Estación Biológica de Doñana que ha confirmado que el trabajo de Bueno da frutos poco a poco, con una reducción significativa de la captura de mosquitos en las trampas del entorno de la Puebla del Río.

Incide en la importancia de “consolidar este trabajo continuamente, no como respuestas a una alarma sanitaria, sino como la mejor manera de convivir con un virus que ya está en el territorio y es endémico. Aún nos quedan semanas complicadas mientras perdure el calor, pero no olvidemos que estamos en una realidad climática cambiante, este virus no desaparecerá”, explica.

Lejos de querer provocar alarmismo, el investigador revela la normalización de virus tropicales que, merced al cambio climático, se manifiestan a este lado del Mediterráneo, mencionando la presencia de patógenos como el Dengue, por ejemplo.

Si la convivencia con la prevención es obligada, este aprendizaje debe ser también de las administraciones, obligadas a integrar su respuesta.

En el entorno de localidades como la Puebla del Río ponen sus esperanzas en estos técnicos uniformados que se afanan por fumigar de noche, cuando las intervenciones tienen más efecto. Los arrozales inundables son un paraíso para la expansión de un mosquito que se expande en 36.000 hectáreas junto al Guadalquivir. La Junta acumula de su presencia desde 2011.

En 2013 se multiplicaron los casos en caballos con 35 focos que se expandieron de Cádiz a Huelva y Sevilla. 2020 fue el año con más focos y positivos equinos registrados en una estadística que, con picos, tiende al alza. Pero la fiebre del Nilo es ya una cuestión que afecta a los humanos e implica una creciente alerta social. Mientras, como hormigas, los investigadores seguirán trabajando cada día.

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