En el Hemisféric de Valencia, compartiendo escena con Isabel Bonig, presidenta del PP valenciano, y Mariano Rajoy, líder del partido, Andrea Levy abandonaba, hace apenas dos semanas, la oscuridad de la tercera fila y emergía a la primera fila del protagonismo en un acto relevante para su formación. Un serio compromiso para quien hasta ahora pasaba por ser el rostro menos activo de los cuatro jóvenes que se encaramaron a la cúspide del PP el pasado mes de junio. ¿Ha llegado la hora de Levy?
En algo más de un año, ha pasado del puesto número 39 en la lista de Arias Cañete a la europeas al número dos de García Albiol en las catalanas. Todo es acelerado y vertiginoso en la carrera política de Andrea Levy. Hace tan sólo seis meses, cuando aterrizó en Génova, apenas era alguien en el PP nacional. Trataba de usted a Mariano Rajoy en sus primeros encuentros con el líder del partido, hasta que alguien le insinuó que no era necesaria tanta deferencia. Levy, 31 años, de familia bien de Barcelona, de Diagonal para arriba, casa cerca de la Bonanova, criada en el Liceo Francés, licenciada en Derecho, estudios en Londres, había pasado por los despachos de Miquel Roca y de Uría Menéndez mientras le daba vueltas a su vocación política.
Estrecha colaboradora de Alicia Sánchez Camacho, mantiene una relación fluida con Jorge Moragas, de quien se dice que es su preceptor
El pasado mes de junio, recibió una llamada desde la secretaría general del partido. El PP acababa de vivir una hecatombe en las municipales y se acercaba la cita con las autonómicas catalanas. Levy, que apenas dos años atrás había abandonado la abogacía para dedicarse de lleno a la política, se llevó la sorpresa de su vida. Cospedal en persona le comunicaba que tenía que incorporarse a Madrid para asumir un cargo importante. Nada menos que la vicesecretaria de Estudios que ocupaba hasta entonces González Pons, un peso pesado que había puesto rumbo a Bruselas. Estrecha colaboradora de Alicia Sánchez Camacho, valor en declive, Levy mantenía una relación muy fluida con Jorge Moragas, de quien dicen que es su preceptor, valedor y protector. Sin más experiencia que unos cargos de vocalía y asesoría en el Partido Popular Catalán, sin ni siquiera haber ocupado un puesto de concejal o de diputado autonómico, Levy se convirtió en uno de los cuatro magníficos que habrían de simbolizar el relevo generacional, la renovación del partido ante la nueva etapa. Sus compañeros de dirección eran más conocidos o experimentados. Javier Maroto había sido alcalde en la difícil plaza de Vitoria. Fernando Maíllo era vicepresidente de la asociación española de Municipios y presidente de la Diputación de Zamora. Pablo Casado era la voz viva del PP en todo tipo de foros. ¿Y Levy? pero ¿quién narices es Andrea Levy?
A Levy le tocó enseñar sus armas y, de paso, mostrar sus garras, hasta ahora invisibles, hace quince días en Valencia. Levy ha dedicado todo este tiempo a lidiar con dirigentes de su formación, mandos intermedios, cargos de la Administración, empresarios, sindicatos, organizaciones sociales... Se pasó todo el verano elaborando el eje del programa electoral para las generales mientras echaba una mano en la campaña de Albiol para las catalanas. Experimentada tertuliana en el inhóspito territorio de los medios catalanes, nunca eludió el combate ni se encogió ante el ataque. Una experiencia muy dura con un resultado escasamente glorioso. Ciudadanos arrasó a los restos del PP que allí había dejado Sánchez Camacho.
Pequeñas victorias silenciosas
Levy ha madurado aceleradamente en este semestre. Ha aprendido a tutear a Rajoy, a esquivar puñaladas, a digerir afrentas, a conocer la organización, pero también ha mostrado su criterio, combativo e independiente, cuando se le ha pedido. A los cuatro nuevos secretarios generales les llaman 'los Ciudadanos del PP', por su aire desenfadado en la indumentaria, su juventud en un partido de dirigencia muy madura y su osadía a la hora de abordar cuestiones incómodas. Se opusieron, por ejemplo, a la renovación de Celia Villalobos como número uno por Málaga y algo han tenido que ver en la renuncia de Ana Mato a seguir en política. "Pese a ser jóvenes, actúan con prudencia, no hacen ruido y a veces consiguen ser escuchados", comenta un experimentado fontanero de Moncloa.
Su primer gran reto se produjo apenas puesto el pie en su despacho de Génova. Tras el desastre de mayo, Rajoy convocó una Convención Nacional para trazar la línea de trabajo del partido de cara al futuro, para transmitir una idea de movimiento de renovación, de limpieza de herrumbre que anquilosaba a la maquinaria del PP. Levy y Casado fueron los encargados de abrir el fuego de las intervenciones, ante más de dos mil conmilitones, decepcionados y abatidos, muchos de ellos ya sin cargo, sin poltrona y sin sueldo. Un compromiso endiablado. Casado brilló a su habitual altura y Levy, nerviosa y titubeante, superó la prueba. La joven desconocida, 'la niña de Barcelona' como se le llamaba por entonces, no siempre con cariño, había sido aceptada.
Levy, la menos expuesta de los nuevos vicesecretarios, se ha encerrado en el despacho para hilvanar un programa electoral a la altura de las circunstancias
Mientras Maroto y Casado, buenos polemistas, se turnaban por radios, televisiones y actos sectoriales para mantener viva la llama de la regeneración del PP, Maíllo se centraba en reestructurar los equipos y en elaborar, pacientemente, en comunión con Cospedal y unos toquecillos de Arenas, las listas para las generales. Tarea ardua porque en esta ocasión habrá al menos 50 escaños menos a repartir. Levy, mucho más silente y menos expuesta que sus compañeros, se encerró en su despacho y, teléfonos y correos delante, se afanó en hilvanar un programa electoral a la altura de las circunstancias. Dicen que Rajoy, tras pasar por el cedazo de Sáenz de Santamaría, siempre muy pendiente de cuanto se hace y deshace en Génova, le dió sus bendiciones sin contratiempos. Y que incluso lo elogió. El pasado día 28, Levy salió de su cueva y emergió a la primera línea, compartiendo cartel con el presidente, para presentar en sociedad parte de su obra. Es su retorno a la primera línea. Y todo un gesto político de cara a la organización. La frrágil Levy, muestra sus armas, su trabajo, y, para alguno, también sus garras cargadas de futuro. Su fotografía en bicicleta este fin de semana último en Valencia bien puede ser el anuncio de por dónde irán los tiros en el futuro de su partido.
Andrea Levy es la segunda mujer en el organigrama del PP y la 'tercera dama' de Rajoy, tras Soraya y Cospedal. La primera, luego de pasar una temporada en la nevera de la desconfianza, está de nuevo activa y dicen que en ascenso. No todos coinciden con esa opinión. La segunda, se mantiene afanosamente en la cúspide de Génova pero sin el poder de antaño. Levy, que también frecuenta les tertulias, que no huye de los debates y que trabaja quince horas al día, algo que le reconocen hasta sus enemigos, aguarda su hora. Esta campaña puede ser su catapulta, aunque se ignora hacia dónde. En el PP hay muchas cosas aún por escribir.
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