"Estad tranquilos, lo de mañana no va a ser nada, nos haremos cargo nosotros; para vosotros será como si fuera un festivo". Hugo del Prado, agente de la Unidad de Intervención Policial (UIP, más conocida como los antidisturbios de la Policía Nacional), recuerda las palabras que el jefe de dependencia de los Mossos d'Esquadra de Gerona les dijo en la noche del 30 de septiembre de 2017. Era la víspera del referéndum ilegal auspiciado por el gobierno catalán de Carles Puigdemont. Y era, también, la víspera de que Cataluña se sumiera en el caos y los desórdenes públicos. Un desafío separatista que culminó con una proclamación de independencia que apenas duró ocho segundos. Y que ahora, seis años después, parece conducir inexorablemente hacia una amnistía.
Hugo del Prado, 16 años en la Policía Nacional y 15 en la UIP, bregado en algunas de las situaciones más críticas a las que se puede enfrentar un miembro de su unidad, jamás imaginó lo que viviría en Cataluña esos días. "Para nosotros, lo más importante es el saber estar; eres la representación del Estado, de España, en momentos muy delicados, y siempre hay que mantener la debida compostura".
Este agente de la Policía, delegado nacional de las unidades de intervención del sindicato Jupol -el sindicato ha anunciado su presencia en la manifestación contra la amnistía de Barcelona-, admite en esta entrevista con Vozpópuli que las escenas más complejas a las que se venía enfrentando, más incluso que las algaradas de los radicales en partidos de fútbol o manifestaciones, eran los desahucios: "Echar una puerta abajo porque hay una acción judicial y encontrarte dentro una familia a la que hay que sacar... es duro. Muy duro. Creía que era lo más duro... hasta que llegó Cataluña". Habla desde Carabanchel, con tono pausado, repasando mentalmente punto por punto todos los acontecimientos que vivió: "Recordarlo no es plato de buen gusto".
1 de octubre
Amaneció el 1 de octubre. Hugo y sus compañeros, tras pasar la noche en un hotel de Santa Susana, aguardaban instrucciones en una gasolinera en las afueras de Gerona. Hasta entonces creían que irían únicamente en apoyo a los Mossos d'Esquadra, y que su intervención -en caso de darse- sería "residual y tranquila". Charlaban con el propietario del establecimiento, extremeño, cuando les entró el aviso. Eran las ocho de la mañana. "Pónganse todo el material, que los Mossos no entran".
El operativo cambiaba por completo. Montaron en el furgón y se dirigieron al colegio Escola Verd, de Gerona. "Se abrió la puerta y lo que nos encontramos... lo que más nos impactó fueron dos agentes de los Mossos, que estaban plácidamente, grabándonos cómo nos bajábamos del furgón. Y, delante, 300 o 400 personas, con un odio visceral hacia nosotros, gritándonos de todo, como si hubiéramos hecho una cosa muy grave".
En ese momento recibieron la orden de entrar en el colegio, pero sin hacer uso de la fuerza. Avanzaban milímetro a milímetro, sin lograr avances sustanciales. "Éramos muy pocos y ellos muchos. Ves las imágenes y... somos la delgada línea azul. En ese momento la línea era demasiado delgada".
Transmitieron a sus superiores la incapacidad de abrir brecha. Tras más de media hora, recibieron una nueva orden: "Si no pueden entrar, hagan uso de la fuerza reglamentaria". "En dos minutos logramos acceder -recuerda Hugo-. Se quitó todo el mundo, tuvimos que pasar una valla... pero no hubo grandes contratiempos. Lo que nunca olvidaré son las caras de la gente que estaba dentro, familias enteras con niños aterrorizados. Sus padres nos gritaban, nos decían de todo. Fue una sensación muy amarga".
Disturbios en Cataluña
Lo del Escola Verd, no obstante, sólo fue la primera toma de contacto. Ese día, Hugo y los suyos tenían asignados 27 colegios. Sólo lograron llegar a cuatro. Las algaradas y los disturbios se extendieron por toda la región. Barcelona se convirtió en el epicentro de los desórdenes públicos, que se replicaban en localidades y municipios de toda Cataluña.
Lluvias de cascotes, contenedores ardiendo. Violencia en las calles, presión en el día a día: "Sólo escuchábamos insultos allá donde fuéramos. Siempre que nos montamos en los furgones comentamos algo del operativo, charlamos... pero esos días íbamos en silencio total".
Lo que se vivió en Cataluña tras el 1 de octubre de 2017 parecían imágenes inéditas e "irrepetibles". Al menos, para los que esos días vistieron el azul de la Policía Nacional. Pero después llegó la fuga de Puigdemont, el juicio del procés, la sentencia del Tribunal Supremo, nuevos disturbios por toda la comunidad. Y un nuevo dispositivo policial con miles de agentes desplegados. Si al del 1-O se le bautizó con el nombre de Copérnico, en 2019 sería Ícaro.
"Todo lo que vivíamos parecía salido de una película", recuerda. "Miles de personas intentando tomar un aeropuerto... ¿Dónde se ha visto algo así?". También habla del intento de asalto de la estación ferroviaria de Sants, de ataques a instituciones oficiales y de Via Laietana, donde se ubica la Jefatura Superior de Policía en Barcelona.
"La violencia aumentaba día a día, hasta que llegó lo que llaman la 'batalla de Urquinaona'. Ese día estábamos más gente [agentes de Policía Nacional] esperando que interviniendo. Es algo que siempre nos quedará. Nunca sabremos por qué no nos dejaron entrar. Había ocho o diez grupos dentro y éramos otros diez fuera".
En una cadencia de turnos rotatorios, a Hugo y los suyos les tocó ir a descansar. Pero no pegaron ojo en el hotel. Encendían la televisión y veían los disturbios que asolaban el corazón de Barcelona, con la Jefatura como blanco principal de los violentos. Y ése era precisamente el emplazamiento al que debían brindar seguridad a partir de las siete de la mañana del día siguiente.
Del caos... a la amnistía
"Cuando llegamos... qué sé yo. No había disturbios, pero lo que quedaba era una zona de guerra. Desde la Jefatura y hasta donde se podía ver eran cascotes, adoquines, trozos de piedra o contenedores que habían quemado. ¡Y eso que llevaban tres horas ya limpiando!".
Han pasado seis y cuatro años respectivamente desde aquellos hechos. Y ahora esos acontecimientos vuelven a primera línea del escenario mediático: no por una posible repetición de las algaradas, sino por la negociación de la amnistía para aquellos que lanzaron el desafío independentista. Junts, con Carles Puigdemont a la cabeza, son la llave para que Pedro Sánchez se mantenga en la Moncloa. Y esa amnistía es una de las 30 monedas para cuadrar la aritmética parlamentaria ante la investidura.
Pregunta: La amnistía...Respuesta: Es que nadie nos ha preguntado a los que estuvimos allí qué nos parece todo esto. Hubo tres compañeros jubilados a la fuerza. Uno de ellos, Ángel, con una cicatriz de aquí a aquí [se señala todo el brazo].
P: ¿Y si se lo preguntaran?R: Pues diría que es una falta de respeto a todos los que estuvimos allí. Pasé fuera el cumpleaños de mi hija por defender el orden público. Si borramos lo que ocurrió, no habría razón para habérmelo perdido. Me convertiría en un mal padre. ¿Se puede borrar aquello? ¿A los compañeros que estuvieron tres meses metidos en un barco les vas a decir eso? ¿Y a Ángel, jubilado a la fuerza, también? Lo siento mucho, pero no.
Mazarino
El Chulo es un traidor y un golfo,espero que termine en el colegio mayor de Soto del Real pronto. ¿No tienen la Policía y la GC trapos sucios de este tipo?
y tu mas
La amnistía que va a firmar este psoe golpista, ladrón, feminista e independentista aparte de faltarle al respeto a las fuerzas de seguridad, es la humillación más grande que le esta infringiendo el Puigdemont a este gobierno en funciones con el traidor más grande de la historia de esta democracia, el traidor Sánchez que ya lo pagara en el futuro.
Manuel Leon Lopez
El gobierno del PP de Rajoy los dejó completamente tirados, escondiéndolos, avergonzados y atados de manos para que no pudieran defenderse, y cuando se pensaba que mayor ignominia no cabía, ha llegado Su Sanchidad para mearse encima de todos ellos. Las fuerzas de seguridad son las que nos representan a la mayor parte de españoles, que no admitimos que por una única ambición personal se esté arrastrando a España de esta forma.