"Gana el PP, aunque por poco", les dijo Mariano Rajoy a los 19 empresarios y banqueros congregados esta semana en un almuerzo en la Moncloa. Los escrutinios de Pedro Arriola anuncian un triunfo ajustado. El pulso del PSOE late muy débil, Elena Valenciano no es garantía de nada y los partidos pequeños no acogen a tanto decepcionado como se preveía. El PP se juega una reválida a su gestión pero Rubalcaba arriesga su continuidad. Esta cita europea puede decidir su futuro.
Ahora el foco de los escrutadores monclovitas se centra en Cataluña. Europa es importante, pero a pocos parece importarle. Estas urnas tienen, como siempre, una neta dimensión nacional. El desafío soberanista va a medir por vez primera su fuerza en las urnas desde las autonómicas, cuando Artur Mas se dejó doce escaños en el empeño. Anuncian los sondeos un pulso entre CiU y ERC más duro de lo previsto. Un revolcón de los convergentes puede modificar algunos esquemas. Puede darle un vuelco al mapa de las estrategias. Y puede, naturalmente, debilitar la figura del president. "En Madrid esperan una derrota de CiU para enterrar a Mas", decía días atrás un veterano convergente.
Tomar las riendas
Soraya Sáenz de Santamaría ha tomado el timón de la estrategia catalana. Se ha pedido prudencia al incontinente Margallo y la vicepresidenta ha agarrado con fuerza las riendas y el micro. Las declaraciones que se tengan que hacer sobre Cataluña las hará ella. También va a seguir muy de cerca la campaña en esa comunidad, donde Ciudadanos inquieta a un PP de confuso perfil.
Casi medio centenar de actos ha organizado Génova en territorio catalán, con algunos mojones de importancia. Mariano Rajoy y Arias Cañete, por ejemplo, coincidirán allí por primera vez en la campaña, salvo modificaciones de última hora. Habrá desfile de ministros, de barones autonómicos y de destacados dirigentes de la administración central. Ahora toca volcarse, después de meses de olvido y de escasa presencia del Estado en la comunidad. Un error que pesa y del que ahora se arrepienten.
Soraya en el laberinto
La vicepresidenta, excelente conocedora del laberinto catalán e interlocutora privilegiada de algunos consejeros de la Generalitat y con empresarios recelosos de la aventura secesionista, se ha reservado el papel de cierre de campaña en esa región, que tendrá lugar en Badalona, la tercera ciudad de Cataluña y con alcalde del PP. El gobierno de Madrid quiere mostrarse y ofrecerse. Los ciudadanos catalanes han de sentirse amparados y acompañados. Y de paso tienen también que escuchar que sus problemas económicos no vienen de su pertenencia a España sino de la gestión de un gobierno nefasto. Desde el Tripartito hasta hoy, el declinar ha sido una constante.
El equipo de Moncloa considera que un revés electoral de Artur Mas le hurtaría capacidad de maniobra y le restaría aliento a su marcha hacia la independencia. Pondría las cosas en su sitio. Si ERC resulta vencedor en estas singulares elecciones, puede que la sociedad catalana reflexionara sobre el futuro que le espera. Abrazarse al independentismo más extremo es una idea que ni siquiera los votantes de CiU soportan.
El foco, pues, se ha situado en las urnas catalanas, donde también cobra importancia el resultado del PSC, cada vez más fragmentado y debilitado por las disputas internas. El PSOE siempre ha contado con su 'hermano pequeño' catalán para conseguir buenos datos en unas generales. La crisis de identidad por la que atraviesa Pere Navarro puede ser otro serio problema para Pérez Rubalcaba. Muchas cosas, pues, en juego en el estanque dorado catalán.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación