Son varias las dinámicas que las elecciones catalanas del pasado 27 de septiembre han abierto al mismo tiempo, mientras que Convergencia no se aparta del itinerario interno que prepara desde hace meses para quitarse de encima a Artur Mas. Será, aseguran en la formación nacionalista, un relevo sereno y pacífico, que facilitará el propio interesado, cansado física y mentalmente de una cruzada en la que ha terminado por encontrarse muy solo, deseando como Juan José Ibarretxe ser ya historia, aunque, a diferencia del exlehendakari, colocado en un altar al que todos los catalanes de su parroquia puedan ir a adorar como el político que consiguió llegar más lejos en el afán por hacer de Cataluña un Estado independiente.
En Convergencia se da como seguro que Mas facilitará su relevo en marzo ante su creciente soledad
El próximo mes de marzo, salvo sorpresas, Convergencia espera oficiar su congreso de refundación, en el que no dedicará una sola oración a Jordi Pujol y encumbrará a su liderazgo a alguien que, sin renegar públicamente de la excursión soberanista emprendida por Artur Mas en 2012, entierre el pasado reciente y comience, como dicen ahora los horteras, “un tiempo nuevo”. El trabajo no va a resultar fácil, aseguran fuentes de la Generalitat, puesto que un sector del partido ha comprado a ciegas la mercancía que todos estos años les ha vendido Mas y su lugarteniente Francesc Homs, mientras que otro añora regresar a la época en la que Miguel Roca, uno de los padres de la Constitución, logró convertir a la desaparecida CIU en una potente gestoría con sede social en la madrileña Carrera de San Jerónimo.
Desde este gran surtidor de influencias, cuyo volumen de facturación siempre dependió de que Felipe González, José María Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero jugaran o no con la mayoría absoluta en sus sucesivos gobiernos, se despachaban todo tipo de recados transportados vía enmienda a las leyes presupuestarias –eran las que dejaban mayor recaudación–, y a todo tipo de iniciativas legislativas que interesaban a sectores tan dinámicos como el del automóvil, el farmacéutico o el del tabaco. Fueron épocas en las que tanto el PP como el PSOE, cuando estaban en minoría, sabían que debían estar muy atentos a los negocios de floristería de Marta Pujol Ferrusola, vigilante perpetua de que en Madrid se bajara el IVA a este artículo de primera necesidad, tanto como el pan, no fuera a ser que los catalanes perdieran el gusto por el perfume de las petunias recién cortadas. A cambio, CiU facilitaba que el Gobierno de turno aprobara las cuentas estatales, debiendo pagar otros peajes que en ocasiones se abonaban mediante inversiones en infraestructuras, a través de subvenciones o, sencillamente, enriqueciendo la marca de importantes bufetes de abogados.
Entre el botín y el hermanamiento con Junqueras
Hay, pues, dirigentes de Convergencia nostálgicos de este botín y otros que apuestan por aprovechar el legado de Mas y continuar hermanados con Oriol Junqueras como si fueran siameses hasta que la muerte, se entiende que de Convergencia, les separe. Del éxito de unos y de otros va a depender en marzo que el nuevo liderazgo de la formación quede en manos de personas como Jordi Turull, Josep Rull, Germà Gordó o Santi Vila. El sector más soberanista apuesta por los dos primeros y el que quiere recuperar la tradición del pasteleo con Madrid por los segundos. De los cuatro, el único que sería acogido con agrado por el actual Gobierno sería Vila, un joven historiador instalado por Mas en la cartera de Territorio y Sostenibilidad al que la ministra de Fomento, Ana Pastor, suele recibir en su despacho como si se tratara de un aliado y confidente fiel.
Santi Vila es respaldado por el sector nacionalista más templado para tomar el liderazgo
Con independencia de quien sustituya a Mas en primavera, con lo que sueña la actual cúpula de Convergencia es con no tener que ver para entonces a Mariano Rajoy en La Moncloa. Fuentes del nacionalismo moderado consideran que alguien como Pedro Sánchez, un recién llegado a la alta política, puede ser mucho más permeable a los intereses de Cataluña y contribuir a desbloquear una situación que ya empieza a cansar a los propios empresarios que acabaron por subirse al carro del plan soberanista y han visto cómo el futuro de sus negocios puede depender de lo que, en un momento dado, decidan los anarquistas de la CUP en su manejo asambleario.
Estos mismos empresarios coinciden con sus interlocutores de Convergencia a la hora de ver a Mas atrapado en su propio cepo y como un actor en retirada que está deseando, sin reconocerlo públicamente, una temprana jubilación. A ojos del núcleo más templado de Convergencia, si Mas ha podido sobrevivir desde 2012, cuando después de adelantar las elecciones se dejó 12 escaños, fue gracias a la personalidad de Rajoy, corto de inteligencia en el uso del Constitucional como parapeto de las provocaciones independentistas y falto de reflejos en la conducción del problema catalán, como cuando en los campos de fútbol, en lugar de aplaudir a Piqué, se le regala una sonora pitada.
Si no hubiera sido por los errores de Rajoy, Mas no hubiera sobrevivido, opinan en Convergencia
Lo que ocurra el próximo 20 de diciembre en las generales, concluyen en la Generalitat, será determinante, razón por la que hasta entonces el bloque independentista, prisionero de la CUP, no mostrará todas sus cartas. Convergencia deberá decidir antes si concurre en solitario a las legislativas o dentro del cóctel de Juntos por el Sí, opción que desvelará si en ella han ganado los que aspiran a reabrir la gestoría en Madrid para pescar en aguas revueltas o, en cambio, los que quieren viajar al Congreso de los Diputados con la herencia de Mas en carne viva, de victoria en victoria, hasta la derrota final.
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