Todo son incógnitas a tres meses de la fecha señalada para la celebración del plebiscito secesionista en Cataluña. El empeño liderado por Artur Mas ha perdido fuelle, ha rebajado sus expectativas y ha entrado en cuarentena. El tremendo terremoto político y moral que ha supuesto el escándalo de las cuentas ocultas de Pujol en Andorra ha alterado los planes, las perspectivas y hasta las esperanzas de buena parte de la familia nacionalista. A estas alturas, casi todo son dudas e incógnitas.
Otra vez a la calle
Dos fechas de septiembre van a actuar de 'test' o van a afectar de forma notable al desarrollo de los acontecimientos. El día 11, en la tradicional Diada, las organizaciones de activistas que apoya y financia la Generalitat tienen previsto repetir la experiencia de años anteriores. En esta ocasión se trata de montar una 'V' gigante en el corazón de Barcelona. La respuesta de la calle, de los 'buenos catalanes', de los irredentos patriotas frente "a la intransigencia cerril de Madrid". Tanto la Asamblea Nacional de Cataluña como Omnium Cultural, dos agrupaciones con enorme capacidad de movilización, preparan con su tradicional entrega y despliegue de medios esta nueva cadena humana de apoyo a la secesión de Cataluña. Artur Mas, tras su encuentro con Rajoy en Madrid, ya anunció que la Diada tendría dimensiones espectaculares.
Algunos pretenderán ver en la respuesta ciudadana a esta convocatoria una especie de barómetro sobre el efecto del turbio episodio del clan Pujol. Los medios de comunicación oficialistas (la gran mayoría en Cataluña) siguen con sus planes propagandísticos como si nada hubiera ocurrido. Pero en el nacionalismo las cosas han cambiado. El gran sumo sacerdote de una idea de Cataluña, tan épica como falsa, ha caído de bruces en el lodazal del descrédito. "Todo por lo que hemos luchado era un engaño", se escucha a veteranos del pujolismo, que se sienten traicionados.
Un futuro decidido
También el referéndum independentista escocés puede servir de árnica a los ánimos alicaídos de los soberanistas. El espejo de Escocia ha sido una constante en los últimos años. Una victoria del 'sí' tendría, indudablemente, un efecto balsámico sobre las heridas de los secesionistas catalanes. Sería una palanca para remontar los atribulados espíritus, un empujón sicológico de indudables consecuencias. "A ellos les dejan votar y a nosotros, no", se convertiría en el gran karma de quienes han secundado hasta ahora la iniciativa puesta en marcha por Convergencia con el apoyo de ERC y otras fuerzas menores.
Ya no cuenta con otras bazas Artur Mas para devolver la ilusión a sus huestes. En septiembre se aprobará la ley de Consultas que servirá de supuesta base legal para convocar el referéndum catalán. Y en octubre, Convergencia intentará sacudirse la larga sombra de la familia Pujol con el intento casi imposible de redondear una especie de refundación del partido tantos años hegemónico en la Comunidad.
Diada y Escocia pueden servir, según los resultados, como argumentos imprescindibles para que el presidente de la Generalitat pueda seguir apareciendo públicamente en defensa de su larga marchar hacia la independencia. Ya no le queda muchos más. En su partido crecen las voces que le animen o le exhortan a la renuncia. Ya hay movimientos internos que apuntan incluso a sus herederos. Duran Lleida no para y cuenta con el apoyo de Madrid y de un buen grupo de empresarios que alientan ese anuncio de creación de un movimiento catalanista no secesionista. Después de tantos años de ejercer de 'segundón' de Convergencia, una especie de 'mensajero' o 'chico para todo' de Pujol, cree que ya ha llegado su hora.
¿Elecciones anticipadas?
ERC guarda silencio. Espera su momento. Con referéndum o sin él, Oriol Junqueras no cambiará su libreto. Su calendario pasa por las municipales para propinarle a CiU el golpe definitivo y seguramente mortal. Las europeas y el CIS así lo anuncian. De ahí que se especula con que Mas estudia contraatacar con la convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas para marzo. Puede el 'president' jugar lo que quiera con el calendario pero su tiempo ya ha terminado. Además, sus estrategias siempre han resultado una calamidad. Mas es un político mediocre que ha conseguido llevar a su partido a dos pasos del precipicio.
Sin referéndum, sin proyecto, con su líder espiritual frente a los tribunales, con la credibilidad quebrada y con la imagen de la honestidad hecha añicos, Artur Mas se aproxima raudamente hacia su muerte política. Ruega porque tanto en la Diada como en Escocia la fortuna le sonría y pueda al menos ganar unas semanas al sombrío final que le tiene señalado su destino.
Todos los focos estarán pendientes de Cataluña en este mes de septiembre, que se anuncia muy denso y muy caliente. Pero en las cenas estivales de Menorca y el Ampurdán, quienes en verdad deciden los destinos de la Comunidad ya han dictado su sentencia. Artur Mas está amortizado y el futuro es una incógnita. Rajoy seguirá en la Moncloa y la escalada tanto de ERC como de Podemos seguirá, ¿por cuánto tiempo?, imparable.
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