España

Un disparo en la nuca y ocho periódicos por el suelo: 20 años sin López de Lacalle

Amigos y compañeros del periodista recuerdan su figura cuando se cumple el vigésimo aniversario del atentado terrorista que acabó con su vida y atacó a la libertad de expresión

El día que mataron a José Luis López de Lacalle, el columnista de El Mundo volvía del kiosko. Era un 7 de mayo de hace 20 años cuando un terrorista de ETA le tiroteó en plena calle a pocos metros de su casa en Andoain. En el suelo quedó su cuerpo sin vida sobre un charco de sangre y una bolsa con ocho periódicos, incluido el diario aberztale Gara que tantas veces la banda usó para reivindicar sus asesinatos. “Se quedó muy cerca de su segunda victoria; vivió el fin del franquismo contra el que luchó, pero no llegó a ver el fin de ETA”, lamenta su compañero en el diario Josean Izarra.

José Luis López de Lacalle fue muchas cosas. Nació en Tolosa en 1938, militó en la clandestinidad en el Partido Comunista, estuvo en la cárcel con Franco, luchó por los derechos de los trabajadores desde el sindicato Comisiones Obreras, se enamoró y se casó con una simpatizante del PNV, Mari Paz Artolazábal, con quien tuvo dos hijos. “Cuando le reprochaban que no conocía al nacionalismo vasco, él contestaba que lo conocía muy bien porque dormía todas las noches con él”, cuenta con nostalgia su amiga Maixabel Lasa. Solo unos meses después, ETA también mataría a su marido, Juan María Jáuregui.

A López de Lacalle la banda intentó asesinarle en tres ocasiones sin conseguirlo, según el relato de hechos probados de la sentencia que condenó a 30 años de prisión al etarra Txapote por ordenar el atentado al comando Totto. Le estuvieron siguiendo y vigilando durante una semana. “Decidieron esperar en el portal de su casa a que saliera sobre las 9.30 horas tal y como era lo habitual, según lo observado en las vigilancias (...) José Ignacio Guridi Lasa se acercó a él y tras asegurarse de que se trataba del periodista le efectuó cuatro disparos”. Disparó en la nuca, en la sien, en el tórax y el abdomen. 

La socialización del sufrimiento

Así es cómo ETA puso en práctica lo que años antes había dado en denominar la socialización del sufrimiento. Significaba que los tiros en la nuca no se limitarían a militares, policías y guardias civiles, sino que cualquiera podía estar en la diana. Políticos, periodistas, empresarios pasaron a engrosar las listas de asesinados. A José Luis Pérez de Lacalle le tocó a los 62 años. "Fueron a por él porque rompía moldes. No lo podían soportar", explica Maite Pagazaurtundua. José Luis López de Lacalle y su hermano Joseba se hicieron amigos en Andoain. “Eran muy ingenuos, los dos estaban amenazados, las pintadas iban contra los dos, pero uno se preocupaba por el otro”. Tres años después ETA mató también a Joseba.   

Tanto Guridi Lasa como Javier García Gaztelu, Txapote, fueron detenidos y siguen en prisión. El primero, condenado también a 30 años por este crimen, está en la cárcel de Jaén y el segundo cumple su pena en el centro penitenciario de Huelva. Josean Izarra recuerda bien al comando Totto. Dice que eran muy expeditivos y poco cuidadosos con su seguridad. Fue desarticulado solo un año después. El que fuera jefe de sección en la delegación de El Mundo en el País Vasco recuerda cómo López de Lacalle cantaba sus columnas por teléfono. Y que llegó al periódico que dirigía Pedro J. Ramírez de la mano del jefe de opinión, el ya fallecido Germán Yanke. 

“Comenzó a colaborar con nosotros en el 97 o el 98 y tenía un artículo semanal. Fue un fichaje muy interesante, trasladaba una visión desde Andoain, un lugar con muchos contrastes. Tenía la legitimidad de su pasado como sindicalista en tiempos de Franco, había colaborado como articulista en el Diario Vasco, había sido gerente de una pyme en Tolosa... Era una persona muy activa”, dice Josean Izarra. Este miércoles se ha acercado a hacer el mismo recorrido que hizo López de Lacalle aquella mañana antes de ser asesinado. Josean recuerda que la jornada amaneció “especialmente triste”, con mucha lluvia y oscuridad.

Otegi justificó el crimen

No se olvida de la imagen del cadáver de su compañero cubierto con una sábana blanca y el paraguas rojo. A su lado estaban las bolsas con los periódicos. “No te lo terminas de creer. No me pregunto por qué a él, eso es una reflexión del ámbito familiar. Pensábamos que corríamos más riesgo periodistas de estructura, más vinculados a la marca de El Mundo”. Los proetarras ya habían avisado antes con un lanzamiento de cócteles molotov a su casa. “No te voy a decir que fuera normal, pero pensábamos que se iba a quedar ahí, que no iba a ir más allá”.

Cuando ETA mató al periodista, el entonces portavoz de Batasuna y hoy líder de Bildu, Arnaldo Otegi, justificó el crimen: "ETA pone sobre la mesa el papel de los medios de comunicación y de determinados profesionales de los mismos que, a su juicio, plantean una estrategia informativa de manipulación y de guerra en el conflicto entre Euskal Herria y el Estado". Fueron días de muchas declaraciones como la del responsable de CC.OO. en Euskadi, Santiago Bengoa: “Han culminado la obra que Franco inició, dando muerte a un demócrata, a un luchador por la libertad de este país". 

Con el asesinato de López de Lacalle, ETA atentó contra la libertad de expresión. Meses después el subdirector de La Razón Jesús María Zuluoaga, recibió un sobre con dinamita que fue desactivado a tiempo. El locutor de radio Carlos Herrera recibió una caja de puros con explosivos. La banda colocó una bomba en casa de los padres del redactor jefe de El Correo, Pedro Briongos. Antes los terroristas habían matado a José María Portell, director de La Hoja del Lunes. En 1980 Javier Uranga, director del Diario de Navarra, recibió ocho disparos… La lista se remonta hasta 1968 con el ataque a la sede de El Correo Español. Todo eso también era ETA. "Visto con la perspectiva del tiempo, la persecución fue mucho peor de lo que pensábamos entonces", declara ahora Pagazaurtundúa. 

La última columna que cantó López de Lacalle se titulaba El cambio necesario. López de Lacalle escribía a frases cortas, rotundas: “Se anhela el cambio. Los que creyeron que el grado de amedrentamiento era el suficiente para imponer sus proyectos se han equivocado. Han estimulado la rebeldía. El constitucionalismo es una fuerza real en las urnas, en la cultura y en la calle”. Nueve años después de su muerte sería investido un lehendakari socialista con el apoyo del Partido Popular.

Los protagonistas del documental frente a la librería

Ignacio Latierro vivió años de juventud con López de Lacalle. Latierro es el propietario de la emblemática librería Lagun de San Sebastián, tantas veces atacada por los proetarras. Compartió militancia política con López de Lacalle y luego le vendió muchos libros de Historia, de teoría política, de Pío Baroja… “No teníamos interiorizada la sensación de que pudiera matarnos a gente de nuestro perfil”, confiesa. En su librería se reunía los sábados por la mañana con novelistas como Raúl Guerra Garrido o el sociólogo Javier Elzo. Alguna vez se sumó también el político Ernest Lluch, asesinado por ETA también en el año 2000. Una placa le recuerda en el Congreso de los Diputados. “Muerto por la libertad”. 

José Luis López de Lacalle y Mari Paz Artolazábal tuvieron dos hijos, Aitziber y Alain. La primera es psiquiatra infantil en Ginebra y el segundo es abogado y vive en San Sabastián con su mujer y dos hijos a los que su padre nunca conoció. Alain atiende a Vozpópuli, pero declina la invitación a conceder una entrevista. Ya lo ha hecho con El Mundo y dice que no quiere acaparar protagonismo. Su hermana tampoco. El fin de semana fue entrevistada por el Diario Vasco, el otro diario en el que escribió su padre.  

Este será el primer año que ni ellos ni Josean, Ignacio, Maixabel o Maite se junten con tantos otros en Andoain para recordar a José Luis. Lo ha impedido la pandemia de coronavirus. Maixabel dice que igualmente llamará a los hijos y a Mari Paz. Ignacio Latierro, antes de colgar el teléfono, tiene un último recuerdo de su amigo: “Había algo que se repetía mucho entonces, era la idea de un final sin vencedores ni vencidos. Entonces José Luis siempre decía: ’Hombre, vencedores y vencidos no lo sé, pero tendrá que triunfar la democracia, ¿no?’”.

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