Si hay un punto en Kabul que represente todo lo que los fundamentalistas odian, ese es el aeropuerto de Hamid Karzai. Por la presencia de las tropas occidentales a las que se han enfrentado en las dos últimas dos décadas de intervención militar. Por la cantidad de gente que colaboró con ellas y que trata de escapar de Afganistán en una huida desesperada. El riesgo de atentado no es nada desdeñable. La cúpula militar en España, que trabaja a ritmo frenético desde hace doce días, es consciente de la amenaza. “Los militares se juegan la vida en esta misión”, señalan fuentes de seguridad consultadas por Vozpópuli.
Comienza la particular fase de ‘desescalada’ en el aeropuerto de Kabul. La cantidad de tropas y medios desplegados por occidente en el aeródromo obliga a gestionar una salida escalonada. Lo que Estados Unidos y sus aliados -entre ellos, España- tratan de impedir es que se registren incidentes de seguridad derivados de una mala gestión en estos últimos compases de misión. Cabe recordar que la fecha límite dada por los talibán, sin visos de extenderse, es el 31 de agosto. A partir de entonces no será aceptada la presencia de ningún militar de esta coalición.
El objetivo es sacar el mayor número de personas de Afganistán “mientras se pueda”, en palabras de la ministra de Defensa, Margarita Robles, pero no por ello descuidar la seguridad de los militares españoles más allá de los riesgos asumidos. Su mera presencia en el aeropuerto ya supone lidiar con una amenaza, y más que asumen los miembros de operaciones especiales que merodean por las inmediaciones del aeródromo en busca de colaboradores afganos.
El riesgo de un atentado terrorista es real. El nerviosismo acumulado de los talibán durante la misión de evacuación es un factor que contemplan las fuerzas occidentales. Sin embargo, el régimen integrista trata de maquillar su radicalismo mientras los ojos del mundo estén puestos en Afganistán. En caso de perpetrar un atentado el ataque probablemente no sería frontal, señalan las mismas fuerzas de seguridad a este diario.
La seguridad en Afganistán
El principal escenario de riesgo es fuera del aeropuerto, donde se agolpa la multitud. Los talibán ya disparan contra ellos. Empujan, golpean, se expresan con creciente violencia. Que manifiesten su actividad con mayor crudeza es una de las hipótesis que se manejan. También que en una de sus embestidas contra esa muchedumbre alcancen a algunos de los miembros de las fuerzas occidentales. “Los militares españoles se juegan su propia vida en esta misión”, destacaba la ministra de Defensa, Margarita Robles, en su visita al Mando de Operaciones (MOPS), desde donde se coordina la extracción de Kabul.
El otro riesgo lo constituyen las organizaciones y grupúsculos integristas que también se desenvuelven en Afganistán. Las alianzas bailan en un escenario cambiante. Quienes antes combatían de la mano mañana pueden enfrentarse entre sí. La agitación que se vive en Kabul es terreno propicio para que los más radicales busquen hacer ruido. Un atentado terrorista contra un ejército aliado de Estados Unidos tendría una repercusión mundial.
Estados Unidos gestiona la seguridad del aeropuerto. Washington ha dado luz verde a la reducción progresiva de sus fuerzas para que el 31 de agosto se dé por concluida su presencia en Afganistán. Como contó este diario, las sucesivas administraciones estadounidenses han invertido durante dos décadas un total de 145.000 millones de dólares en la “reconstrucción” del país, amén de la vida de casi 2.500 militares. Es previsible que en los próximos días se reduzca la cifra de evacuados por las tropas norteamericanas, inmersas en su propio repliegue.
La misión española
España, por su parte, mantiene tres vuelos diarios desde Kabul a Dubai, aunque es difícil que se pueda mantener ese ritmo hasta el día 31. El tráfico aéreo sobre Afganistán está saturado y sólo hay una pista de aterrizaje y despegue en el aeropuerto Hamid Karzai. El proceso de retirada de Estados Unidos y el resto de países es complejo y previsiblemente influirá en el actual ritmo de extracción.
Los militares españoles priorizan a niños y mujeres, más vulnerables. “Los dirigentes talibán me dijeron una y otra vez que si daban a las mujeres mayor libertad o la oportunidad de ir a la escuela perderían el apoyo de sus soldados”, detalla el periodista e investigador Ahmed Rashid en su libro Los talibán: el Islam, el petróleo y el nuevo "Gran Juego" en Asia Central, uno de los compendios más completos sobre el movimiento fundamentalista. Esa visión no ha cambiado, pese a la imagen de moderación que el nuevo régimen trata de vender ante el mundo.
La cuenta atrás se agota. “Cada cinco minutos surge un problema”, se escucha en el Mando de Operaciones (MOPS) donde la cúpula militar española gestiona los pormenores de la operación. Se asume que no se podrá extraer a todo el personal incluido en las listas, pero el objetivo principal es que esa cifra sea lo más elevada posible.
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