Los debates electorales podrían considerarse un género televisivo propio. Vieron la luz por primera vez, como casi todo lo relacionado con la política, en Estados Unidos. Aquel Kennedy vs. Nixon del 26 de septiembre de 1960 marcó un antes y un después. La cadena estadounidense CBS emitió para todo el país un enfrentamiento dialéctico sin precedentes que aupó al candidato demócrata a la Casa Blanca.
Aunque los analistas y radioyentes dieron por ganador a Richard Nixon, la radiante y bronceada imagen que ofreció Kennedy encandiló a millones de ciudadanos indecisos. Ambos acabaron siendo presidentes de la nación, pero aquel primer e histórico asalto televisado se lo llevó el de Massachusetts.
Inventado el formato, los debates electorales televisados fueron llegando poco a poco al resto de países. España tardaría más de tres décadas en exportar este tipo de debates. Concretamente, en 1993. La democracia patria daba sus primeros pasos tras cuarenta años de dictadura.
El PSOE, dirigido por el candidato y presidente del Gobierno desde 1982, Felipe González, acordó debatir con el principal candidato de la oposición, José María Aznar, las posturas y posiciones de ambos partidos en dos citas televisadas, el 24 y el 31 de mayo de 1993.
Dos debates para la historia
El PSOE, por primera vez en más de una década, había encontrado un rival que pudiera hacerle sombra en el panorama político nacional. Tras varias elecciones de mayorías absolutas, la cita de 1993 se antojaba distinta. El joven y entusiasta José María Aznar encandiló al electorado de centroderecha con sus constantes críticos y actitud combativa al Ejecutivo socialista de Felipe González, que ya empezaba a dar síntomas de agotamiento.
El lunes 12 de abril de 1993, el presidente González anunció la convocatoria de elecciones generales para el 6 de junio. Manuel Campo, director de Antena 3, se dirigió por carta a PSOE y PP para pedir un debate, el primero de este tipo, en prime time y abierto para todos los españoles. El billete a la Moncloa tendría que sellarse en televisión. Tras muchas semanas de negociación, flecos y detalles de toda índole, el 24 de mayo España entera se sentaría a ver cómo los dos lobos más fuertes de la manada política se enfrentaban por el ansiado premio de gobernar la nación.
Con todo absolutamente pactado, desde la temperatura del plató a la altura de las sillas y los temas a debatir, solo cabía esperar cómo se desenvolverían González y Aznar en aquel formato aún inexplorado en España. El primer debate tuvo lugar en Antena 3, no sin antes tener que solventar una polémica de última hora sobre el fondo azulado de la imagen, que se parecía al tono de los carteles electorales del Partido Popular. El moderador fue Manuel Campo.
Aquel primer asalto se lo llevó por abrasión José María Aznar. Mucho mejor preparado para el debate electoral, el líder de los populares golpeó por todos lados a un González bastante confiado. Análisis, propuestas y soluciones de una hoja de ruta muy bien preparada por parte del equipo de Aznar. Con la crisis económica como telón de fondo, Aznar castigó sin dudarlo a un rival atolondrado.
En palabras de Gustavo Pérez Puig, asesor en aquellos días de José María Aznar, González fue al debate "como un torero al que le dicen que mañana tiene que ir a un festival y se pasa la noche de copas con los amigos y se acuesta a las cinco de la mañana". El listado de cifras, perfectamente memorizadas por el líder de la oposición, dejaron sin respuesta al presidente del Gobierno, que acabó aguantando como pudo hasta que terminaron los largos noventa minutos que duró el primero de los dos debates televisados.
González gana a los puntos
Malherido tras una toma de contacto que solo tuvo un claro vencedor, el PSOE tuvo que rehacer por completo la estrategia de cara al segundo debate del 31 de mayo, que se celebraría en Telecinco. España vio la carta de presentación de un Aznar que pasó de cordero a lobo en cuestión de hora y media. González, acostumbrado a ruedas de presas y mítines, no dominaba el arte de las respuestas concisas y bien preparadas. Ni siquiera el anuncio de González del encargo al juez Garzón para presidir una comisión de investigación sobre el caso Filesa que hacía referencia a la financiación del PSOE, dio la vuelta la tortilla.
La prensa y la opinión pública dieron como claro ganador a Aznar. Esto hizo espabilar a González, que canceló varios actos de campaña para prepararse a fondo para el duelo del 31 de mayo. Desde el PP, algunas personas pensaron que era mejor no acudir al segundo debate debido a la victoria en el primero, pero al estar todo firmado era imposible que se pudieran echar atrás.
Izquierda Unida pidió participar, pero aquella petición terminó en agua de borrajas. Telecinco era la sede del debate, y Luis Mariñas el encargado de moderarlo. González pasó al ataque desde el primer momento, recuperando el terreno perdido una semana antes. Bien asesorado, el presidente del Gobierno no dejó que Aznar lo atacase, poniendo el escudo en todo momento. El PP pasó a contar sus propuestas, lo cual resultó más tedioso que las constantes críticas del primero.
El PSOE analizó a fondo el programa político de los populares, sacando a relucir los defectos de un libreto poco sólido en aquellos momentos, especialmente en materia de protección del desempleo. El debate terminó con victoria de González, que salió airoso de la doble encrucijada televisiva, rubricando unos días más tarde en las urnas su última victoria electoral con 159 escaños por 141 del PP. Así nacieron los debates electorales en España.
En unas semanas, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo emularán lo ocurrido en 1993, debatiendo ante toda España en una de las citas políticas más esperadas de los últimos años. Unos comicios que pueden marcar de forma tremenda el devenir económico y social de España, más si cabe tras lo sucedido el pasado 28 de mayo. Veremos si este debate deja tantos momentos para el recuerdo como el que aquí hemos rescatado.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación