La investigación sobre quién envió las balas con amenazas durante la campaña electoral madrileña sigue activa, pero a marchas forzadas y cada vez con menos frentes abiertos. Los agentes encargados de las pesquisas agotan las posibles vías de trabajo al encontrarse con la falta rotunda de resultados. Ni el ADN, ni el análisis de huellas dactilares arrojan resultados concluyentes. Las únicas esperanzas se sostienen en la trazabilidad de las cartas; por eso se estudia el entorno de varios buzones desde los que se sospecha que se podrían haber enviado los paquetes. “Demasiados”, señalan fuentes policiales a Vozpópuli.
El transcurso de las pesquisas no invita al optimismo. Hace seis semanas, Pablo Iglesias, quien abandonaba la vicepresidencia segunda del Gobierno para liderar la candidatura de Unidas Podemos en los comicios madrileños, anunció a través de redes sociales la recepción de una carta con amenazas: “Tu tiempo se agota”. Ese mismo día el Ministerio del Interior informó de que el titular de este departamento, Fernando Grande-Marlaska, y la directora de la Guardia Civil, María Gámez, habían recibido sobres similares.
Marlaska aseveró ante los medios que las cartas le recordaron “bastante a aquellos tiempos” [en referencia a las amenazas de ETA] y que la investigación sobre la autoría sería “compleja” por la “gravedad de los hechos”. También destacó las habilidades del personal al frente de la investigación -“tenemos unos profesionales cualificados”- y pidió el tiempo “imprescindible y necesario” para el desarrollo de las pesquisas.
Siguiendo el rastro de las balas
Esa complejidad que aducía el ministro ha dado pie a seis semanas de trabajo por parte de los servicios de información de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y, a medida que ha pasado el tiempo, han ido cayendo una detrás de otra las diferentes vías de investigación. El propio ministro detallaba que una parte de las investigaciones se basaba en las pruebas de ADN y en cotejar las huellas dactilares con las bases de datos policiales.
Ninguna de estas opciones ha prosperado, según ha podido saber este diario. Hoy por hoy, los resultados en estos dos ámbitos no son determinantes. Eso no quiere decir que si se aportan nuevos datos para comparar puedan surgir coincidencias; sin embargo, en base a los informes ahora disponibles, no hay conclusiones satisfactorias. Las cartas, además, están lejos de cualquier detalle personal, después de que el autor empleara una regla escolar con plantilla caligráfica para redactar los mensajes.
La única vía de investigación que podría arrojar algún resultado es la de los buzones. Los agentes analizan múltiples puntos desde los que se podrían haber enviado las cartas en la búsqueda de pistas que conduzcan hasta el autor de las amenazas: “Demasiados buzones”, advierten las fuentes policiales consultadas por Vozpópuli.
Pese a esas dificultades, los servicios de información mantienen sus esfuerzos para aclarar los términos en los que se produjeron las amenazas. Por el momento, el caso no está judicializado, a falta de pruebas más concluyentes que aportar.
Las fuerzas de seguridad desligan por completo el envío de las cartas con balas a la navaja “aparentemente ensangrentada” que recibió la ministra Reyes Maroto, llamada a desempeñar un cargo de relevancia en un hipotético Gobierno madrileño con Ángel Gabilondo. En este caso se identificó a un vecino de El Escorial diagnosticado de esquizofrenia como autor de la misiva.
Campaña electoral
El envío de amenazas ocupó uno de los asuntos centrales de la campaña electoral madrileña que, a priori, iba a ser un examen de la oposición a la gestión del gobierno de Isabel Díaz Ayuso en la pandemia. El episodio dio pie a enconados debates y enfrentamientos directos entre Vox y Unidas Podemos; Pablo Iglesias llegó a abandonar un encuentro radiofónico con el resto de candidatos al considerar que Rocío Monasterio banalizaba los episodios.
Asimismo, la directora de la Guardia Civil, María Gámez, participó en un mitin de Ángel Gabilondo pidiendo el voto para el PSOE. Desde su entorno señalaron que su presencia en el acto -que levantó suspicacias en el seno del cuerpo- obedecía a un gesto de respaldo desde su partido en un momento especialmente “duro” para ella por la recepción de las amenazas.
Seis semanas después, los investigadores se afanan en encontrar el rastro para esclarecer uno de los casos policiales más mediáticos y politizados de los últimos tiempos. Por el momento, las pistas no arrojan pruebas concluyentes y las pesquisas sobre los “muchos buzones” son difíciles de abarcar.
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