España

Baltasar Garzón, de espiado por Villarejo a defensor del clan

El exjuez pasó de ser víctima de las prácticas del excomisario a ser considerado un amigo y dirigir la defensa de varios de sus colaboradores en los tribunales

Baltasar Garzón fue juez estrella de la Audiencia Nacional, azote de los GAL, del narcotráfico, de ETA y sus estructuras. Fue y volvió de la política, se atrevió con el dictador chileno Augusto Pinochet en vida y con el franquismo, empezó la Gürtel... Hoy Baltasar Garzón, expulsado de la carrera judicial, es un continuo amago de regresar a la política y tiene un despacho de abogados que defiende, entre otros, a amigos del excomisario José Manuel Villarejo.

La relación de Garzón con el polémico mando y sus colaboradores va más allá de un vínculo basado en el derecho de defensa. Mantienen relación desde hace años. Eso a pesar de que la hemeroteca sitúa el inicio en los años noventa y al juez en calidad de víctima de las prácticas de Villarejo, no muy distintas de las que ahora le mantienen bajo el foco de jueces y fiscales y preso desde hace casi año y medio.

Corría el año 1995 cuando, siendo todavía inspector, el policía se afanó en vincular a Garzón con la peor delincuencia usando pruebas falsas. Las reunió en un documento que se llamó informe Veritas. Vinculaba al juez con un grupo criminal árabe. Garzón, que había dejado el Gobierno de Felipe González, investigaba desde la Audiencia Nacional el terrorismo de Estado que actuó en los tiempos del Ejecutivo socialista.

Los orígenes: el 'informe Veritas'

Algunos medios de comunicación desvelaron entonces extractos de la investigación del comisario: “Su obsesión por las mujeres, por aparentar y por la buena vida (...) No les resulta difícil irlo introduciendo al principio en fiestas aparentemente inocuas y, más tarde, en orgías donde puede disfrutar de dos y hasta tres mujeres a la vez, donde se consume coca y se abusa del caviar y del champagne francés”.

Villarejo reconoció en junio de 2017 abiertamente haber hecho aquel informe. Lo dijo en el programa de Salvados de La Sexta. Pero aparentemente Garzón le perdonó, tal y como aseguró el exmagistrado en ese mismo programa: “Mi relación con él es correcta, no es mala y alguna vez nos hemos visto y me ha contado sus actividades (...) No tengo ninguna queja, ha sido un buen policía y si ha tenido margen de maniobra es porque se lo han permitido. No creo que el malo sea Villarejo”.

Preguntado Garzón en concreto acerca del informe Véritas, contó cómo Villarejo le reveló “muchos años después” que le encargaron aquel trabajo, pero que se negó a seguir. Son casi las mismas palabras que se escuchan en las grabaciones difundidas el año pasado por Moncloa.com sobre la mariscada a la que acudieron ambos y también la actual ministra de Justicia, Dolores Delgado, junto a otros mando policiales.

Abogado de Castaño, Pino y Salamanca

Entre ellos estaba otra de sus grandes amistades Enrique García Castaño, alias El Gordo, quien por aquellos años invitó al juez a su boda. Su despacho de abogados ejerce ahora su defensa en el caso Tándem. También la de otros policías investigados, Carlos Salamanca y el que fuera número dos del Cuerpo, Eugenio Pino. Villarejo tiene su propio abogado y la difusión de multitud de audios que él mismo grababa con sus colaboradores ha provocado un distanciamiento con el resto del grupo.  

El día de aquella mariscada, mayo de 2009, celebraban amistosamente una medalla al mérito policial concedida a Villarejo. Por su condición de juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón tenía contacto habitual con muchos mandos. No obstante, fuentes policiales indican a este periódico que ni Villarejo ni Enrique García Castaño eran responsables de unidades investigadoras que son las que de verdad tienen relación con los jueces de instrucción de la Audiencia Nacional.  

Villarejo estaba en una situación atípica en la Policía, con un pie en el Cuerpo y otro en sus negocios privados. Se define como un agente encubierto y estaba adscrito a la Dirección Adjunta Operativa que dirigía de forma muy personalista Eugenio Pino. García Castaño, por su parte, fue durante años el jefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO) dependiente de la Comisaría General de Información y encargado de prestar ayuda logística a las unidades investigadores del Cuerpo.

"Baltasar es amigo"

Las fuentes policiales ponen en duda, por tanto, que esa fluida relación de amistad trajese causa de investigaciones concretas. A pesar de ello, en otra grabación del polémico excomisario se le escucha presumir de que Garzón se reunió con él un día antes de asumir el caso Gürtel. En el marco del caso chivatazo a ETA también se puso de manifiesto la influencia que el clan Villarejo tenía sobre el juez cuando estaba en activo.

Se investigaba un soplo policial al entorno de la banda que frustró una operación contra su entramado de financiación. Dos policías acabaron condenados por ello. Según desveló el diario El Mundo, en sumario del caso había una conversación en la que Enrique García Castaño trataba de tranquilizar a uno de los policías investigados haciendo valer su amistad con el magistrado, al frente de las pesquisas: “No te preocupes, Baltasar es amigo”.

El soplo policial se produjo en 2006. De un año antes son las grabaciones que ahora publica este periódico en las que se escucha a Villarejo y García Castaño jactarse de cómo Garzón les informa de las decisiones favorables que adopta acerca un investigado vinculado al presunto cabecilla de la operación Tándem.

Garzón fue expulsado de la carrera judicial en 2012 tras más de dos décadas en la Audiencia Nacional, pero su trayectoria como abogado siguió ligada a estos policías. Además de que el despacho Ilocat ejerce la defensa de varios de ellos, en el marco del ‘caso Tándem’ se investiga en una pieza separada los intentos de Villarejo para frustrar la extradición de un empresario español que recurrió a sus servicios. Según desveló El Confidencial, también se investiga si Villarejo contó para ello con la ayuda de su amigo "Balta".

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